Cuando los colombianos se enteraron a principios de junio de la invalidación de un acuerdo que pretendía proteger a Salento de la minería a gran escala, el tema pasó a encabezar la agenda noticiosa nacional. En redes sociales, los hashtags que hacían referencia al rechazo de la minería en Salento fueron tendencia por varios días. Las voces de activistas, docentes, funcionarios y ciudadanos se unieron para expresar apoyo, así fuera solamente en Internet.
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Salento, el municipio más grande del departamento más pequeño de Colombia, tiene la tercera parte de su territorio comprometida en proyectos de megaminería. Si esta actividad lograra desarrollarse como pretenden hacerlo las multinacionales mineras, el mundo tendría que olvidarse de atractivos como el Valle del Cocora y la icónica palma de cera, el árbol nacional.
Sin embargo, hay situaciones que dejaron de ser una amenaza para convertirse en un mal. Los monocultivos de aguacate Hass, pino y eucalipto hacen parte de ellas. Grandes empresas papeleras y aguacateras, como Smurfit Kappa, Camposol y Altos del Valle, ya son dueñas de más del 10% de Salento y explotan sus tierras causando daños ambientales irreversibles.
Otro de los grandes problemas es la falta de regulaciones para el turismo. Las cifras sobre la cantidad de visitantes que llegan a Salento son solo estimados: según el alcalde, un fin de semana de temporada alta pueden llegar hasta 200.000 personas. Si se cruza este dato con el número de habitantes de Salento, podría decirse que por cada residente habitual hay 28 que solo están de paso.
Salento es un paraíso que está en riesgo. Una periodista y un fotógrafo de PUBLIMETRO visitaron el municipio para contar los detalles de estas problemáticas, que usted podrá conocer en tres reportajes. Dé clic en cada una de las fotos para leer los textos completos.