Los cuentos de hadas -a menudo considerados bobalicones, inocentes, moralizantes- están plagados de dobles sentidos, de puertas secretas, de simbolismos.
Todos los detalles están atados: el significado del zapato de cristal, la casa de jenjibre, la manzana como icono del pecado original. Lo cuenta Sheldon Cashdan -profesor emérito de psicología en la Universidad de Massachussets Amherst- en La bruja debe morir: en cada historia infantil subyace un pecado capital, una enseñanza envenenada.
Por ejemplo, hay cientos de mensajes sexuales que se transmiten indirectamente, de forma que el niño no tenga que ocuparse de un asunto que no es capaz de manejar.
En La Sirenita nunca se llega a hacer explícita la relación entre la falta de piernas y la falta de vagina de la heroína, aunque esto constituya la dinámica subyacente de la historia.
En Hansel y Gretel, se pone de manifiesto los peligros de la glotonería, y la Cenicienta aborda, por primera vez para muchos críos, la cuestión de la envidia entre hermanos.
Disney ha sido mucho más dulce en sus versiones cinematográficas que los autores de los cuentos originales, con siglos de antigüedad. Los relatos reales son puro conflicto psicológico, preocupación humana esencial, reyerta entre el bien y el mal. Mensajes encriptados que los niños consumen sin analizarlos. Pero, conoce un adulto lo que hay detrás de los cuentos que leen sus hijos?
Con información de El Español.