Seguramente le suene familiar la expresión “síndrome del perro pequeño”, si usted es dueño de un peludo, en especial de uno cuya raza entra en estas características, es posible que haya enfrentado la realidad de que gran parte de este tipo de caninos es propenso a tener conductas más inadecuadas que otros más grandes.
Y aunque esperamos que su mascota definitivamente no sea una de ellas y su comportamiento deje perplejo hasta al más riguroso entrenador, si su caso es todo lo contrario o está a punto de adoptar a uno y quiere prevenir, aquí le explicamos por qué los pequeños actúan como lo hacen, cuáles son las tendencias conductuales más habituales en ellos y hasta cómo puede trabajar para evitarlas o corregirlas.
¿La raza influye en su comportamiento?
Más que la raza, el tamaño del perro sí puede influir considerablemente. De hecho, un estudio de la Universidad de Sídney, reveló que dependiendo del tamaño del cuerpo y la forma de su cráneo, el comportamiento del can puede presentar variaciones importantes.
La investigación, que trabajó con una población de más de 8.000 perros de 80 razas diferentes, concluyó que mientras más pequeñas eran las proporciones del cuerpo en general, el animal solía presentar más problemas de conducta relacionados a la agresión; mientras que, por su parte, los de mayor peso tenían más facilidad para ser entrenados, y esto se debe a que cada tipo, por su genética, reaccionan distinto a su entorno. Es decir, naturalmente los perros pequeños son más reactivos y sensibles que los grandes.
Como lo explica el doctor Paul McGreevy, autor principal del estudio “Esencialmente, mientras más pequeños sean los perros, su comportamiento es más incontrolable para los dueños”.
Por otro lado, la forma de su cráneo es un factor importante. Por ejemplo, los perros de hocico chato (como el Pug o el Bóxer) son más propensos a acicalarse compulsivamente o a pedir comida. Pero, los perros de hocico largo tienden a ladrar persistentemente o a tener actitudes relacionadas al miedo hacia los extraños o al robo de comida.
El peso corporal del animal también es importante. Entre los resultados que arrojó el estudio, a los perros ligeros se les relacionó más con la hiperactividad, la excitación y conductas enérgicas. Lo que significa que el instinto conductual de un perro pequeño puede cambiar dependiendo del peso. Razón por la que es mucho más hiperactivo un Beagle que un Basset hound.
¿Qué significa esto?
Antes de pensar que su perro se comporta así sin razón aparente, debe tener en cuenta que, debido a su naturaleza, es más susceptible a estas actitudes. Como es el caso de los Terrier, que en sus inicios fueron empleados como perros de caza de roedores, lo que podría haber generado un patrón común de agresividad que heredan a pesar del paso del tiempo.
Aprenda a detectar el comportamiento
Si bien cada perro es un mundo, con personalidades absolutamente fascinantes, los canes pequeños tienen mucho más marcado el sentido de la territorialidad, lo que provoca que sea común ver en ellos reacciones negativas cuando sienten que “invaden” lo que consideran de su propiedad.
Entre estos comportamientos entran la búsqueda desesperada de atención, en especial cuando el dueño está ocupado con algo o alguien más, ladridos excesivos cuando un humano u otro animal extraño se le acercan, ataques a otros perros de la familia, apego constante con el dueño y hasta agresión dirigida a sus humanos, que puede suceder por ejemplo si se aproximan a su plato mientras está comiendo.
Esa dependencia hacia su familia humana puede generarles, también, ansiedad por separación; que cuando sucede, puede acompañarse de signos propios de la ansiedad como conductas destructivas con objetos del hogar, vocalización insistente, inquietud, pérdida de apetito o salivación excesiva.
De igual forma, al ser más sensibles hacia su entorno que sus congéneres de mayor tamaño, son más propensos a estar a la defensiva. Sobre todo en espacios, y con personas, desconocidos para ellos; lo que puede verse como exagerada sensibilidad al ser tocados (como cuando se les hace revisión médica o se les baña), actitudes temerosas cuando intentan acercársele, o marcaje excesivo.
Pero no todo es culpa de la genética…
Y eso, precisamente, es una de las conclusiones más importantes del estudio de la Universidad de Sídney. “Los comportamientos indeseables, como la agresión hacia los dueños, o montar, podrían ocurrir más seguido en los perros pequeños. Esto sugiere que, en los perros chicos, estos comportamientos son más tolerados de lo que serían en los perros más grandes, donde tales conductas son más molestas e incluso peligrosas. De igual forma, tales comportamientos en los perros pequeños podrían ser el resultado de estar demasiado consentidos y sobreprotegidos”, resume McGreevy.
En gran medida, los culpables de que a los perros de razas pequeñas se les tilde de “malas pulgas”, son sus mismos dueños, por permitirles que desarrollen conductas que, a la larga, podrían provocar hasta situaciones difíciles en la convivencia.
Es simple: mientras que a un perro grande no se le permitiría gruñirle o morder a algún miembro de la familia, muchos hogares cometen el error de no corregir la misma reacción en un perro pequeño porque lo consideran inofensivo y hasta en algunos casos, tierno.
Entonces, el primer paso para evitar o corregir estas conductas, es evitando la sobreprotección y el exceso de permisividad dentro de la estructura familiar y el hogar.
Cuatro pasos sencillos para mejorar su comportamiento
Ya sabiendo lo que influyen las condiciones genéticas en las mascotas pequeñas, y cómo hasta inconscientemente los humanos las refuerzan, lo siguiente será establecer medidas y límites.
Para tener un perro feliz, no basta con suplir sus cuidados básicos, como la salud, alimentación y juegos. También hay que buscar su equilibrio emocional y gran parte de ello puede lograrse a través del entrenamiento que incluyan rutinas que lo mantengan satisfecho:
- Usted debe ser el líder de la manada
Los canes, al ser animales de manadas, necesitan seguir las órdenes de un líder; y si usted no se forja como uno, estos sentirán que deben asumir esta posición y allí comienzan los problemas de conducta. Para eso, debe conocer su mascota a profundidad, saber cómo vive y qué lo hace feliz para, a partir de allí, orientarse a cómo crear su plan de entrenamiento. También, aunque sea la criatura más adorable del mundo, debe controlar sus demostraciones de afecto para que solo sean ofrecidas en los momentos que lo ameriten.
- Planifique con rutinas
Los perros son seres de costumbres, por lo que establecerle rutinas ayudará en gran medida a mantener su vida en orden, lo que se traduce en equilibrio emocional. Por ejemplo, servirle la misma cantidad de alimento en horarios establecidos, le hará entender que tiene un lugar y tiempo en específico para poder alimentarse y eso evitará su ansiedad por la comida. Además, esta programación también le ayudará a calcular en cuánto tiempo necesitará ir al baño. También, dedicarle tiempos suficientes de juego al día, preferiblemente en un parque o fuera de casa, procurará que su mascota gaste energías acumuladas y trabaje en su sociabilización, un punto muy importante para trabajar en su tolerancia con los extraños.
- Sea constante en cómo lo educa
La efectividad del entrenamiento dependerá de la constancia y su correcto procedimiento. Es decir, de nada vale reprimir a la mascota por una reacción a la que nunca se le había dicho nada. Además, hoy en día, gran parte de los entrenadores recomiendan evitar los refuerzos negativos y enfocarse netamente en los positivos. ¿Cómo? Siempre cuando su mascota haga algo positivo (como atender a su nombre, respetar un “no” o acercarse cuando lo llamas) prémielo con elogios o snacks.
- Enséñele comandos básicos
En momentos donde su perro esté relajado aproveche para enseñarlo a obedecer órdenes básicas, como sentarse o quedarse quieto. Para que aprenda a sentarse, busque que su mascota tenga su atención y, de forma calmada mencione su nombre y la orden de sentarse. Con su mano, ligeramente ayúdalo a sentarse y prémialo con un snack. Repita esto con frecuencia hasta que entienda la orden y así pueda proseguir con otros comandos.
Así, poco a poco, su perro se convertirá en otro ejemplar que buscará erradicar del vocabulario el odioso “síndrome del perro pequeño”.