Su lugar en el mundo parece que ya no será el mismo de siempre. De hecho, todo apunta a que un sitio que estaba directamente ligado al fútbol va a tener que cortar esa relación por cuenta de las decisiones que se esgrimen a través del IDRD y su directora, apóstata de este deporte y probablemente de todo lo que tenga que ver con él.
Porque la noticia en los últimos tiempos ha sido el fin del Palacio del Colesterol, uno de esos lugares que se fundó a partir de la costumbre y de la tradición y que, desde su edificación en 1962, se convirtió en parte de la bogotanidad y conformó también una maravillosa relación entre gastronomía, capital y deporte. Si hay algún atisbo de identidad que tenga que ver con estos tres lugares -que son determinantes para esa creación de identidad de una gran ciudad- esa se alojaba entre las paredes de la tradicional plazoleta de comidas que supo convivir durante décadas con los vericuetos futboleros de cada fin de semana.
Allí se albergaron calentamientos previos del hincha que aprovechaba para almorzar en cercanías del estadio y prepararse así para una tarde de fútbol, sin importar si los compañeros de la jornada iban a ser el sol o la lluvia. En sus rincones se comentaron crisis deportivas de toda índole, se habló de aquellos refuerzos que nunca cuajaron en los dos equipos de la capital y se celebraron victorias épicas y de último minuto, porque el palacio estaba vivo antes, durante y después de los 90 minutos de juego.
Lento burbujear de ollas con espesas sopas, ruidos blancos semejantes a cascabeles de culebra se filtraban cada vez que uno de los dueños del local hacía aterrizar largas porciones de chicharrón entre el aceite caliente, murmullo de cubiertos se volvían banda sonora silenciosa de quien cruzaba el umbral del Palacio, gritos de vendedores que necesitaban convencer a potenciales clientes de las bondades de sus platillos, sonido de descorche de cervezas y el posterior ronroneo de ta tapa cuando cae al suelo…
Parece que el fin de este escenario llegó y que las 12 familias que estaban pendientes de la reapertura del fútbol les tocó reinventarse por cuenta de las decisiones de la alcaldía y del IDRD. Anunciaron que ese espacio se irá por cuenta de obras que buscan mejorar un estadio que es viejo e incómodo a pesar de todas las reformas que se le han hecho a lo largo del tiempo.
Los proyectos de ese tipo poco saben de identidad de ciudad y mucho menos de nostalgia. Que lo diga el Palacio del Colesterol, un símbolo de Bogotá que está condenado a desaparecer por cuenta del destierro al que ya fue sometido.
Por Nicolás Samper C. / @udsnoexisten