Opinión

El privilegio del amor

“Aunque a muchos hombres gays este asunto de la discriminación poco o nada les toca, e inclusive les resbala; existen otros a los que les tocó naturalizar la discriminación, la violencia”: Juan Carlos Prieto García

Cuando pienso en mis padres recuerdo todos los momentos bonitos que hemos vivido juntos. Ambos ya están pensionados y, aunque mi papá insiste en trabajar, ya va siendo hora de que disfruten, en pareja, lo que tantos años sacrificaron los dos para poder cumplir con nosotros sus hijos. Debo reconocer que hoy más que nunca me siento orgulloso de su esfuerzo, de su dedicación y de todo su amor. Nunca he recibido de su parte alguna frase de desaliento o crítica a mi identidad sexual. Eso seguramente ha significado que el lugar en el que me paro sea el de un hombre gay, feliz, con algunos privilegios que pudo construir una familia.

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Pero acaso, ¿esta es la realidad de todas las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros e intersexuales?, ¿podríamos simplemente generalizar y decir con bastante altura y sin titubear, que a “esos LGBT´s” nada les falta?», o es que ¡ellos tienen de todo y exageran cuando luchan por sus derechos!

Lo cierto es que aunque a muchos hombres gays este asunto de la discriminación poco o nada les toca, e inclusive les resbala; existen otros a los que les tocó naturalizar la discriminación, la violencia. En muchas oportunidades se hacen los pendejos e ignoran desde su subconsciente lo que a todas luces es un ataque a su dignidad. El deseo de encajar en una sociedad patriarcal, el miedo al rechazo o de volver a ser rechazado ha llevado a muchos hombres homosexuales a ir en contra de las luchas que han emprendido otras de las identidades, o incluso la suya propia o a asumir conductas misóginas y machistas como una estrategia para no ser feminizados. Hemos escuchado cosas como: “No estoy de acuerdo con la adopción de niños por parte de los gay: nosotros somos muy fiesteros”. Y aunque seguramente hay hombres gay fiesteros, los hay tanto como heterosexuales parranderos a los que jamás se les cuestionaría su vida nocturna con su capacidad de paternar.

Y es que acaso, ¿la apuesta homosexual de algunos hombres debe definir la agenda social LGBTI? Por supuesto que no, como ninguna agenda contraria a la igualdad y el respeto por la dignidad de las personas. Es claro que aunque existen formas de vivir y de actuar autónomas, éstas jamás pueden ir en contra de las necesidades más sentidas de personas que históricamente han sido violentadas por simplemente ser. En la actualidad, y a pesar de los avances obtenidos, nuestro país es protagonista de posturas que distan mucho de la garantía total de derechos, hoy seguimos presenciando el asesinato con sevicia de nuestras mujeres transgénero, las barreras laborales a los hombres que transitan en los géneros, las violaciones correctivas a las mujeres lesbianas y bisexuales, la invisibilidad de las personas bisexuales al considerarlas indefinidas, el falso imaginario social que señala a los hombres gay como únicos portadores del VIH/SIDA, cuando las cifras señalan otra realidad, sin olvidar el argumento más trillado en estas épocas: la tal ideología de género que no es otra cosa que un discurso discriminatorio disfrazado y anti derechos.

Pero lo cruel de este asunto es que muchas de estas vivencias tan dolorosas han provenido de los hogares; muchas lesbianas, gays, bisexuales, personas transgénero son expulsadas, excluidas, violentadas física y sicológicamente en sus hogares cuando hacen visible su orientación sexual o su identidad de género. Parece entonces que muchas veces miramos a las personas LGBTI como violentas, fiesteras, complicadas, adictas al sexo, pero nunca como seres humanos a los que el privilegio de amar y ser amados les fue arrebatado por una sociedad que busca encajonar en el falso discurso de la normalidad a quienes enriquecen con su diversidad este mundo.

Por: Juan Carlos Prieto García / @jackpriga

 

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