El rey tenía prisa. Pero más que prisa tenía la certeza de enfrentarse a un momento importante, una decisión trascendental. Sin margen de error. «Vísteme despacio que voy de afán», le dijo a su hombre de confianza. Y es que Fernando VII sabía que casi siempre, hacer cosas importantes en contra del reloj, es una muy mala idea.
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Los dirigentes del Fútbol Profesional Colombiano se reunirán esta semana con el objetivo de decidir el futuro de un cargo que goza de un nivel de poder (y salario) superior al de los congresistas: la presidencia de la Dimayor. Algo que en la situación actual parece tan urgente que hay que tomarlo con calma.
En juego, la silla y corona donde, como están las cosas, la presión de tener 36 jefes es igual de grande a los beneficios que pueden llegar a recibirse allí. Si Ramón Jesurún es suspendido de su cargo por el caso de la reventa de boletería en partidos de Selección, el nuevo presidente de Dimayor podría recibir muy pronto también la llave de la oficina más grande del edificio de La Castellana: la de la dirección de la Federación Colombiana de Fútbol.
Al cierre de esta columna, y tras el retiro de César Camargo (el más preparado de los postulados), Fernando Jaramillo (quien fue vicepresidente de Bavaria y se acercó al fútbol con el contrato firmado entre Pony Malta y la Federación Colombiana de Fútbol) contaba ya con los votos necesarios para ser el nuevo presidente de Dimayor.
La lista de candidatos que serían derrotados por Jaramillo hay tres nombres con vínculos con el fútbol: el primero es Julio Villate, quien fue agente FIFA, directivo de Atlético Nacional, Independiente Medellín y Envigado; y asesor de Santa Fe y Bucaramanga. El segundo: Hernán Yunis, expresidente del Junior de Barranquilla y exintegrante del comité ejecutivo de la Federación Colombiana de Fútbol, quien fue derrotado por Luis Bedoya en el camino a la presidencia de dicha organización. El tercero: el agente de jugadores José Castaño.
El otro nombre que se mantiene en carrera es el de Gabriel Sánchez (quien estuvo vinculado más de 12 años a la dirigencia de la Federación Colombia de Tenis). De aquí al jueves podrían sumarse dos nombres más. Sin embargo, y quizá por las atípicas circunstancias en las que se ha dado este tiempo de campaña, equipos de varios sectores coinciden en que lo mejor sería no tomar decisiones definitivas el jueves y posponer la elección. Y es algo que resulta sensato.
Lo más responsable sería darse el tiempo para analizar quien podría empezar a cambiar los colores de un paisaje que resulta más oscuro que nunca: el cargo que siempre fue una papa caliente, hoy hierve. El fútbol vive la peor crisis económica de la historia, la fecha señalada en el calendario para el regreso de la competencia todavía parece encerrada con marcador borrable, los estatutos necesitan ser reformados y modernizados, el arbitraje debe profesionalizarse y manejarse con mayor transparencia, la plata de la televisión hay que repartirla de forma más coherente. No se trata de no hacer nada. Se trata de avanzar haciendo pie en rocas firmes y seguras. Un paso en falso en este momento puede ser letal para el fútbol en nuestro país.
¿Cuál es el afán de elegir presidente esta semana? Lo que no daba espera (cómo y cuándo regresa la actividad ya se votó) ¿No es mejor tomarse el tiempo para asegurarse que la persona elegida (sea Jaramillo o cualquier otro) tiene lo necesario para hacerle frente a la tormenta? Señores dirigentes, si el Emperador Augusto pudiera imponerse a las leyes del tiempo y la física para traerles un mensaje hoy, seguramente sería: «apresúrense lentamente».