Cultura

Anthony Hopkins habla sobre el reto de su papel en “The father”

El dramaturgo francés Florian Zeller dirige en el cine su obra sobre un hombre que sufre demencia y que no se comporta en absoluto como lo hacen los personajes dementes de una película. El Padre sitúa al público en la posición de entender la historia desde la confusión de la memoria; allí donde la lógica falla, el tiempo se dobla y los ojos juegan malas pasadas. En una sucesión de escenas discontinuas, los miembros de la familia se fusionan y divergen entre el colapso de la realidad, dejando aterrados, no solo al afligido personaje principal, sino también a los espectadores. El suspense, ante este narrador poco fiable, llega de la mano de Sir Anthony Hopkins, actor que conmueve entre las arenas movedizas de alguien que pierde la cabeza mientras nos regala una de las mejores interpretaciones de su carrera.

 “Me pareció embaucador la manera en que el guión crea confusión en la mente del personaje y, desde su perspectiva, confunde al espectador. Reconozco que no tuve que trabajar demasiado porque a mi me toca reaccionar cuando voy a abrir la puerta y no reconozco a la persona que está frente a mí. No se necesita mucho para una escena así. Hay un momento de la película, cuando mi personaje está con su hija en el consultorio del médico, en el que me preguntan el día de mi nacimiento; yo les di el mío, el real. Porque no necesitaba inventar para entender mi papel” explica Hopkins. 

El actor reconoció la demencia de su papel en los recuerdos que guarda de su padre y las emociones le jugaron alguna mala pasada durante el rodaje. “No quiero exagerar, ocurrió filmando la última escena con Olivia Williams en la habitación del personaje. Grabamos la primera toma y Florian, que solo necesita dos tomas como máximo, me pidió repetir, de pronto, me detuve, y le pregunté si podía desaparecer unos minutos, es algo normal tomarte unos 15 minutos para limpiar la mente. Caminé un poco, me di una vuelta, y al regresar me sentía raro, así que pedí unos minutos más. Fue entonces cuando miré a mi alrededor y me fijé en la habitación: vi la mesilla de noche cerca de la cama, sobre ella; un par de anteojos, un libro, una fotos de sus hijas en su juventud y la imagen me llevó a mi padre, fue una regresión al pasado. Un recuerdo es mantener con vida a los que se han ido, una prueba andante de que el pasado existe. Ahora tenemos fotos, pero mi madre y mi padre existen en mis recuerdos. El tiempo es un evento tan peculiar que hizo que la escena funcionara mejor, por el efecto que el momento tuvo en mí” apunta el actor.  

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En realidad, todo lo que vive el personaje de Anthony en la película, lo vivió Hopkins con su padre, un panadero gales de mucho carácter. “Mi padre fue, en la última parte de su vida, un hombre bastante beligerante y recuerdo claramente su dolor, y el dolor de mi madre al cuidarle. Peleaban porque era grosero, pero era así porque vivía con miedo. Puedo decir que el personaje en la película es mi padre” admitió el actor hablando por zoom desde Londres.   

Zeller llama a su película una “farsa trágica”. Una obra, por la que Frank Langella ganó un Tony en el 2016 cuando se estrenó en Broadway, que ahora puede suponer la sexta nominación al Oscar para Hopkins y su segundo óscar 30 años después de ganar con El Silencio de los Inocentes. “He dejado de pensar en los premios, para mi fue fácil rodar esta película porque el guión era una hoja de ruta con situaciones muy simples y esa es la belleza; mantener simple la locura. A medida que envejezco, me he dado cuenta que es innecesario analizar el trabajo. Los actores tratamos de examinar demasiado las situaciones y a muchos actores jóvenes les gusta hacer eso, les parece que es necesario para que les tomen en serio, está bien que lo hagan, pero la vejez me ha ayudado a entender que siempre hay una forma más sencilla de hacer las cosas”.  

Cuando era un niño que crecía en Port Talbot, Gales, antes de ser descubierto por Sir Laurence Olivier, nombrado caballero por la reina Isabel II o de conseguir su primer Oscar, Hopkins  no se consideraba inteligente. “Con la edad me he vuelto sabio y ahora sé que no sé nada. Lo único que quiero es pasar mis días en paz porque soy consciente de mi mortalidad y quiero seguir trabajando con energía. En este tiempo tan raro de COVID, he aprendido a sacar partido a mi días: medito, toco el piano, leo, pinto y estoy en paz. De todas las cosas que pensé que sabía, solo sé que la vida es un misterio. El año pasado me encontré con una antigua maestra de mi escuela, que tiene 90 años, y quien se encargó de recordar que yo no era muy brillante, ni muy inteligente a los 10 años. Es cierto, no recuerdo haber hecho nada excelente en mi vida. Creo que fue Schopenhauer quien dijo: cuando miramos atrás, nos parece como si alguien hubiera escrito una novela de nuestra vida y nosotros no tenemos idea de cómo hemos llegado hasta allí. Y yo lo creo. Miro hacia atrás en mi vida y no me creo lo que he conseguido, si ocurrió, fue por estar a tiempo en el lugar adecuado. Pensar que no sé nada, me brinda una libertad maravillosa y cuando medito pienso en ello. La vida es mucho más de lo que el ser humano puede comprender y estoy hablando del proceso divino de estar vivo, es una maravilla estar vivo, solo estar aquí en este momento es bastante extraño, así que no, no sé nada”.

Olivia Colman es la hija encargada de cuidar del personaje de Hopkins en la película, una actriz que decidió participar en El Padre porque su madre se lo pidió. “Con ella tengo una fundación dedicada a cuidar de personas con demencia senil, una enfermedad terrible para las familias, pero también para quienes la sufren. Gracias a mi madre, que es enfermera de geriatría, entendí que la paciencia es la principal virtud a la hora de cuidar a estos enfermos».

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