Esta semana dudé en si debía escribir sobre la bochornosa escena que un abogado de Cine Colombia tuvo con mis estudiantes de periodismo o sobre la semana de arte que vive Bogotá. Como a algunas cosas hay que echarles tierrita, preferí inspirarme en la exposición Reflejos naturales de la memoria, del artista Juan Forero, para cambiar los insultos que se reciben de empresas privadas por propuestas que permiten entender cuál es el rol del arte en una sociedad como la nuestra.
En particular, con las artes plásticas siempre he mantenido una distancia prudente, resultado de creer que para poder apreciar cualquier tipo de obra, se debe tener una formación especializada. Pese a esto, y luego de conocer a Forero, que ahora expone 19 de sus obras en el hotel Sofitel de Bogotá, he replanteado esta idea y me he dejado llevar por lo que cada obra me puede hacer sentir.
Reflejos naturales de la memoria reúne obras en acrílico sobre el lienzo de distintos momentos de la vida del artista. Aunque todos tienen en común el juego emocional de los recuerdos con la naturaleza, cada espectador podrá conectar sus propios recuerdos mientras pasa de un cuadro a otro. Sí, insisto en que más allá de la intención de Forero, la experiencia con la exposición se reescribe de forma individual. En mi caso, los recuerdos de infancia y algunos sueños me conectaron con los cuadros.
Es un poco #GraciasFaryd lo que digo, pero de eso se trata más o menos la postura que los consumidores amateurs podemos asumir con el arte. Y de eso se trata también la formación de públicos, un tema en el que me vuelvo ‘mamertín’ cuando hablo de cine o teatro, pero que aplica para cualquier expresión artística. No se puede esperar que sea masiva la asistencia a museos, a exposiciones o a eventos de arte, mientras que el Estado no le apueste a iniciativas para que más personas se interesen por dejar a un lado Internet o el televisor y quieran ampliar sus experiencias de consumo.
En una semana en la que Bogotá respira arte, con Artbo y la Feria Odeón, cada vez me convenzo más de que la apreciación del arte es más experiencia que formación y que se debe alejar (o escapar) de las posiciones esnobistas que separan la élite, o a los aspirantes de entrar a la élite, del resto de los humanos, y más bien invitar al debate para que más personas puedan consumir arte sin prejuicios, llevándose apenas por lo que puedan sentir cuando estén frente a una obra.