Adolfo Zableh Durán
Nunca me sonó la expresión ‘Héroes de la patria’ que usan para referirse a los soldados y policías del país y no sabía por qué. Me sentía mal al respecto, por supuesto; ¿cómo era posible que no me conmoviera ni admirara a esas personas que dan la vida por Colombia a costa de la suya propia? ¿Qué tipo de ser insensible y poco patriota era yo? Luego con los enfrentamientos en las marchas he ido entendiendo que hay eufemismos que no terminan de convencerme, y ese es uno de ellos.
El término ‘Guerrero’ es otro. Ahora se le dice guerrero al que fracasa en alguna tarea. Si un boxeador colombiano cae noqueado y vuelve al país con las manos vacías, decimos que es un guerrero, lo mismo para alguien que por desgracia muere por una enfermedad después de un largo tiempo. Es decir, guerrero ya no es un adjetivo para el que lucha y pelea solamente, sino para el que lucha y pierde; una especie de premio de consolación, una palabra cargada de conmiseración y lástima.
Y también hay de eso en el ‘Héroes de la patria’ en cuestión. Se ve mucho la frase en las vallas cerca a los batallones y en los discursos de los gobernantes. Y tiene sentido, ellos son los más interesados en que los miembros de las fuerzas públicas y armadas se sientan como tal y no como la carne de cañón que son, para que no se den cuenta de que en muchos casos son la pobreza y la falta de oportunidades las que los llevan a coger un fusil y arriesgar la vida en beneficio de los más privilegiados. Porque una de las condiciones para pertenecer a una fuerza de esas es no pensar, no cuestionar, solo obedecer como si no se pudiera razonar por cuenta propia.
¿Héroes por qué? ¿Por llevar una vida de dificultades y peligros? ¿Por ser los primeros en ponerles el pecho a los problemas del país? ¿Por agarrarse a bala, palo y piedra con gente que no conocen para defender a otra gente que no los valora de verdad? Eso los hace más bien victimas del sistema, no héroes. Ese rótulo se los han puesto quienes mandan para motivarlos, porque nuestra democracia es ahora tan frágil que quienes portan las armas son quienes los mantienen en el poder. Incluso se visten como ellos y posan para la foto para que se sientan apoyados, para que crean que son sus iguales y para convencerlos de que si dan la vida por un bien mayor su muerte no será en vano. ¿Qué es eso de un bien mayor, entre otras cosas?
Y con tanto apoyo se sienten empoderados, confunden defender la ley con ser la ley, al punto de que en ocasiones sienten que el uniforme es una licencia y no una responsabilidad. Hoy son el reflejo de la cobardía natural de los colombianos: somos fuertes con los débiles y débiles con los fuertes. Y no se trata de acabar con ellos, más bien de hacer reformas; la primera de ellas, que quien ingrese al Ejército o la Policía lo haga por convicción y no por obligación o por necesidad, porque hoy las opciones que tienen muchos es enlistarse o morirse de hambre.