La paz ha sido el norte de su Gobierno bajo la premisa de que poner fin a más de medio siglo de conflicto armado es solo el primer paso para que el país alcance el desarrollo económico y social.
«Este Gobierno trabaja por la paz, entendiendo que esta es una condición necesaria pero no la única para mejorar la vida de los colombianos», señaló la Presidencia con motivo de los seis años de su gestión, que tiene como complementos la equidad y la educación.
Esa visión no es unanimidad y algunos sectores, como los camioneros o campesinos, han manifestado su disconformidad por su situación con huelgas y protestas que han paralizado el país, lo que sumado al crecimiento de las bandas criminales de origen paramilitar y de la inseguridad ciudadana, preocupa a muchos pero el Gobierno considera que todo será mejor cuando haya paz.
«La paz se lleva por delante a cualquier otro problema, por importante que sea, porque cerrar efectivamente una confrontación de más de cinco décadas es algo que repercute en todos los colombianos, independientemente del grado de aceptación que tenga, y en el ámbito internacional», dijo a Efe el analista Jairo Libreros, profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Externado de Colombia.
Sin embargo, a pesar de la expectativa que genera tanto dentro como fuera de Colombia la proximidad del acuerdo con la guerrilla más antigua de América después de más de tres años de diálogos en La Habana, la aprobación a la labor del Gobierno de Santos no levanta.
Según una encuesta publicada hoy por la revista Semana, el presidente tiene una aprobación de solo el 25 % a su gestión y un 63 % es pesimista frente a la posibilidad de que la negociación con la guerrilla llegue a buen puerto.
En cuanto al plebiscito para refrendar los acuerdos de paz, el 39 % de los consultados dice que votará por el «Sí» a los acuerdos y el 50 % por el «No», mientras que en junio pasado, el «Sí» tenía un 56 % de intención de voto y el «No» el 39 %.
El sondeo revela además que Santos, que asumió su segundo mandato de cuatro años el 7 de agosto de 2014, tiene el respaldo del 23 % de los entrevistados mientras que el 76 % dice no apoyarlo.
Y es que, a juicio de Libreros, el jefe de Estado, percibido como «distante y frío», «no ha logrado conectarse con amplios sectores de la sociedad», a pesar de haber obtenido por primera vez la Presidencia para el periodo 2010-2014 con más de nueve millones de votos, el resultado más alto en la historia electoral colombiana.
No le ha ayudado a Santos la sensación de inseguridad que experimentan los colombianos, si bien las acciones de las guerrillas de las Farc y del Eln disminuyeron.
Con el propósito de inclinar la balanza a su favor, Santos recordó ayer que en los seis años que ha ocupado la Casa de Nariño, se han creado más de tres millones de empleos, la mayoría de ellos formales, y se conectaron todos los municipios del país con banda ancha y fibra óptica.
En lo que va de su Administración también se han construido 1,1 millones de viviendas y se logró que nueve millones de niños asistan gratuitamente a la escuela pública.
Para Libreros, los próximos dos años de Gobierno van a ser «complicados» porque «si bien es inminente la firma de la paz y eso generará oportunidades importantes y un mayor nivel de optimismo, se viene una etapa dura de descontento con los acuerdos».
Colombia, explicó, «tendrá que ‘tragarse los sapos’ en materia de justicia al ver, por ejemplo, a los cabecillas de la guerrilla ejerciendo actividades políticas».
A lo anterior se suma el hecho de que en menos de un año arrancará la carrera para elegir a quien será el nuevo inquilino de la Casa de Nariño a partir del 7 de agosto de 2018.
En definitiva, los dos años que le restan de Gobierno al presidente se vislumbran como un periodo complicado, en donde lo bueno y lo malo del acuerdo de paz con las FARC marcará su agenda.
Por ello, según Libreros, «veremos a un Santos con su más notoria característica acrecentada, la persistencia que ha tenido para sacar adelante la negociación a cualquier costo, con toda la fortaleza emocional y la convicción que ha demostrado para evitar que el barco de la paz naufrague».