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“Si no cambian costumbres, no sirve adelantar el reloj”: experto

El Ministerio de Minas lleva varios días tratando de convencer a los colombianos de que el país no sufrirá un apagón como consecuencia de la escasez de agua y los daños en las centrales eléctricas de Guatapé y Celsia. Pero para muchos, el riesgo de un racionamiento eléctrico o de correr la hora del país 60 minutos está latente.

Las memorias más claras surgen de 1992, cuando el propio Juan Manuel Santos, como ministro de Comercio Exterior, impulsó la creación de la llamada “hora Gaviria”, en la que se adelantaron los relojes una hora para poder intentar que se disminuyera el pico máximo de electricidad y que en ese entonces fue acompañado con un racionamiento.

“Colombia es un país muy particular en ese sentido: la curva de carga tiene un pico muy abrupto”, afirma el profesor de la Universidad Distrital y miembro vitalicio del Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE), Julio César García, que ha estudiado durante años la dinámica del sector eléctrico en el país.

“Aquí hay un pico que yo llamo ‘el pico de la olla y la telenovela’. Las personas salen a su casa y llegan entre 6 y 8 a prender la olla, el microondas, el televisor. Y ese pico se registra hasta las 9:30. Ese es el pico más complejo de la curva de carga del sistema eléctrico”, explica.

En 1992, muchos colombianos tomaron como costumbre escuchar radio y realizar juegos de mesa a la luz de las velas y reverberos, al quedarse sin electricidad. En la actualidad, la dependencia de aparatos electrónicos como computadores, consolas de videojuegos, teléfonos celulares o tabletas podría hacer más difícil plantear esta alternativa.

Así, una posible modificación del horario no afectaría el pico de carga más extenso, solo lo correría una hora. “Si el colombiano llega a prender igual su televisor, su olla y tal vez su ventilador, da lo mismo. Se corre el pico de 5 a 8:30 y no de 6 a 9:30”.

El riesgo es que estas sobrecargas pueden provocar racionamientos eléctricos, que tendrían un efecto catastrófico sobre la industria y el comercio nacionales. “Si una industria se queda sin electricidad de 10 a 11 am no puede decirle a sus empleados ‘no les pago la hora’, o a sus clientes ‘no puedo cumplir con el pedido’”, afirma García.

Para solucionarlo, el académico propone que las familias abandonen la costumbre de “llegar a la casa, prender el televisor y las luces. Así esté una luz prendida 15 minutos, ese bombillo debe multiplicarse por 15, 20 millones. Es una cuestión de conciencia”.

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