El eco de las palabras de Joaquin Phoenix en los Globos de Oro y en los Óscar con respecto al rol de cada individuo frente a los desastres del planeta se puede entender solo con la manera en la que funcionan hoy las formas de comunicación. Un hashtag, decenas de memes, millones de usuarios conectados y un tema sensible y coyuntural que se traduce en likes, en historias compartidas, en discusiones pasajeras que quedan registradas en la red pero que parecen temporales en la memoria humana. El antropólogo y arqueólogo Carlos Castaño Uribe está lejos de ser una figura pública como Phoenix. Quizás, algún día, un personaje para ser llevado al cine, pero este hombre de 64 años que ha dedicado su vida a trabajar por la protección ambiental en el país y los últimos 33 años a estudiar el Parque Natural Chiribiquete tiene verdades poco alentadoras: “seguimos talando y destruyendo el entorno que nos dará la verdadera riqueza y nuestra esperanza de futuro”.
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Ya no es tendencia lo que pasa en Australia ni en la Amazonía o las discusiones sobre la protección ambiental, eso pasa con las formas de comunicación en la era de las redes sociales. Las palabras de Castaño Uribe están lejos de ser virales y su impacto se reduce al círculo de personas que valoran los esfuerzos que ha hecho para que nos reconozcamos como sociedad y para que prioricemos la protección de los recursos naturales. Los conocimientos que tiene sobre Chiribiquete los condensa en su más reciente publicación, un libro que vio la luz no con recursos públicos, sino gracias a la empresa privada, que le permitió compartir sus investigaciones sobre un parque natural desconocido para las mayorías y que se encuentra en este momento en un altísimo riesgo.
Castaño Uribe asegura que ha sido la soberbia humana lo que tiene al mundo en un momento de no retorno. Lejos de ser un discurso desesperanzador, el de Castaño Uribe es un discurso realista que invita a unirnos como sociedad para evitar la destrucción del planeta. Sobre Colombia, rescata la necesidad de conocer nuestra historia, más allá de la prehispánica, y al tiempo el de educar a la población para que entienda cómo cuidar sus recursos naturales. Ve con tristeza el que no nos hayamos podido poner de acuerdo con un tema como la paz y rescata la protesta social como una forma de exigir un cambio de rumbo. De igual manera, insiste en que se ha copiado un modelo de desarrollo que no funciona en nuestra realidad puesto que no se ha priorizado la protección de nuestros recursos naturales. En entrevista con Publimetro, deja ver su visión sobre lo que pasa en el mundo y en el país en relación a la crisis ambiental a la que nos enfrentamos.
Hace 33 años tuvo contacto por primera vez con Chiribiquete, ¿la publicación del libro nace desde la desesperanza por estar en un punto crítico o de la esperanza de que a partir de esta publicación las cosas cambien?
Último y desesperado recurso para poder ver si por el lado de la sensibilidad logramos alinear un poco la consciencia del país frente a lo que le corresponde con este lugar. Y es una paradoja es que el tema es que nadie conoce Chiribiquete, y no lo conocen porque yo no lo he contado. Entonces si lo cuento, aquí se puede generar un tema de demasiada presión, pero al tiempo si no lo cuento se va a perder y de nada servirá haber guardado este secreto. Entonces tengo esos sentimientos encontrados que necesariamente son un motivo de mucha preocupación y de reflexión y no sé si me equivoco pero empiezo a ver que el libro está generando algo especial, un entorno de aceptación de la necesidad de proteger Chiribiquete, eso ya me parece que permite augurar que la meta y el propósito se pueden cumplir.
Usted ha hecho referencia a lo difícil que es convencer a las entidades públicas y privadas de apoyar este tipo de iniciativas, ¿cómo fue el proceso para llegar a este momento de lanzamiento?
Lo más importante es dar un parte de convencimiento de que las metas que nos hemos propuesto con este libro se están empezando a cumplir. Hay un genuino interés por defender el sitio. Siempre me ha parecido que todo lo que hay allí es tan intenso, tan importante, tan vulnerable, que no deberíamos estar generando una expectativa sobre el lugar. No tenemos un mejor camino para defender hoy a Chiribiquete que poder rodearlo con el compromiso de la sociedad civil, de las instituciones y de una gran fuerza universal. Vamos a necesitar todo el apoyo para lograrlo, Chiribiquete está en una situación muy apremiante, en medio de un contexto de devastación total de la selva amazónica a pasos agigantados. Eso que vi yo hace 33 años enclavado en la mitad inexpugnable de la selva ya no es así, la frontera llegó hasta los propios límites del parque y si no logramos encontrar los aliados, los instrumentos, las herramientas y los recursos vamos a perder Chiribiquete.
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¿Qué puede aportar Colombia a las discusiones ambientales que se dan a nivel global sobre la protección de los recursos naturales, teniendo en cuenta que el planeta necesita otra visión por parte de nosotros como seres humanos?
No cabe duda que estamos en un momento muy coyuntural y de gran incertidumbre. Los ambientalistas vemos con gran preocupación este momento de inflexión, ante una situación cada vez más extrema y agobiante de desequilibrio de todas las condiciones climáticas, que son un motor de transformación enorme que hemos producido nosotros, nadie más. Esos argumentos que se utilizan muchas veces para subestimar el papel de lo que hemos hecho en este planeta, transfiriéndole esa responsabilidad a la naturaleza no solo es inadecuado sino irrespetuoso porque este planeta sin nosotros es evidente que se podría mantener diez mil veces mejor. Pero hoy somos casi 9000 millones de personas que seguimos expandiéndonos, que estamos llegando al último rincón de las fronteras inexploradas del planeta, cada vez más con más argumentos de apropiación y de pensar, muy inconvenientemente, que no necesitamos la naturaleza para lograr un propósito a futuro. Esto es muy errado porque todo absolutamente todo lo que tenemos hoy, a pesar de la tecnología, depende de los recursos naturales, empezando por el agua que es el elemento vital. Somos tan soberbios que ni siquiera somos capaces de entender eso.
¿Cómo está hoy el apoyo para investigar sobre temas ambientales en el país, reconociendo que usted está ya en la fase de divulgación de un proceso de más de 33 años?
Es una situación muy difícil y hay que entender en qué país vivimos. Ante tanta situación calamitosa, ante tantas necesidades, ante tanta incertidumbre del desarrollo social, cultural y ambiental, es evidente que esto va a quedar siempre en las últimas de las prioridades de Colombia, ese ha sido el drama de esta investigación. Hoy en el mundo, y Colombia no es la excepción, se gastan cientos de recurso en cosas que realmente son muy superfluas. Entonces yo creo que el tema no es de recursos necesariamente, el tema es de saber alinear las prioridades y estamos en ese momento coyuntural, y eso se ha demostrado en las últimas marchas, en las movilizaciones sociales que están buscando un cambio en el sentido de las percepciones de vida de nosotros. Hay un gran desconcierto en un país maravilloso que tiene todo a favor y en el que no hemos logrado saber alinear, ni nuestras maravillosas oportunidades, ni nuestros grandes dones y se nos están pasando los años en una serie de prioridades que no son fundamentales.
Lo que usted me dice de alinear esas voluntades y también la frustración que significa ver lo que pasa en este país, ¿qué significa hacer ese lanzamiento en un contexto como el Hay Festival, que reúne a solo una parte de la sociedad que puede tener acceso a estos eventos?
Los medios tienen un papel muy importante para hacer trascender mensajes que puedan tener un impacto fundamental en la vida de todos nosotros. Es sin lugar a dudas el mecanismo más adecuado para hacer amplio este llamado a diferentes tipos de población. Por algún lado hay que empezar y el libro es un pretexto para ello, pero somos conscientes de que no podemos quedarnos solo en este ámbito de un Hay Festival, pero son espacios que tenemos que ir ganándonos poco a poco. Eso debe ir de la mano de entender de dónde venimos y quiénes somos porque en Colombia se ha subestimado mucho el papel de la historia y muy particularmente del pasado y entre más lejano es algo de lo prehispánico se vuelve absolutamente invisible. Hemos logrado invisibilizar nuestras raíces, la esencia del mestizaje de Colombia. Hay que entenderlo, y si no lo entendemos pues yo veo muy difícil poder mirar con absoluta claridad y trascendencia nuestro futuro.
¿Cómo hacer para reconocer lo que somos y precisamente para no olvidar nuestra historia, para acabar con la exclusión histórica por temas de raza o clase social y trabajar alineados por un mejor futuro?
Lo más importante es ser muy consciente acerca del sitio en el mundo en el que estamos parados y ver que tenemos una ventaja comparativa maravillosa. Nuestra posición geográfica es inmejorable, nuestros recursos son insuperables, nuestra oferta biodiversa y los servicios ecosistémicos que nos dieron son de una importancia geoestratégica inigualable. No lo hemos entendido. Seguimos emulando modelos económicos, productivos de otra parte, que no tienen nada que ver con Colombia, seguimos talando y destruyendo el entorno que nos dará la verdadera riqueza y nuestra esperanza de futuro. Queremos seguir implantando los modelos productivos de países del norte y ese es un nuestro derrotero en el modelo de desarrollo y en el modelo político en el que nos hemos enfrascado, dejando de lado uno la importancia de las cosas esenciales para construir un país ubicado en la zona tropical, en el eje ecuatorial, donde su gran riqueza y efectividad está asociada a los bosques, al agua y a su biodiversidad. No hemos ni siquiera podido entender la enorme importancia que tiene nuestra etnodiversidad y pensamos que el referente que traemos de occidente es el que importa y no más.
Con la falta de voluntad política, con las movilizaciones sociales, con voces que no han sido escuchadas y con intelectuales de distintas áreas que no tienen el apoyo suficiente para sus investigaciones, ¿cómo se puede generar un impacto real para que Colombia cambie de rumbo?
Se está insinuando en estos últimos meses y semanas en Colombia y en el mundo entero, que la juventud que está dándonos una lección muy importante frente a esa percepción que tienen ellos del mundo que les estamos dejando y no cabe la menor duda de que es así. Pero amén de eso, hay una cantidad de voces que no se han escuchado, que no son necesariamente las más jóvenes sino por el contrario sino las que más sapiencia tienen en países como el nuestro. Así que escuchémoslos, veamos cuáles son esas grandes asertividades frente al manejo que se le debe dar a nuestros recursos, a nuestro país, a la gestión del desarrollo en regiones que tienen todo y se están viendo destruidas a pasos agigantados. Tenemos al frente de nosotros una realidad histórica, si nosotros no miramos atrás no entendemos quiénes somos de dónde venimos, qué es lo que nos caracteriza, porque además tenemos el temple para hacerlo, jamás vamos a poder mirar de una forma certera y segura, y menos en un momento tan coyuntural como el que estamos viviendo, ad portas de una debacle ambiental, lo que está pasando en Australia, en toda la cuenca amazónica, lo que está pasando en los Andes, y en las zonas de incendios forestales, eso sigue siendo sin ser entendido. Aquí en este libro hay un pequeñísimo aporte para poder visibilizar lo que significa una forma de entendimiento diferente al que creemos tiene la razón, que es el que nos han enseñado a nosotros en nuestra cultura occidental.
Con su libro, ¿qué mensaje le quisiera dejar a aquellos que ignoran esta realidad o que no le dan la importancia que merece?
La primera pregunta que se tienen que hacer los colombianos es qué esperan que sea el papel de la Amazonía. Estoy seguro que nadie va a responder adecuadamente lo que hay que hacer, excepto desarrollémosla bien. Y es la pregunta de fondo y es si el modelo que queremos para la Amazonía es emulando como siempre lo que está pasando ahorita, ganadería extensiva, carreteras, tumbar la selva, seguir arrinconando a los indígenas que han vivido allí. Nadie conoce la Amazonía, tienen una idea muy distante, y no hay interés por internalizar esa otra parte de Colombia, ni qué decir del Chocó, ni qué decir de la Guajira. El mundo de la mayoría de la gente no pasa del ámbito de lo que ha sido su vida confinada a una urbe, a unos medios, a una realidad muy distorsionado. Aquí el papel de la educación es fundamental y eso hay que bajarlo a la realidad.