Fueron quince o veinte inadaptados. Quien piense que esa es la realidad de lo sucedido en Buenos Aires, dos horas antes del inicio de la final entre River y Boca, está equivocado. Lo que terminó en caos, descontrol, robos, gases lacrimógenos, ambulancias, presiones, suspensiones, traiciones y un sinfín de episodios, comenzó a orquestarse mucho antes.
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El allanamiento y la venganza
La primera piedra, antes de la que rompió el bus del plantel de Boca Juniors, se lanzó días antes. Las barras bravas en Argentina son las que controlan los negocios ilícitos en la periferia de las canchas, que va desde el cuidado de los autos de manera extorsiva (populares trapitos en Argentina), hasta actividades vinculadas al narcotráfico. Por supuesto, la reventa de entradas está incluida en el combo delictivo.
Para una final histórica como la que se organizaba en Buenos Aires, la reventa de entradas era un botín único. Sin embargo, una de las facciones de la barra Los Borrachos del Tablón quedó fuera del negocio, sin tickets para vender.
Ante ese castigo impuesto desde adentro de la barra misma, los ‘muchachos’ decidieron ‘entregar’ al líder de la barra, Héctor Godoy. Apodado ‘Caverna’, el hincha caracterizado fue allanado por la Policía el día jueves, detenido de manera cautelar al encontrarle más de siete millones de pesos argentinos (180.000 dólares) y alrededor de 300 entradas para el partido. Al parecer, las mismas fueron adquiridas de manera fraudulenta por algún contacto en el seno del club.
‘Caverna’ no se quedó de brazos cruzados. Por tal razón, el sábado no se observó a ‘Los Borrachos del Tablón’ (nombre de la barra brava de River) en la tribuna Sívori Alta, donde se suelen ubicar. Sus integrantes estaban afuera, dispersados, conociendo que algo sucedería. Así lo aseguran los primeros resultados de las investigaciones y las informaciones que recogen periodistas especializados en barras bravas en Argentina.
También falló el primer anillo de seguridad de un total de cinco a las afueras del estadio Monumental. Más de 5.000 personas superaron ese filtro y muchos de ellos se instalaron en la esquina de Libertador y Quinteros, lugar por el que pasó el bus y recibió las agresiones y posteriores incidentes en el plantel de Boca, que son de público conocimiento.
La Policía contra el gobierno de Macri
Otra pata que tiene que ver con lo ocurrido en la tarde del sábado no tiene nada que ver con el mundo del fútbol. Sin embargo, hace parte del cóctel en el que está sumergida la sociedad gaucha.
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La ‘zona liberada’ del sábado no pudo producirse sin la venia de la Policía, cómplice de las barras bravas para sus fechorias. En las versiones que se manejan, la retalihación de ‘Caverna’ se dio enconjunto con agentes de policía al servicio de la sociedad ilícita.
A la relación barras-policía, secreto a voces, se suma el conflicto que sostienen las autoridades con el Gobierno Nacional, luego de una polémica decisión del presidente Mauricio Macri y sus hombres de confianza en el poder.
La semilla se plantó en 2017, cuando el presidente argentino ordenó el traslado de más de 19.000 policías federales a las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires. La intención era equiparar las fuerzas públicas en número y también en salarios, más altos en los metropolitanos que en los nacionales. Sin embargo, la promesa para los patrulleros nunca se llevó a cabo y al contrario, más de 5.000 agentes trasladados reclaman rebaja salarial y perdida de privilegios desde que sucedió.
Dicha crisis en el interior de la Policia tiene los ánimos caldeados en la fuerza pública. Las horas antes al Superclásico fueron de alta tensión, con intento de rebelíon entre policías, protestando hasta altas horas de la madrugada, en contra del ministro de seguridad de Buenos Aires, Martín Ocampo.
Los cercanos a Macri hablan de inoperancia por parte de este funcionario, culpándolo de la falla en el operativo. En la tarde del lunes Ocampo renunció al organismo de seguridad, siendo el primer funcionario que asume responsabilidad del caos.
La traición
El piedrazo que perjudicó a los jugadores de Boca Juniors dejó más esquirlas que las que afectaron la visión de Pablo Pérez. La versión oficial fue brindada por la Conmebol, postergando el partido para el domingo, juego que tampoco se jugó. Sin embargo, entre telones hubo más actos que ahora salen a la luz.
El presidente de Boca, Daniel Angelici, firmó una carta comprometiéndose a jugar, luego de que Gianni Infantino le dijo que si no jugaba, el club de la Ribera se exponía a una sanción dura por parte de FIFA. Alejandro Domínguez, jefe supremo de la Conmebol, también presionó para jugarlo. De ninguna manera, el dirigente paraguayo quería asumir el fracaso de la organización de un partido que estaba observando el mundo.
Sin embargo, presionado por otros directivos, jugadores e hinchas, el mandamás dio marcha atrás y reclamó la copa en el escritorio.
La demanda intenta saldar la herida de tres años atrás, cuando en octavos de final, un hincha echó gas pimienta a los jugadores de River, lo que produjo la expulsión de Boca de la competencia.
Desde River creen que esto es una traición y dicen que en sus rivales desconocen la solidaridad que tuvo la dirigencia local en la tarde del sábado. En cualquier caso, la relación entre los dos clubes quedó rota e insalvable.
Los intereses de la Conmebol
¿Por qué Conmebol quiso que se juegue a toda costa y sigue con ese plan? La razón no es otra más que económica. La final fue corrida de miércoles a sábado para que Asia y Europa la compraran, por lo que la Confederación ve imposible su postergación. Incluso, trascendió que uno de los nuevos sponsors pagó 800.000 dólares en términos de publicidad solo para que su marca apareciera en la final.
Quince o veinte lanzaron la primera piedra, alimentados por cientos de errores que ahora salen a flote.
EL DATO
10 de la mañana, la hora en la que están citados los presidentes de River y Boca este martes en la sede de la Conmebol
LA FRASE
“La barra organizó esta agresión. El fútbol no amerita comportamiento salvaje”, Mauricio Macri, Presidente de Argentina