Los duques de Sussex celebran este sábado el bautizo de su hijo Archie en el Castillo de Windsor, a las afueras de Londres, con una ceremonia privada a la que asistirán familiares y amigos muy cercanos, y cuyos detalles apenas han trascendido.
Tan poca información han aportado Enrique y Meghan, en línea con su habitual secretismo, que ni siquiera se conoce el nombre de los padrinos del primogénito de la pareja, el séptimo en la línea de sucesión a la corona británica.
Los padres han diseñado una ceremonia sin la presencia de los medios de comunicación, al contrario de lo que hicieron los duques de Cambridge con sus tres hijos, porque están decididos a mantener a su hijo como un «ciudadano privado», según han explicado los medios de este país.
El bautizo, por tanto, aspira a ser un evento de bajo perfil para los estándares de la realeza de este país, en el que tampoco estará presente la bisabuela de Archie, la reina Isabel II de Inglaterra, quien ya indicó que tiene hoy otros compromisos.
No es algo inédito en la monarca, ya que el año pasado tampoco asistió al bautizo de su bisnieto el príncipe Louis.
Entre los que sí estarán, destaca el príncipe Carlos y su esposa Camila; Guillermo y Catalina; y la madre de Meghan, Doria Ragland; así como un reducido grupo de amigos cercanos a los duques de Sussex, hasta un total de unas 25 personas.
«Los padrinos, de acuerdo con sus deseos, permanecerán en privado», informó este jueves el palacio de Buckingham en un comunicado sobre la ceremonia, que estará oficiada por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby.
No obstante, sí ha trascendido que «son amigos de la pareja» pero no personajes públicos.
Al final del evento, los padres de Archie tienen previsto compartir algunas de las imágenes del bautizo tomadas por el fotógrafo Chris Allerton.
En las últimas semanas, los duques de Sussex han sido criticados por mantener la ceremonia alejada de los medios tras publicarse que gastaron 2,4 millones de libras (2,6 millones de euros) de fondos públicos para restaurar Frogmore Cottage, la que será su nueva residencia en Windsor.
La biógrafa real, Penny Juror, consideró un «error» la decisión de la pareja de querer mantener la ceremonia y el bautizo en privado tras haber gastado millones de dinero público en la restauración de su nuevo hogar.