Es la dosis extra que garantiza un triunfo, aunque en realidad no se sepa a ciencia cierta si es tan así. Las cábalas son más viejas que el fútbol mismo y cada quien tiene su propio consulado de visado para saber si algo o alguien se convierte en amuleto.
De hecho, el saco que tengo puesto en la foto de la columna se convirtió, en su momento, en una de mis mayores cábalas: ese saco del Everton y una camiseta polo de la selección italiana, que alguna vez me obsequió el inolvidable Antonio José Caballero. El del Everton debió soportar todo el año 2012 y lo tuve puesto la última vez que Millonarios fue campeón. Y la camiseta de la selección italiana servía para estar al lado de la selección Colombia. Tan fuertes eran ambas que, por ejemplo, me dio por cambiar un día de saco –el del Everton estaba mojado dentro de la lavadora– y para Millonarios-Tigre usé otro; al otro día de la eliminación esa prenda ya no estaba en mi casa. Con la italiana vi en el estadio y en cabina la entrada a Brasil 2014 con la medalla de oro que significó el 3-3 contra Chile.
Toda cábala parece que tiene una fecha de vencimiento y ahí está lo difícil que es encontrar otra que nos proporcione algo de seguridad. El buzo del Everton –si no me falla la memoria–, pasó al archivo con la derrota en Libertadores 0-1 ante Xolos de Tijuana y la camiseta de Italia se fue a un cajón el día del gol de Lucas Biglia en el Metropolitano. Creo que fue así. Uno recuerda las cábalas mientras funcionan.
Lo que no recordaba es esa clase de jugadores que a veces son talismanes para los DT: Bilardo, decían, llevaba a Garré a todas partes, porque dizque él era un tipo que le daba fortuna, jugara o no jugara. Las casualidades obran también porque José Pékerman siempre lleva consigo a Abel Aguilar, y mire que con el buen mediocampista no ha perdido. No creo que lo convoque por ese motivo, ni más faltaba, pero es llamativo que cuando Aguilar no ha estado, Colombia ha sido derrotada: el caso más representativo fue en el Mundial y ese maldito duelo frente a los brasileños en el que la posición del mediocampista, que hoy actúa a los tumbos en el Cali, fue ocupada por Freddy Guarín y no nos fue tan bien como se pensaba.
Ahora otro futbolista está en medio de su magnetismo y pensar que, además de sus condiciones, tiene un plus ganador: Mauricio Pochettino está embelesado con Dávinson Sánchez y razones de sobra existen. Un jovencito que juega con semejante personalidad y que en poco tiempo se convirtió en el patrón de la zaga del sorprendente Tottenham Hotspur con su gran rendimiento es el motivo principal por el cual el ex-Nacional comparte zaga con Alderweireld y Vertonghen, como si los conociera desde las inferiores. Y ahí surge otro dato curioso porque el gran Dávinson no pierde defendiendo la casaca blanca de los londinenses. Y para completar, las únicas veces que no estuvo su club cayó: 3-2 contra West Ham y 1-0 ante Manchester United.
Imposible saber cuánto durará ese romance entre el buen juego y la fortuna que han vivido en los últimos tiempos Aguilar y Sánchez. Por si las dudas, mejor mantenerlo.