Los cerca de $10 billones que está perdiendo el aparato productivo colombiano, no han sido circunstancia suficiente para que los líderes del paro y sus amanuenses en la sombra tengan algo de raciocinio con los efectos colaterales de esta bárbara situación. Hoy las pérdidas no solo son económicas por el “paro” que ha traído vandalismo, desazón y violencia, con ello está en vilo el abastecimiento de alimentos en todo el país, escasez de insumos médicos para procedimientos de alta complejidad, hasta lo que parecía imposible de suceder en medio de una pandemia que tiene colapsado al mundo, escasez de oxígeno en centros hospitalarios y, como si no fuera suficiente, ad portas de dejar sin suministro de agua a la capital del país.
Una constante ponderación de derechos desde hace un par de años viene haciéndose y es: ¿hasta dónde llega el derecho constitucional de reunirse y manifestarse? Es increíble que el aparato productivo, comerciantes, profesionales independientes y trabajadores en general tengan que ver sin esperanza alguna los efectos del vandalismo, la andanada de daños materiales, perturbaciones a la propiedad privada y la locomoción, como la vemos hoy. Cuando vemos todo esto, no cuesta mucho entender que el limite a la manifestación está donde se afectan derechos de otros ciudadanos, como consecuencia del ejercicio del derecho a reunirse y manifestarse, máxime cuando está infestada de violencia y terror.
El paradigma que nos envía esta calamitosa situación no es otro que utilizar las herramientas del derecho para lograr contener a donde nos quieren llevar, como es a la división, a la generación de odios y resentimientos de clases históricos, a la crisis de la institucionalidad y la desesperanza, circunstancia que no la podemos permitir un día mas. Primero porque sí hay esperanza, sí hay maneras de recuperar el orden, la autoridad y la libertad; esto solo lo lograremos bajo ejes temáticos coherentes y de los cuales disponemos: rodear en primer lugar la institucionalidad, buscar más unidad rompiendo esas antiguas perspectivas segmentarias y extractivas que generan rencor.
Para lograrlo es necesario acabar con términos y segmentación por estratificación, eso en el mundo moderno no existe y no se ve, eso no solo determina y condena a una familia o persona a no crecer intelectual o económicamente, condición que va en contra de las reglas universales de la economía de mercado, la libertad económica y la inclusión. Ese será un debate de larga estancia, pero hay que iniciarlo para lograr apaciguar ánimos y ser más asertivos en decisiones a futuro; los países modernos tienen economías de mercado, estado de derecho, ricos y pobres, sin segmentación alguna, eso hace sociedades mucho mas prosperas y felices.
Ahora bajo el contexto de rodear a la institucionalidad, he buscado en varios regímenes normativos el supuesto derecho al paro, y realmente en ninguna parte está consagrado. La Constitución sí consagra el derecho a reunirse y manifestarse, pero de manera pacífica; entonces si la Constitución no consagra parar y otorgar derechos inexistentes a maleantes para acabar con el aparato productivo, la economía, la salud, generar caos y vandalismo en general, ¿por qué se los vamos a permitir? ¿no que los buenos somos más? Somos cerca de 45 millones de colombianos contra menos de 20 mil maleantes.
Corolario: En este contexto es prudente recordar que Colombia requiere siempre ponderar el respeto a la democracia (caos y vías de hecho), a la economía de mercado, a la propiedad privada (daños en bienes privados y públicos), y a las libertades públicas (derecho a la libre locomoción), cuando alguno de estos principios está siendo conculcado, el estado deberá protegerlo. Es imprescindible desde ya regular el derecho a la manifestación para evitar lo que está sucediendo hoy.
Por: Guillermo Rodríguez / @guillorodrig