Se riega más que la gripa. No respeta estrato, nivel cultura o género. Especialmente afecta a aquellos que tienen ciertos talentos y dones. Se anida con especial énfasis en los que saborean las mieles de la fama. Se sustenta en el elogio y en el “usted no sabe quién soy yo”. Va de la mano de malos entornos, pésimos consejeros y la falsedad. Se llama la cabeza llena de aserrín.
El esquema es sencillo. El personaje en cuestión es exitoso, tiene talento, es admirado, gana muy bien, pero hay algo que ocurre en el alojamiento de sus neuronas. Sin ton ni son, por la activación de un no sé qué junto a un no sé dónde, la empieza a embarrar y realiza acciones en su vida que van en contra de los buenos comportamientos. El talento, abundante por demás, se ve opacado por la idiotez. Eso sí, el sujeto se cree inmune a todo, vive en una burbuja en la que todo está bien, nadie lo puede tocar, cree que sus acciones no son malas, él está por encima del todo y de todos y, suele pasar, cuenta con un séquito de aduladores que van de arriba abajo con él y le mantienen el ego arriba para que siga creyendo que todo en su vida va bien. ¡Ah! Y para que les siga gastando…
Y es así como el aserrín se inocula en la parte cerebral y empieza a hacer de las suyas. Las neuronas se empiezan a tapar. Es que, más allá de si usted es carpintero, lidiar con el aserrín es una cosa jodida. Se mete por cada grieta, se asienta, afecta vías respiratorias, la visión, fastidia mucho. Imagínelo entonces en su cerebro. Imagínelo afectando su juicio, siendo el evaluador de sus acciones. Imagínelo destruyendo su vida y usted ahí, como si nada, creyendo que todo es perfecto.
¿Ejemplos? Muchos… A nivel mundial podríamos hablar de Trump, del personaje Kim de Corea del Norte, de los que entran a escuelas sin ton ni son a matar gente con un rifle de asalto, de los Weinstein, de los Isis… La lista es larga, es eterna, tristemente.
Y acá en nuestro país el aserrín cerebral ha encontrado un nicho encantador. Nada más miren nuestro Congreso, nada más mirémonos nosotros, que votamos por ellos. Giremos la cabeza y miremos a los corruptos, a nuestra desvalijada justicia, a los uribistas, a los antiuribistas, a las Farc, a los paramilitares, a las bacrim, al Eln… De nuevo, la lista es eterna.
Pero hay otro “huésped” ideal para el cabeza llena de aserrín y es el fútbol. Anida en hinchas, sí, pero encuentra en ciertos futbolistas un hábitat de cinco estrellas. Llenos de talento con el balón en los pies, en la cancha hacen cosas geniales y nos roban el corazón futbolero. Pero aparece el aserrín y afuera son el festival de la cagada. Algunos se dedican al licor, otros, al son del mismo, estrellan sus carros, han llegado a matar gente, no llegan a los entrenamientos, se meten en peleas. De nuevo la lista es eterna.
También están los que hacen mofas y se ganan sanciones innecesarias de la Fifa. Y está el que se cree con el derecho de conquistar a las esposas de sus compañeros de equipo y sale invicto como si nada. Ese, por ahora, se lleva un premio “diamante” al más cabeza llena de aserrín del momento. Porque es verdad, a la gran mayoría de futbolistas no se les puede pedir que sean Ph.D en física o maestros de literatura inglesa. Es claro que no es su deber, pero en los ámbitos de la vida hay que tratar de ser decente. Y sí, este cabeza llena de aserrín categoría “diamante”, equipo al que va, equipo del que sale mal. Si no fue porque armó pelea en un entrenamiento, fue porque sacó un arma de juguete o porque simplemente no le gustó el ambiente y dejó todo tirado. Es un karma. Justo ahora, creo yo, ayudó a reventar una nómina que estaba armada a punta de millones de dólares para lograr tres títulos. Y logró solo uno, el menos importante.
Y ruega uno porque alguien lo aconseje y lo encauce por un mejor camino. Pide uno que llegue ese alguien que ayude a destrabar ese cerebro y que salga toda esa idiotez, pero no pasa. Pueden más la soberbia, la terquedad y por ahora la “pelea” la sigue ganando la tontería. Por mi parte, no merece vestir la camiseta de la selección Colombia. Talento le sobra, pero lo golea el aserrín que tiene en el cerebro.