La noche del domingo 5 de abril, un estruendo musical se coló en la casa de la profesora Saide Ruiz en Toro, Valle del Cauca. Su primera asociación fue desalentadora: algún vecino estaba rompiendo la tranquilidad y el silencio que obligan estos días de aislamiento obligatorio en todo el país.
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La molestia cambió cuando agudizó el oído. No era una fiesta callejera sino la música que bajaba desde Los Tanques, la parte más alta del municipio, y que se intercalaba con la voz del alcalde que saludaba a los toresanos y les anunciaba una serenata para cortar el tedio de la cuarentena.
“Cuando ya entendimos de qué se trataba, nos dio una alegría inmensa”, cuenta la profe Saide. Acomodó sillas, apagó la luz y se sentó con su mamá, su esposo, sus dos hijas y sus dos nietas en el patio a disfrutar el espectáculo.
La idea fue simple: en esa cumbre que se puede ver desde cualquier parte de Toro, el alcalde puso parlantes para que los ciudadanos oyeran canciones durante una hora y se unieran en una suerte de evento masivo sin tener que salir de casa. En los intermedios aprovechaba para compartir agradecimientos y mensajes de ánimo.
Los videos grabados ese día muestran la magia. Desde los patios o balcones, la gente aplaudía, gritaba, pedía más música y acompañaba la oscuridad voluntaria con las linternas de los celulares. “Estas serenatas son cada 15 días. Ya van dos. La hemos pasado muy bien”, dice la profe Saide.
Toro es un municipio de 16.000 habitantes que queda en el norte del Valle del Cauca, más cerca de Risaralda que de Cali. Es uno de los 17 municipios del departamento que no registran casos de coronavirus a pesar de tener límites con Cartago, por ejemplo, donde hasta el 22 de abril había 11 pacientes contagiados.
“El pueblo está muy feliz porque no tenemos casos de coronavirus. Aunque el presidente ha ido aflojando, nosotros no bajamos los brazos”: Juan Carlos Escudero, alcalde de Toro.
¿Cómo son los días en una tierra aún libre de la pandemia? Janier Molina, un fotógrafo de 28 años que lleva el mismo tiempo viviendo en Toro, hace una descripción que no es lejana a lo que se puede observar en el resto del país: parques vacíos, calles sin tráfico y negocios cerrados. “Aunque Toro nunca ha tenido un comercio muy activo, la soledad es mucho más notoria ahora”, dice Janier.
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Sin embargo, hay otras dinámicas que no podrían presenciarse en las grandes ciudades. Desde la administración municipal se ha aprovechado la vocación agrícola del municipio para enfrentar el virus con las herramientas del campo.
“Acá se produce mucha uva, entonces se me ocurrió una idea: pedí prestados los tractores con los que se fumigan los viñedos para desinfectar las calles y las fachadas de las viviendas”, cuenta el alcalde Juan Carlos Escudero. La fumigación se hace cada semana gracias al apoyo de una empresa privada que provee los vehículos.
También hay otras medidas quizá más comunes como cerrar fronteras para quienes no viven en el municipio, desinfectar los bancos y comercios dos veces por día con bombas de motor, restringir la salida de los ciudadanos con un ‘Pico y Cédula’ y prohibir el parrillero hombre, por nombrar algunas.
“Para muchos son medidas excesivas, pero prefiero pecar por exagerado y no por confiado. Fuimos de los primeros en cerrar fronteras y en empezar las fumigaciones. Por eso tenemos cero casos”, asegura el alcalde. Sobre la respuesta de los ciudadanos, dice que la mayoría ha acatado las medidas para que el municipio continúe invicto del virus.
Por eso, tal vez, las serenatas desde Los Tanques son una especie de premio para un pueblo que, acostumbrado a ser tan unido, ha tenido que separarse por obligación. Mauricio Piedrahíta, toresano de 39 años, reconoce que lo más difícil de estos días no ha sido la angustia por el virus sino la imposibilidad de ver a su gente.
“Toro es un vividero muy bueno. Estamos contentos porque no ha entrado el virus, pero nos ha cambiado mucho la rutina. Al hospital han llegado señoras con ansiedad porque no pueden salir a misa”: Daniela López, habitante de Toro.
“Lo que uno más extraña es la interacción del día a día con las personas porque en Toro casi todos nos conocemos”, confiesa Mauricio. Pero también reconoce que el comportamiento de los ciudadanos ha sido ejemplar y que actividades como las serenatas quincenales son un alivio en medio del aislamiento.
Mientras siguen pasando los días de los que muchos en el país ya perdieron la cuenta, mientras la Alcaldía de Toro sigue repartiendo mercados y fumigaciones, mientras Colombia y el mundo siguen buscando la cura para un virus cuyas instrucciones parecen estar en chino, toresanos como la profesora Saide Ruiz mantienen deseos que no se desdibujan: “Uno ya es esperando cuándo será la próxima serenata’”, dice.
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