¡Tanto drama! ¡Tanto escándalo! ¡Tanto pendejo opinando! Y sobre todo, tanto prejuicio rondando los cuerpos y las vidas de las personas transgénero. ¿Que de qué estoy hablando? De la sociedad, de los mil imaginarios alrededor de las razones porque una mujer diversa (bueno dos) participaron en el tan nombrado y reconocido Miss Universo.
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Hace unos meses las redes sociales, los tabloides y los noticieros exaltaban la chiva del año: España participaría por primera vez en este concurso con Ángela Ponce, “un mujerón” ¿Por qué es un mujerón? Una mujer que había hecho gala de su belleza, inteligencia y encanto y se coronaba como la primera mujer transgénero en representar a su país en Miss Universo.
Leí de todo, apoyo a este hecho histórico de la comunidad transgénero del planeta, de los organizadores del evento que actuaron coherentemente y con mucha altura, e inclusive los comentarios de algunos de mis familiares afirmaron que el mundo está cambiando y que este tipo de acciones demuestran cada vez mayor inclusión y respeto. Otros reaccionaron con la burla generalizada, los memes transfóbicos, los argumentos de los grupos fundamentalistas no se hicieron esperar. Muchas personas, incluidas reinas de belleza, personajes reconocidos en el “mundo LGBTUNO”, famosos y políticos se opusieron abiertamente a este suceso que de lejos, haría historia.
Lo cierto es que el mundo ha cambiado, y cada vez las conquistas de las personas LGBTI son más contundentes y estratégicas. Cada vez los espacios ganados son más visibles, cada vez la agenda pública da cuenta de los asuntos LGBTI y los argumentos a favor de la igualdad son más y con mayor potencia. Pero, ¿todo está así de bien? ¿Ya hemos ganado todos los derechos? ¿Todos los Estados nos reconocen como ciudadanos? ¿La discriminación es cosa del pasado?
En 72 países es un delito ser homosexual, en cinco se castiga con pena de muerte y aunque en nuestra región no existen legislaciones radicales, es indudable que casos como la llegada de Bolsorano a la presidencia de Brasil es un retroceso en derechos a las personas LGBTI en América Latina.
¿Y en Colombia qué onda? Pasados seis meses del inicio del gobierno de Iván Duque como presidente de la República, las cosas no pintan del todo bien. Dos decretos presidenciales firmados por el gobierno anterior de Juan Manuel Santos están en jaque ante la presión de los grupos religiosos; uno de ellos el que expide la Política Pública Nacional, trabajo de más de ocho años que hoy está engavetado.
El Ministerio del Interior, a quien corresponde el trabajo de formular las acciones que guiarán el quehacer de esta política pública, no ha arrancado y el equipo de personas que trabajaban y desarrollaban las acciones ya no está.
Por si esto no fuera poco, los crímenes de odio, los casos de discriminación, las barreras de acceso a los derechos de las personas LGBTI son pan de cada día. Las personas transgénero siguen siendo las más violentadas. Sus construcciones corporales parecen importarle poco o nada al sistema de salud; hoy por ejemplo, los procesos de hormonización de hombres transgénero (persona que nació biológicamente mujer y transita en el género adaptando su anatomía a la de un varón) se han visto interrumpidos por la no distribución del testoviron que afecta profundamente su tránsito pero también causa depresiones muy fuertes y dolores insoportables. La cadena de exclusión se hace más evidente y la polarización de la opinión pública en estos asuntos se agudiza, los consensos no llegan y la gente sufre más.
La solución será entonces: dejar de pensar en el morbo que produce saber si una miss tiene pene o no, atacar la discriminación con el propósito de erradicarla ya que sus efectos conducen a la exclusión, la desigualdad y el abuso (incluido el del poder). Concentramos en atacar el verdadero problema de la sociedad: el odio y la indiferencia; dedicarnos a abrir nuestros corazones, nuestras mentes, informarnos seriamente y sentir.
Juan Carlos Prieto / Director Política Pública LGBTI de Bogotá / @jackpriga