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‘Estrella madre’, un libro para “imaginar una vida distinta”

'Estrella madre', un libro para "imaginar una vida distinta". El escritor Giuseppe Caputo presentó su libro más reciente, del cual nos habló en entrevista.

Giuseppe Caputo es una de las plumas jóvenes más celebradas del país, y regresa a las estanterías con una historia sobre el verdadero significado de resistir, amar a pesar de la distancia y del pasar de los días que se alargan por culpa de una espera.

En este libro tenemos una eterna añoranza por las cosas y las personas que no llegan, ¿de qué manera la imaginación ayuda a los personajes a lidiar con el peso de su realidad?

La imaginación, ya sabemos, sale del mismo lugar de la memoria. En la novela, entonces, el protagonista recurre a ella no sólo para revisitar el pasado, sino para asociar (o enlazar) ciertos episodios de su vida aparentemente desconectados. Ese ejercicio de conectar y relacionar fragmentos de su vida le permite entender un poco mejor su difícil presente. Así mismo, con la imaginación y desde la imaginación, todos los personajes de Estrella madre tratan de imaginar una vida distinta para cada uno: una vida común y mejor. Lo más importante, pienso, es que ese trabajo imaginativo no se queda en la irrealidad sino que es el punto de partida para acercar sus deseos a la vida.

El espacio que los personajes comparten tiene muchos problemas estructurales, ¿el estado de ese hogar y la búsqueda de otro es esta una metáfora del sentimiento que comparten?

Los personajes viven en un edificio destartalado, que da cuenta de su precariedad económica. Al frente hay una obra que lleva en construcción toda la vida. Ambos espacios son, de alguna forma, espejos. El edificio en el que viven es casi una ruina (o está en camino de serlo) mientras que la obra de al frente es lo que está en construcción, lo que no ha llegado a ser todavía, lo que está lleno de posibilidad. Ellos viven entonces entre un mundo ruinoso y un mundo posible. Pienso que ese es el estado de los personajes, sí: viven entre la ruina, lo que fue y lo que se está acabando; y entre lo que aún no ha sido, lo que puede llegar a ser, la esperanza.

¿Cuál es el papel que juega el tiempo? ¿Lo ve como un agente de transformación en la vida de los personajes o más bien como una condena de que el tiempo «no siempre» trae lo esperado aunque exista paciencia?

El tiempo de la novela es el tiempo de la espera: es decir, un tiempo suspendido (como no llega lo esperado, la vida parece congelada) y un tiempo en suspenso (es decir, a la expectativa). La espera puede sentirse como condena y suplicio, pero también como esperanza.

En el relato hay un tema con el personaje de ‘Madrecita’ y es que es posible sentir que de alguna forma es un elemento representativo de esa maternidad malhabida, pero desde otro ángulo, ¿Lo pensó de alguna forma como un personaje espejo de este hijo «huérfano»?

Más que una maternidad malhabida, pienso que Madrecita tiene un gran deseo de maternidad, por eso materna absolutamente todo lo que se encuentra en el camino: animales, personas, objetos, frutas, árboles, piedras… Ella misma, en su ferviente deseo de maternidad, es huérfana: el suyo es un deseo irrealizado e irrealizable. Y sin embargo, como saben que su deseo es tan fuerte, todos los personajes le siguen la cuerda para que, de alguna forma, ese deseo sea un deseo realizado. Por eso en un punto de la novela, el protagonista dice: “Mi amiga y yo somos sus hijos desde el día que llegó, aunque también es cierto que los dos somos sus madres: ella es nuestro cariño”. Para mí, el personaje de Madrecita es muy importante porque logra que todos participen, con imaginación y compasión, en la realización de un deseo aparentemente inalcanzable.

Simbólicamente, se ha pensado a la mujer más en relación con la luna que con el sol, y así se ha mostrado en la mitología de diferentes culturas, cuéntenos un poco más de esa elección de la «madre sol», ¿tiene algo que ver con ella sea una madre cabeza de hogar haciendo todo por su hijo?

Como le decía a una amiga, la escritora Gloria Esquivel, quizás, en un primer momento, quise hacer una sencilla inversión de géneros: que el sol, masculino en español, fuera mujer; que la luna, femenina en español, fuera hombre. Para mí, lo más importante de ese mito que el protagonista crea para explicarse y tratar de entender la relación que tiene con su madre, es que si la madre es el sol, él es la luna, es decir, la piedra que refleja los rayos de la estrella. La luna refleja al sol, el niño refleja a su madre. El psicoanalista Donald Winnicott arguye que el rostro de la madre es el primer espejo de una persona, que una buena madre sabe reflejar a su hijo. Aquí, el niño es el espejo y, por lo tanto, en ese mito que crea, es la luna. También pienso que el hecho de que la madre sea, para el niño, como el sol, habla de lo inalcanzable que es ella, por un lado, y de lo peligroso o enceguecedor que puede ser acercarse demasiado (como le ocurre a Ícaro en el mito, que se acerca al sol con alas de cera y ya sabemos lo que pasa). Por eso el protagonista dice al inicio de la novela: “Un día aprendí que no es bueno arrimarse al sol porque se quema y muere lo que está muy cerca. Pero yo me acerqué mucho a mi madre. En días de amor, pienso: “Nunca me quemé”. En días tristes me digo: “Tampoco estoy muerto”.

En otra entrevista, contó que un título para esta novela iba a ser ‘Un milagro para Dios’, ¿por qué se decantó por este a la final?

“Estrella madre” me parece un título más totalizante. “Un milagro para Dios” se refería a una escena específica de la novela, cuando el hijo trata de hacerle creer a la madre que ha ocurrido un milagro en esa tierra que, para ella, “no es tierra de milagros” (es decir, una tierra en la que todo el mundo se siente, de una forma u otra, condenado). Ese título apelaba también a la certeza que tienen los personajes de que dependen enteramente de fuerzas externas: de que, por más que trabajen y se esfuercen en salir adelante, la estructura del mundo los subyuga. Por eso la sensación de que hasta Dios necesita un milagro. Es decir, es un título que apelaba a una orfandad absoluta: una orfandad social, política, económica, religiosa.

Cuando Pepe va a trabajar, parece que su descripción de ese trabajo y la obtención del dinero es una crítica al sistema laboral, ¿fue intencional?

Todos los personajes de la novela tienen profundas dificultades económicas. No viven sino que sobreviven. Y como están en un mundo (que es nuestro mundo) en el que las necesidades humanas básicas como la comida y el techo están subeditadas al dinero, saben que la falta de plata convierte sus vidas en una cuenta regresiva. Por eso es que Pepe dice: “No es que el tiempo sea oro sino que el oro es tiempo”. Cuando leyó esa escena de la novela, un amigo, el cineasta Jerónimo Atehortúa, me dijo que siempre le ha hecho ruido la expresión “el tiempo es oro”, que le parece una impostura, una especie de expropiación de lo único que tenemos que es el tiempo. “Al monetizar el tiempo”, me dijo, “y darnos cuenta de que no tenemos oro, sentimos que tampoco tiempo”.

Por otro lado, la madre y el hijo trabajan en una fábrica. Su trabajo no es fijo sino por turnos. Y eso aumenta su angustia porque no tienen una entrada fija, unas buenas condiciones laborales. Les toca, como dice Mark Fisher en Realismo capitalista, “aprender a vivir en condiciones de total inestabilidad o (feo neologismo) precariedad. El periodo de trabajo no alterna con el de ocio, sino con el de desempleo. Lo normal es pasar por una serie anárquica de empleos de corto plazo que hacen imposible planificar el futuro”.

¿Podríamos decir que la intención final de este libro es dejar un mensaje esperanzador?

No me gusta hablar de mensajes, pues pienso que las novelas son más, mucho más, que mensajes. Pero sí quisiera aprovechar tu pregunta para reivindicar la esperanza. Me parece que en el mundo tal y como está, el pesimismo es conservador y, sobre todo, un lujo de quienes tienen la vida arreglada. No hay que confundir la esperanza con las fantasías irrealizables. La esperanza es el tiempo y el lugar donde la imaginación se encuentra con la vida. A diferencia de la fantasía, que es inconcretable y mantiene la realidad y el sueño separados, la esperanza es susceptible de ser concretada. No está lejos sino muy cerca. Es lo que está a nuestro alcance.

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