Un día Pedro Infante entró a un restaurante y antes de pedir se metió en la cocina para lavar trastes; solo cuando acabó, le dijo al dueño «Toño, ya cumplí, ya me puedes servir». Hoy sigue siendo recordado por su sencillez, además de por el talento que le convirtió en el «gran ídolo de México».
Hace cien años, Infante (1917-1957) nació en Mazatlán (Sinaloa), el 18 de noviembre, y desde temprano mostró vocación para la música. Aprendió a tocar la guitarra, el piano, el violín y la batería de forma «natural», demostrando que tenía un «don», dice a Efe Sergio Solís, productor en Warner Music México.
«Obviamente, la gente no lo quería ver tocando detrás de la batería, la gente lo quería ver delante, con el micrófono cantando, porque tenía una presencia física que les gustaba a ellas y a ellos también», comenta con una sonrisa. La voz de Infante, que no llegaba a registros altos, interpretó géneros como rancheras, baladas rancheras, vals y huapangos; «Cien años», «Paloma querida», «Mi cariñito» y «Cartas a Eufemia» son algunos de los temas por los que se le recuerda.
«Pedro Infante transmitía a través de su voz», podía darle el tono adecuado a una canción con sentimientos de «fiesta, enojo, o tristeza», afirma María Eugenia Flores, hija del compositor «Chava» Flores (1920-1987), quien compuso temas para el cantante como «La tertulia». Para ella, «el ídolo de Guamúchil» (por el pueblo en el que pasó su infancia) supo vencer una de las dificultades que implican los temas de su padre: «Tienes que conocer acerca de la forma de ser del mexicano, saber interpretar, no es una canción que se diga de memoria y no digas nada».
Se sabe que Infante tenía una facilidad sorprendente para aprenderse las canciones y grabarlas de manera ágil, aunque no fue así en la primera audición que realizó para una película, cuando casi lo vence el pánico. No obstante, esos temores iniciales no duraron e Infante participó en unas 60 cintas, entre ellas «Los tres García», «Nosotros los pobres» y «Pepe el Toro».
El sinaloense, destaca Flores, ha trascendido por su carisma, por la que sigue «jalando» a la gente después de muerto. Cuando se pregunta por qué para los mexicanos sigue siendo hoy en día una figura tan cercana, las explicaciones coinciden en señalar la personalidad del ídolo.
Eurídice Cervantes, hija del compositor Alberto Cervantes -quien conocía a Infante desde joven-, defiende que el cantante y actor era una persona sencilla, como demuestra la mencionada anécdota del restaurante. Además, agrega, ayudaba a todo aquel que se le acercara, con trabajo o dinero, pero «no lo andaba pregonando».
«Es muy difícil que encuentres un artista en la actualidad que reúna todas esas cualidades: sencillo, honesto, humilde, solidario», asevera. Mucho se habló de la supuesta rivalidad de Infante con Jorge Negrete, otro de los ídolos de la llamada «Época de Oro» del cine mexicano y con quien coincidió en la película «Dos tipos de cuidado», en los que los dos se enzarzan en un recordado duelo de coplas.
La voz de Negrete «era mucho más importante que la de Pedro Infante, pero la emoción de Pedro Infante fue única», reflexiona el tenor Fernando de la Mora. Asegura que el cantante «se conectó con el público de una manera familiar, de una manera única», porque «Pedro Infante está en el ADN de todos los latinoamericanos».
«Ha traspasado las barreras del olvido, ya no va a ser olvidado jamás; estamos hablando de alguien que va a prevalecer porque movió las fibras no solo de una generación, sino de una nación, una nación latinoamericana», argumenta el tenor, quien ha subido al escenario en varias ocasiones el repertorio popularizado por Infante.
Para rememorarle, hoy se inaugurará el Museo de Pedro Infante en Guamúchil, que contará con objetos que pertenecieron al artista, mientras que en la capital se presentará la exposición «Por siempre, Pedro Infante» en la estación de metro de Bellas Artes, y mañana se celebrará una misa en la Basílica de la Virgen de Guadalupe.
Siempre quedará como una incógnita el qué habría pasado si un accidente de avión no hubiera acabado con su vida a los 39 años. A lo largo de su trayectoria, dejó grabadas 351 canciones, la última de ellas, «La cama de piedra».
«Alguien decía por ahí que las gentes grandes son tan grandes que saben el momento en el que se tienen que morir», apunta Solís, quien agrega que de lo que no hay duda es que tuvo la calidad suficiente como actor y cantante para ser recordado como lo que es, «el gran ídolo de México».
EFE