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Metro

En días, muchos por demás cada año, en los que seguimos respirando un aire podrido y en los que las medidas siguen siendo tibias desde todos los frentes –institucionalidad, empresarios y ciudadanía– yo, como ciudadano de Medellín, le agradezco al sistema integrado de transporte de esta ciudad que tiene como gran líder al metro.

La cotidianidad, el volver costumbre todo el quehacer del día a día, nos genera una situación de anestesia en la que es normal tener lo que tenemos y sentir que es parte del “paisaje”. Es verdad que con nuestros impuestos pagamos eso, es verdad que eso mismo tiene muchos errores y fallas, como todo en la vida, pero es verdad que es un privilegio, en un país como el nuestro, tener este medio de transporte, que nos da su servicio desde el 30 de noviembre de 1995.

Vendí mi carro hace cuatro años y no me hace falta en lo absoluto, de pronto para ir a los pueblos a pasear, pero dentro de mis actividades en la ciudad no lo extraño. Y sí, sé que cada uno de ustedes tiene historias distintas, válidas y difíciles por demás. Pero también es claro que el apego hacia el carro o la moto es fuerte.

También es clara una cosa: el metro en los últimos dos años ha fallado más seguido que de costumbre y cuando eso ha ocurrido, literalmente, hay un colapso en la ciudad. Las medidas de contingencia con buses y taxis no dan abasto y queda demostrado que Medellín es una ciudad “metrodependiente”. Y eso no es malo. ¡Afortunadamente existe y lo tenemos!

Me gusta en la vida quedarme más en lo positivo que en lo negativo. Me aburre la gente que tiene la queja y el lamento como insignia de vida. Hay que decir lo negativo, hay que decir lo que pasa, hay que expresarse cuando las cosas no van bien, pero hay formas, y hay gente que se queda ahí, estancada en esa arena movediza de la queja, la amargura y el negativismo. Esos son los que causan el atraso en las sociedades.

El metro y su sistema me suplen gran parte de mis necesidades de transporte gracias a un menú que incluye metrocables, metroplús, rutas integradas, bicicletas públicas y un tranvía. ¿Que se llena? Obvio, si no se llenara no sería un sistema masivo. No hay un solo sistema masivo en el mundo que en horas pico sea vacío como el desierto del Sahara, salvo que funcione en el mismo Sahara. Es claro que se llena de gente y que hay apachurre, empujones e incomodidad. Pero acá hay algo que sustenta eso: la cultura de la gente de esta ciudad y el respeto por su sistema de transporte.

Pocos o casi nadie se cuela. Se respeta que la gente salga para poder entrar. Hay aseo, no se come dentro del sistema, no hay vendedores o cantantes. Nadie se mete sin pagar. Es una labor que se vive en el metro como la novela de Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas: “Uno para todos, todos para uno”.

A eso adicione que en las estaciones suena buena música. ¡He oído a Def Leppard! A eso adicione que las redes sociales del metro (@metrodemedellin) son innovadoras, afables, informativas, con humor, con amor, con un sentido que genera pertenencia.

Hay mucho por mejorar en el metro y hay muchos planes y sueños. Pero no sobra, desde estas letras, agradecerle por un servicio que en general es bueno y por una labor que es eficiente. Nada peor que la ingratitud…

Por Andrés ‘Pote’ Ríos

 

 

 

 

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