Uno de los gallinazos que vuela hoy por las montañas de La Reforma, en el occidente de Cali, estuvo a punto de morir en sus primeros meses de vida porque se había tragado una puntilla de varios centímetros de longitud. Esto lo descubrió Deiby Beltrán, rescatista y amante de animales conocido entre sus amigos como Davis Travis, a quien se lo llevaron cuando el polluelo estaba débil y no recibía ningún alimento. Lo bautizó Abelardo. Y es ese mismo Abelardo el que hoy extiende sus alas y se adueña de todo el cielo.
La misma historia del pajarraco negro se repitió con otros animales: algún día Davis rescató a cinco zarigüeyas bebés a las que debió criar porque su madre estaba muerta. Recibió también un halcón con las alas mochas, loros heridos, tortugas, monos aulladores y un sinnúmero de animales que necesitaban ayuda para no morir.
Por eso es que algunos lo llaman ‘el encantador de chulos’ o el ‘líder del Clan Zarigüeya’. Sea como sea, lo cierto es que este caleño es el cerebro detrás de la primera ‘escuela verde’ de Colombia, un espacio para que niños y adultos aprendan sobre los animales, el agua y las plantas y empiecen a cuidarlos como debe ser.
Esta educación se realizará de una forma distinta. No como en el colegio, donde las lecciones sobre los animales están entre las dos caras de un libro de Ciencias Naturales, ni como en los zoológicos, donde se ven encerrados en esa cercana lejanía. El aprendizaje será experiencial: los visitantes estarán junto a las vacas, cerdos, pollitos, patos, perros, gatos, zarigüeyas, gallinazos y toda la fauna que habita en ese ecosistema. ¿Se ha visto ‘Una noche en el museo’? Algo así.
El coqueto Abelardo tiene página en Facebook. Si quiere enterarse de sus aventuras diarias, sígalo aquí.
Amor de toda la vida
Uno de los grandes proyectos que tuvo Davis cuando era niño fue un centro de rehabilitación para insectos. La única sede quedaba en una matera de su casa que había enmallado para meter ahí los bichitos que atacaban sus gatos, entre esos varias cucarachas que habían recibido unos cuantos manotazos.
Antes de eso, cuando tenía unos cinco años, recuerda que su mamá rescató unas torcacitas y las alimentó durante un tiempo para que se recuperaran. Este fue el primer y gran ejemplo de amor hacia los animales. Por eso luego tuvo el hospital para cucarachas. Y entre sus pilatunas de niño también creó trampas para atrapar pájaros y hacer investigaciones, rescató gatitos, tuvo hamsters y dejó de hacer todo aquello que normalmente hacían los chicos de su edad para dedicarse a los animalitos.
Más adelante, su casa se fue convirtiendo en un pequeño hospital: tenía zarigüeyas en los cajones, pájaros en la sala, tortugas caminando en los pasillos, halcones en la terraza, monos en su habitación, gatos, perros y una familia enfadada por todos los desastres que estos animales ocasionaban a diario.
Sus noches transcurrían en los techos de los vecinos persiguiendo zarigüeyas para que no se le fueran a perder ni recibieran ataques por ignorancia. Picaba luego la fruta con la que las alimentaba y más tarde, en el día, las acostaba a dormir. Tuvo que mudarse, claro. Y fue justo ahí cuando inició otra gran aventura.
La casita del bosque
Davis la va a llamar así: La casita del Bosque. Su anterior proyecto en otra sede tenía el mismo nombre y llevaba como apellido ‘Hogar y refugio de las zarigüeyas’. Allí recibía día a día decenas de visitantes que querían conocer más de estos marsupiales a los que se les suele tener miedo y asco, pero que él fue logrando reivindicar con todo su trabajo. En ese espacio también tenía ardillas, loros y otras especies en las que se apoyaba para su labor de educación ambiental.
Sin embargo, fue una historia sin final feliz. Las autoridades ambientales le decomisaron todos los animales que estaba rehabilitando por no tener un terreno propio y las licencias requeridas. Licencias para salvar las vidas que nadie defiende en Colombia, dice él. Y lo dejaron solo en su casita del bosque, pero con más ganas de seguir educando personas y rescatando animales, porque si algo tiene claro es que la educación es fundamental para frenar los casos de maltrato por desconocimiento.
El nuevo refugio tendrá varios atractivos con los que su creador sueña cada día mientras trabaja por ellos: una ‘zona picnic’, un espacio con pantalla gigante para ver cine al aire libre, una cascada, un lugar para acampar y una amplia oferta gastronómica vegetariana. En el segundo piso de la vivienda que él mismo está construyendo con ayuda de su padre habilitará una habitación para que sus visitantes puedan pasar la noche. Como buen fotógrafo está construyendo ahí mismo un estudio de fotografía y, claro, también dejará un espacio exclusivo para la rehabilitación de los animales que lleguen con dificultades.
Todo este gran proyecto lo ha financiado con ayuda de sus amigos, conocidos y enamorados de su labor como rescatista y rehabilitador de fauna. Por eso dice que ‘La casita del bosque’ va a ser de todos: de las personas, de los animales, de los caleños, de los extranjeros. De todos y para todos. De aquellos que quieran aprender que las zarigüeyas no se matan porque no representan ninguna amenaza, de esos que quieran ver todo el amor que puede dar un gallinazo. O más bien de todo el amor que tiene siempre cualquier animal.
Sea parte de la casita
Los que quieran vincularse a este proyecto pueden hacerlo donando llantas, guaduas, plantas para sembrar y todos los materiales que puedan ser útiles en una construcción.