1.365, y contando, son los días desde que al agresor de Kelly Méndez le dieron condena por ocho años, pero espera que las autoridades le informen qué hacer porque un juez decidió disminuir la pena del susodicho por su “buen comportamiento” y le dio casa por cárcel.
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485, y contando, son los días que Paola Noreña espera justicia para que su agresor sea condenado por intento de feminicidio: atentó contra ella cortándole el cuello.
1.460, y contando, son los días que lleva el proceso judicial en la Fiscalía en contra del agresor que atento contra Aydée Gamboa el 11 de mayo de 2014, en la celebración del Día de la Madre.
Así como estos, hay miles de casos que reposan en los escritorios de fiscales y jueces que se hacen los de la vista gorda y no le dan la importancia que se requiere. Las mujeres no estamos pidiendo caridad, ¡estamos exigiendo lo justo!
Todas las mujeres víctimas de violencia machista nos enfrentamos a un sistema judicial parasitario con los procesos de denuncia en contra de agresores mañosos, defendidos en muchos casos por tinterillos que se burlan de la justicia y que dilatan audiencias, al parecer con la complicidad de jueces y fiscales. Desde poner la denuncia hasta asistir a audiencias judiciales se convierte en un verdadero parto.
Las mujeres que sobreviven a los ataques y se atreven a denunciar tienen que ver cómo las autoridades no toman los casos con la rigurosidad que se debería hacer, y permiten que estos hombres queden libres nuevamente y que se siga perpetuando la impunidad… ¡yo siento que no tenemos garantías!, ¿con cuál soporte jurídico y autoridad moral les decimos a las víctimas: no es hora de callar? ¿Cómo nos atrevemos a juzgar a las mujeres que reciben la indemnización económica antes de pasar por un juicio que de justicia, nada?
Siempre escuchamos: “esa lo que quería es plata”, después de que una denunciante de violencia machista recibe la indemnización. Tengamos empatía por las circunstancias dadas de cada mujer. Si estamos en un estado que niega las garantías de derechos a todas las personas y en temas de mujer y género la cosa no es tan diferente, ¿no es sensato recibir una indemnización para iniciar la vida lejos de esta justicia de mierda que tenemos en Colombia?
Yo por mi parte seguiré gritando, sumando el eco de mi voz a cada denunciante porque por ética no quiero dejársela más fácil a los machos violentos. Lo que no haré es juzgar a las mujeres que callan.
No callamos por falta de razones, callamos por sinnúmero de razones. Ahora bien, una recomendación a las mujeres que deciden aceptar indemnización: sepan que pueden aceptar la indemnización con la condición de que el agresor manifieste abiertamente y verbalmente que es responsable de los hechos por los cuales ha sido acusado.
Muchas reciben el dinero y queda el tufillo de que son unas mentirosas. Es bueno dejar claro que nadie paga una indemnización si es inocente; no es justo que las mujeres quedemos como falsas por aceptar una indemnización. El dinero sirve para ahorrarse el proceso y la cárcel, no para quitarse la responsabilidad. La cosa era “plata o cárcel”: de acuerdo, fue plata, no obstante, que no niegue que está pagando para no irse a la cárcel.
Por: Mar Candela – Ideóloga Feminismo Artesanal / @femi_artesanal