Maricel Sandoval no tiene aún 30 años y no esconde el miedo por las consecuencias que puede traer su defensa de los Derechos Humanos, pero insiste en que durante el conflicto colombiano los afrodescendientes y los indígenas pusieron «los muertos y también ahora, en la paz».
Sandoval se expresa de esta manera en una entrevista tras pasar varias semanas en España, gracias al programa Madrid Acoge.
La coordinadora del palenque de Derechos Humanos, integridad étnica y cultural del norte del Cauca reclama sin levantar la voz, pero con la seguridad de quien ve a diario cómo, en tiempos de paz, la violencia sigue ensañándose con los vulnerables.
La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia ya denunció el aumento de ataques y asesinatos a activistas rurales en el primer año de implementación de los acuerdos de paz entre el Gobierno colombiano y las Farc.
Recientemente, la conocida activista Francia Márquez fue víctima de un ataque con granadas en el que resultaron heridos sus escoltas.
Junto a la violencia, la impunidad es, para Sandoval, «uno de los mayores retos que hay en el marco del proceso de paz» y pide que la voz de las «comunidades étnicas» esté en el marco del «esclarecimiento de la verdad, que es lo que va a permitir avanzar hacia una justicia».
«Para que haya justicia tiene que haber verdad y no puede haber una sola verdad», sino «una verdad que conjugue las diferentes verdades y una de ellas es la del pueblo afro e indígena», insiste.
«Realmente hoy no incluir o no implementar el capitulo étnico de los acuerdos de paz implica el riesgo de que las comunidades étnicas no tengan garantías de la verdad, justicia, reparación y de no repetición», asegura.
Sandoval ve «diferencias radicales» entre las acciones por la paz del Gobierno actual y el anterior (el de Juan Manuel Santos).
«Lo claro es que el anterior Gobierno apostó por la paz y hoy nos encontramos ante un Gobierno que no quiere la paz como está planteada, está haciendo oposición a que esto se concrete. Para nosotros es devastador porque es volvernos cincuenta años atrás en el conflicto», advierte.
Las mayores consecuencias «se siguen perpetuando en las comunidades afro e indígenas, con el despojo de tierras, con una reconfiguración de grupos armados en las zonas rurales», denuncia.
Unas consecuencias que siguen pagando los más vulnerables: «somos quienes les hemos puesto los muertos en la guerra, pero al parecer seguimos siendo los que ponen los muertos para lograr la paz, a lo que por supuesto les decimos que no estamos de acuerdo».
LA TITULARIDAD DE LA TIERRA, PUNTO CLAVE
La activista explica que uno de los mayores retos a los que se enfrentan las comunidades rurales, pobladas en su mayoría por afrodescendientes, indígenas y campesinos, es obtener la titularidad de las tierras que sus familias habitan desde hace siglos. Es por la posesión de la tierra cuando empieza el hostigamiento.
«Ahora mismo en Colombia hay titulaciones de territorios para comunidades afro en diferentes regiones del país. El territorio en el que nosotros estamos no lo está, ahí prevalece la titulación privada, lo privado y no lo colectivo, y lo que queremos es que ese territorio blinde las condiciones», cuenta.
Y sin titulaciones de propiedad, llegan las invasiones y los desplazamientos de las comunidades.
«No queremos que tras un enfrentamiento entre grupos armados, haya desplazamiento y luego lo que encontremos en nuestro territorio sean grandes empresas empoderadas haciendo o minería o teniendo grandes proyectos como hidroeléctricas o sembrando grandes cantidades de tierra, queremos un Estado que garantice derechos», reclama.
LOS RECURSOS, LA CUESTIÓN PRINCIPAL La activista cree que tras la violencia «que se ha exacerbado en Colombia» tras el acuerdo con las FARC «hay un modelo económico, imperante, donde Colombia es un eslabón» y donde «Norteamérica y Europa expolian» a territorios en desarrollo «pero que tienen una amplia cantidad de recursos naturales».
«En Colombia defendiendo esos recursos naturales nos encontramos comunidades afros, indígenas, campesinas… que somos los que estamos en territorios rurales, donde nacen los ríos, donde hay cantidad de bosques, de riquezas como la minería, oro, coltán, donde hay petróleo», insiste.
Sabe que la resistencia de las comunidades se lee como una oposición «al desarrollo», pero aclara que no están en contra del desarrollo sino que no quieren uno que los «oprima».
«Nadie en el mundo es capaz de vivir sin agua, sin bosques, este modelo de consumo capitalista tiene que ir pensando cómo ir desmontando esas políticas de muerte que tiene, es importante que reconozcamos que si no cambiamos nuestras prácticas de consumo vamos a terminar con nuestro planeta», asevera.
EL MIEDO, SIEMPRE PRESENTE
«Hay un riesgo que corremos cuando tomamos esta opción de la defensa de los Derechos Humanos, el miedo siempre está allí, nunca se va. Lo podemos tramitar de diferentes maneras, como una forma de protección, para saber en qué momentos podemos movernos, y en cuales no», calibra Sandoval.
Con todo, tiene claro que esta lucha trasciende su figura y sabe que sus ancestros «dieron su vida» para que ella tuviera «mejores condiciones de vida», algo que quiere trasladar a «las futuras generaciones de comunidades afros, indígenas, campesinas, mestizas, no solo de Colombia», sino de todo el mundo.