Uno de los desafíos más grandes que tenemos frente a nosotros es precisamente aquel que implica mirarnos a nosotros mismos, conocernos a profundidad y reconocer nuestra realidad, entender que aquello que sentimos, es lo que somos; que en lo que creemos, es lo que creamos; y que todo nuestro conocimiento está en el pasado, pero la experiencia que es la vida misma está en el presente.
Hay quienes no quieren conocerse y lo califican como algo tonto, irrelevante o falto de importancia, cuando realmente lo que guardan es un miedo gigante frente a aquello que puedan llegar a encontrar, miedo a reconocer todo su potencial o a entender que hay mucho por transformar. De manera tal que se quedan estáticos, resignados en medio de una cómoda y desgastante cotidianidad en lugar de aceptar el desafío de poder descubrir y afrontar todo aquello que pudiesen llegar a alcanzar.
Pero observar hace parte de nuestra naturaleza, por lo que quien no se observa a sí mismo, termina por ver aquello que necesita aprender, sus características, cualidades y defectos reflejados en aquellos que lo rodean, y en ese punto todo se pone más difícil. Ya es suficientemente desafiante el tratar de conocernos, como para entender que eso que vemos en otros no es otra cosa que el reflejo de eso que guardamos, somos, sentimos y atraemos.
Observar sin juzgar, solo para entender y aprender no es una tarea fácil, pero sin duda puede cambiar la manera en la que vemos nuestra vida y en la que valoramos el rol de todos y todo aquello que nos rodea en el día a día. Cada uno de los juicios que emitimos ante una situación o una persona nos afecta directamente a nosotros, nos define a nosotros. Si nuestros juicios tratan siempre de descalificar, quitar valor, importancia y fuerza a todo lo que es externo o ajeno a nosotros; o sobrevalorar las cosas o personas dejándonos deslumbrar por una supuesta (y vacía) grandeza, no es más -en los dos casos- que una declaración de inferioridad.
Somos lo que sentimos, pensamos y hacemos, pero eso es algo que puede ir por tres caminos totalmente diferentes, de hecho que sea así es algo que nos ha pasado a todos en algún instante de nuestra vida (al igual como hay quienes viven así constantemente). La manera de superar el desafío que representa conocernos en realidad radica en mucho más que observar nuestras cualidades, características y debilidades, consiste en poder encontrar la manera en la que podamos unir esos tres caminos en uno solo, logrando conectar lo que sentimos con lo que pensamos y, posteriormente, lo convirtamos en nuestras acciones.
Eso no quiere decir que todos debamos recorrer el mismo camino, ni tampoco que seamos idénticos, cada uno guarda características y cualidades maravillosamente únicas, por consiguiente ese balance puede y debe ser diferente para cada uno. Sin embargo, solo cuando nos damos a la tarea de conocernos realmente, podremos desarrollar todo nuestro potencial y empezaremos a ver la vida con la intención de ser vivida y disfrutada a plenitud.