Me la paso diciendo que vivir en Chapinero es lo mejor. Todo se puede hacer a pie, hay fácil salida hacia todos los lados de la ciudad y el barrio está lleno de centros comerciales y restaurantes, hospitales, universidades, bares, veterinarias, gimnasios, supermercados, tiendas de barrio. En una ciudad como Bogotá, donde moverse es tan difícil, usted puede hacer de Chapinero su hogar. Eso si es soltero, porque casado y con familia la cosa se complica: no es que abunden los colegios ni los parques, y la cantidad de avenidas con alto tráfico y sitios de fiesta hacen de la zona un lugar no tan recomendable para los niños.
En Chapinero hay muchas personas solitarias que nos quejamos de que no hay con quién salir. Y es chistoso, porque el barrio está repleto de solteros. Nos cruzamos en la calle, nos vemos haciendo mercado para uno, yendo a la tienda en sudadera, cuando no en pijama, o sacando al perro (a falta de hijos, Chapinero está lleno de personas que han hecho de su mascota su familia), y sin embargo no hacemos nada para remediar la supuesta soledad que nos carcome. Parece que nos da pena, o jartera, crear vínculos, así que volvemos a casa igual que como salimos.
Es que ni Tinder soluciona el asunto. Una herramienta tan efectiva debería estar creando parejas a la velocidad de la luz, pero ni así. Encuentros casuales, sexo sin compromiso (a veces ni eso) y para la casa a ver Netflix y consentir al perro. No sé qué estamos buscando o qué idea tendremos del amor y de las relaciones, pero si estamos solos es porque queremos, porque nos jodemos mucho o porque estamos buscando algo que no existe.
Es como una cárcel esto: un día te vas de la casa de tus padres y caes en Chapinero porque te ofrece todo lo que crees necesitar. Haces una vida, sales adelante y cuando encuentras a alguien con quién compartirla te mudas a una casa con jardín, o al menos a un apartamento con terraza y zonas verdes a la mano. Si no, te quedas aquí como si fuera una condena. Apartamentos de un cuarto, cocina y comedor integrado, millón y medio de arriendo más administración, a veces más, carga que se alivia si alquilas el parqueadero, porque aquí poca gente tiene carro.
Y lo peor es que no nos estamos haciendo jóvenes, somos los mismos con las mismas mientras los años pasan. Acá se encuentran los excompañeros de colegio, los amigos que se conocieron en otro barrio, el exnovio con la mejor amiga de la exnovia (y terminan enredados por un rato). A este paso, en cualquier momento nos vamos a volver Teusaquillo y en vez de salir los viernes a tomar cerveza vamos a terminar en un salón de té, añorando el pasado. No está lejos el día que volvamos a vivir a la casa de nuestros padres. Suena como un retroceso, pero no lo es tal: las épocas de fiesta y locura pasaron, así que no tenemos nada que ocultarles, y además sirve para ahorrar gastos y hacerse compañía. ¿No es acaso eso lo que buscamos, tener dinero para viajar y con quién pasar los domingos?