Por las venas de Willy corre la tierra chocoana, pero su pequeño afro y su tez morena, heredados de su padre, nacieron y se criaron en el Samper Mendoza, un tradicional barrio bogotano en el centro de la ciudad, en donde pasó los mejores años de su vida. Sin embargo, ahí también conoció la perdición de las drogas, de la que lo salvó el rap.
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En esta época de luces y regalos, la nostalgia invade a Willy. Este año se prepara para pasar su primera Navidad sobrio, libre del bazuco y el pegante, pero acompañado de la marihuana, porque esa no la puede dejar. Tampoco le genera dependencia, no fue su droga de inicio, no lo invita a hacer cosas malas, como dice él.
Es la primera Navidad de Willy sin fiestas, sin sexo, drogas ni alcohol. Con ese también tuvo problemas. Lleva nueve meses en El Camino, un centro de rehabilitación y acogida para habitantes de calle, y está ansioso. La Navidad siempre trae esperanza, la de Willy es que su vida, a sus 38 años, por fin se está enderezando.
Pero las navidades no siempre fueron oscuras. No siempre las pasó con ‘amigos’ de la calle prendiendo una pipa o robando, perdido entre el bazuco y con una mujer entre sus piernas. No. Willy tiene recuerdos de su infancia muy valiosos y entre esos está la Navidad: “Mi niñez fue buena, mis navidades fueron buenas, bonitas. La pasábamos ahí en el Samper Mendoza con los amigos de la cuadra, con mi mamá que siempre me acompaña. Tengo un buen recuerdo de niño”, dice.
Las navidades estaban llenas de luces, pólvora y vecinos compartiendo. En los días libres, en esos a final de año, Willy jugaba básquetbol en el polideportivo del barrio… hasta que conoció a quienes lo llevaron por el mal camino.
Es inevitable que en esta época los recuerdos no se aviven y eso pasa con él. Su Navidad pasó de estar llena de colores, de felicidad y energía, a tornarse negra y verse envuelta en sustancias que lo llevaron más allá, que lo impulsaron a cometer errores de los que hoy se arrepiente.
Ahora espera que se pinte de verde, el color de la esperanza, de volver a empezar para no rendirse. Y aunque intentó rehabilitarse tres veces, la de esta vez es diferente porque dice que se cansó.
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“Me cansé de la calle, me cansé de la vida que llevé por 22 años, me cansé del rechazo y de que la gente me diera la espalda. Me di cuenta de que esta vez estoy completamente seguro de que me cansé de la mala vida, del ‘upejotazo’ (pasarse en la UPJ), del desprecio y de no poder hablar con mi mamá y mi hija. Me cansé de perder el tiempo… se me escapó mucho”, cuenta.
Willy también perdió amores: “Tengo una tía que quiero mucho, pero en la época mala se alejó y no quiere saber nada de mí. Lo mismo pasa con mi abuela, me alejó. Pero no las culpo porque uno la embarra. La que sí ha estado conmigo siempre es mi mamá, me ha salvado de muchas cosas y yo me pongo en los zapatos de ellos y los entiendo un poco, pero yo sé que el tiempo sana todo y en algún momento nos volveremos a hablar”, dijo.
El rap
Willy crea versos de sus vivencias. El rap es su salvación y el año pasado hasta grabó un video con su canción Metamorfosis. Un homenaje a su mamá y una especie de catarsis.
En esa canción se confesó, le cuenta a la gente lo que hizo y lo que no quiere repetir: “Todo lo que sé se lo canto al oyente, nadie de ustedes sabe la sed que mi garganta siente”, dice en una de sus estrofas.
Esa canción la escribió hace muchos años y se inspiró, si así se puede decir, en un niño que le pidió plata en ‘la L’, el desaparecido ‘Bronx’. “El pelado tenía 12 años y me paró, le vi la pipa de bazuco lista y me pidió una ‘liga’. Le di 1000 pesos en monedas y le dije: ‘Ojo, pelado, que si sigue así no llega a conocer la cédula’, pero el man se rió”, cuenta Willy mientras mira sus manos que, así como sus dientes, reflejan el paso por la calle y las fumadas de bazuco.
El rap es su salvación porque escribir canciones le ayuda con su rehabilitación, le ayuda a soportar los días en los que la tentación lo llama, eso no lo niega, y sobre todo en Navidad, cuando sabe que la gente está más amable, bota la casa por la ventana y abre su corazón.
“Esta época es difícil por eso, porque todo está al alcance. Volver a caer es muy fácil y no quiero. Afortunadamente mi hija y mi mamá me apoyan. Cuando cumplí 38 años me puse feliz porque en un momento de mi vida no pensé llegar a esta edad. La mayoría de mis amigos están muertos”, cuenta Willy.
A siete días de la Navidad, Willy la ve prometedora, “porque me dice que el año entrante va a estar bien y me tiene con muchas ganas. Ya sobreviví navidades, ahora quiero una feliz Navidad”.
“Estoy completamente seguro de que me cansé de la mala vida (…) Me cansé de perder el tiempo… se me escapó mucho”