Mientras que en Ecuador decidieron ‘mamarse’ de varios presidentes y los fueron sacando por presión popular durante los 90, así como en Perú las movilizaciones dejaron KO al fiscal metido en una serie de cuestionamientos por patrocinio del escándalo Odebrecht o en Francia los chalecos amarillos siguen poniendo en inconvenientes a Macron, en Colombia a veces pareciera que no pasa nada. Ojo, la cosa anda modificándose: los estudiantes le han dado valor a la protesta pacífica y, más allá de algunos revoltosos, fue muy valorada su posición porque ayudó a conseguir un presupuesto más alto en educación; también las miles de personas apostadas en las fiscalías del país pidiendo la salida de Néstor Humberto Martínez de su cargo son un síntoma de que la gente está empezando a aburrirse de esa cultura que tanto daño ha hecho por acá y que se irá extinguiendo con la aparición de generaciones críticas e interesadas en el cambio: la cultura de “dejar las cosas de ese tamaño”.
Algún humorista, que pocas risas me saca –me parece más divertido un golpe en los testículos, de hecho–, habló de eso en parte de su show. Pero va más allá del chiste fácil y de la manida tarea de plantear un escenario común para que el público se divierta. Colombia desde siempre ha sido una nación muy poco dedicada a defender lo suyo o a defenderse de los demás: es esa resignación, ese andar cansino, casi que de pies arrastrados, ese pensar que un reclamo en vez de generar una solución lo que puede destapar es una cadena de cosas peores. Y eso nos volvió extremadamente dóciles frente a cierto establecimiento que a veces se encargó también de dejar en claro que un reclamo es capaz de generar cosas peores. Vendetta silenciosa que llaman en los bajos fondos.
No deja de ser desalentador oír las declaraciones del presidente de la Dimayor, Jorge Enrique Vélez, frente a las tardías disculpas de Gabriel Camargo, máximo accionista del Deportes Tolima. Recordar que Camargo, a mediados de diciembre, había manifestado en una rueda de prensa que las mujeres que estaban en el fútbol femenino eran más “tomatrago” que los hombres y que esta disciplina deportiva era un caldo de cultivo para el lesbianismo. Casi 20 días después del papelón, el club Deportes Tolima expidió un flaco comunicado en el que Camargo ofrece disculpas a quien se “haya podido ofender” con sus palabras.
Vélez comentó en la rueda de prensa donde se anunció el calendario completo del torneo 2019 –y a propósito del ‘papelón Camargo’ y su ofrecimiento de disculpas– una frase de esas que decepcionan: “Él (por Camargo) se retractó de las declaraciones que dio y eso para nosotros es importante. A eso hay que ponerle punto final. Darle a esto más candela no es el camino. Yo quiero destacar la actitud de Camargo de haber sacado ese comunicado y haber explicado el tema. Haber dicho que se equivocó es valioso. Todos los seres humanos nos equivocamos y como seres humanos pedimos disculpas, pero ya veo que a unos no les sirven las disculpas”.
Esa es una típica actitud de “dejar de ese tamaño”. ¡Un par de minutos más de declaraciones de Vélez y todos le íbamos a quedar debiendo a Camargo!
A esto no hay que ponerle punto final, como dice el presidente de la Dimayor. Acá nadie le está echando candela a nada: solamente se pide que no se meta el mugre bajo la alfombra y que haya una sanción ejemplar para Camargo, algo que está estipulado en el reglamento Fifa, por sus dichos.