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La pelea más triste en la historia del boxeo

“No estoy viendo bien. Me está pegando muy fuerte. Hay algo en sus guantes, hay algo en sus guantes…”.

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Fue el asalto más duro de todos, el décimo. Billy Collins Jr. tenía los ojos convertidos en berenjenas y sentía internamente que algo más fuerte que los golpes de su contendor lo estaba enviando a la lona.

Sin embargo aguantó lo más que pudo, con valentía, defendiendo su honor y el récord de 14 peleas sin derrotas, habiendo ganado 11 por la vía del KO.

Desde la esquina de Collins, su padre, Billy, que también había sido boxeador, pensó varias veces en tirar la toalla para suspender el duelo. Su hijo estaba siendo masacrado por su contrincante, Luis Resto. Desde la esquina de Resto, su entrenador, Panamá Lewis, lo incitaba a terminar el combate por la vía del sueño a como diera lugar. “¡Vamos, Luis! ¡Vamos a matarlo! ¡Mátalo!”.

La decisión fue unánime: Resto vencía por decisión a Collins Jr, que era retirado con dificultad del ringside. Billy Collins padre, hidalgo en la primera derrota de su hijo como profesional, fue a saludar al ganador y se dio cuenta de que los lamentos de su hijo en el décimo asalto tenían asidero: al tomarle la mano a Resto, sintió que los guantes del verdugo de su vástago estaban adulterados. Los habían “peinado” –expresión que se utiliza cuando se les quita el relleno para que el boxeador pegue casi a mano limpia, hecho que es trampa en cualquier lugar del mundo–.

De inmediato y a los gritos pidió que los guantes fueran confiscados. ¿Cómo era posible que nadie se hubiera dado cuenta de semejante exabrupto? El árbitro Tany Pérez encogió los hombros: él fue otro de los que no supo qué decir ante la sospecha del fraude. Mientras que los Everlast rojos eran decomisados para las pesquisas correspondientes, Billy Collins Jr. era revisado por los médicos a la salida del Madison Square Garden aquella noche del 16 de junio de 1983, donde el combate Resto-Collins Jr., enmarcado en la categoría wélter, era la antesala del verdadero platillo de la noche: el duelo entre Roberto ‘Mano de Piedra’ Durán y Davey Moore.

Al poco tiempo se destapó la trampa: Panamá Lewis había mandado retirar la espuma de los guantes de su pupilo y además los remojó en yeso. Collins, en conclusión, recibió puños a manos limpia y ladrillazos al mismo tiempo. Resto y Panamá Lewis pagaron prisión y fueron desterrados
del boxeo de por vida por aquella asquerosa componenda.

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El perdedor no tuvo mejor fortuna: Collins Jr. sufrió una gravísima lesión de retina e iris que lo dejó casi ciego después del castigo sufrido por Resto y jamás pudo volver al boxeo. Perdió dos empleos por cuenta de su discapacidad y se hizo amigo del alcohol y de la tristeza.

Nueve meses después, conduciendo su automóvil, ciego y embriagado, sufrió un accidente que le quitó la vida el 6 de marzo de 1984, cuando apenas tenía 22 años.

Realmente Collins Jr. había muerto nueve meses antes en el Madison Square Garden.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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