La noche del viernes pasado, Carmen Torres caminaba por la sala de su casa en todas las direcciones. Su sobrina le acababa de hablar por teléfono: “Tía, ya empezó la pelea de ‘Rivas’”. Ese ‘Rivas’ era su muchacho, Óscar Andrés Rivas Torres, el boxeador vallecaucano que ese día ganó en Nueva York la pelea más importante de su carrera.
¿Qué siente una madre cuando su hijo define su destino a punta de golpes? Ante la imposibilidad de sintonizar la transmisión en el televisor barrigón de la sala, Jenny, la hermana menor del deportista, la encontró en Facebook desde su celular. Esto sucedía en el barrio Pampas del Mirador, parte alta de la ladera suroccidental de Cali.
“La estaba viendo con mi sobrino Fabián, hijo de Óscar. A los dos se nos salían las lágrimas y mi mamá ni siquiera era capaz de acercarse a mirar”, dice Jenny. Hasta el onceavo asalto, el estadounidense Bryant Jennings iba ganando y parecía firme en la defensa de su título de campeón ‘peso pesado’ en dos de las principales organizaciones de boxeo del mundo.
Pero a los 54 segundos del último round, Rivas logró dominarlo con un estallido de golpes cruzados y varios puños con la derecha. En Canadá, donde vive desde el 2011, Óscar fue apodado ‘Kaboom’, onomatopeya de una explosión. Nocaut determinado por el juez. Victoria para el colombiano. 26 peleas profesionales, ninguna derrota.
La transmisión por Facebook se había interrumpido durante el décimo asalto y entonces la victoria llegó en diferido a la casa de su familia. Pasaron varios minutos antes de que el nuevo campeón apareciera en la pantalla del celular de su mamá: “Gané, ya gané”, cuenta ella que le decía. “Yo empecé a gritar y a agradecerle a la Virgen del Carmen”, agrega.
Con ese triunfo,‘Kaboom’ Rivas es ahora el campeón internacional en ‘peso pesado’ de la Federación Internacional de Boxeo y de la Organización Norteamericana de Boxeo. Representa una de las victorias más importantes para Colombia en este deporte ya que es el primer colombiano de su categoría en obtener esos reconocimientos.
Su próxima pelea podría ser con el inglés Anthony Joshua, quien ostenta el título de ‘supercampeón’ de la Asociación Mundial de Boxeo. De resultar ganador, ‘Kaboom’ sería el campeón absoluto del mundo.
El camino del vencedor
Dentro de una vieja maleta de mano, Carmen guarda recuerdos que reconstruyen gran parte del recorrido de su hijo: medallas, escarapelas, fotos, un trofeo de cristal en forma de guante y recortes de prensa que dan cuenta del camino de golpes ganadores que ha tenido el boxeador.
En el 2008, Óscar Rivas fue uno de los representantes de Colombia en los Juegos Olímpicos de Pekín y se destacó a pesar de no alcanzar el podio. Su nombre ya se leía en las páginas de algunos periódicos desde el 2007, cuando logró una medalla de plata en los Juegos Panamericanos. Pero su historia en el boxeo se había anticipado varios años con un gesto ineludible del destino.
Sucedió durante la celebración de un triunfo del América de Cali. Rivas lanzó un tote que estalló en la cara de un hombre que estaba festejando y la víctima quiso cobrar con golpes la imprudencia del muchachito, que tendría unos 13 años en ese entonces, según recuerda su mamá. Al tenerlo al frente, Óscar le atinó un derechazo con el que logró derribarlo y escapar de ese grandulón que lo superaba en edad y en tamaño.
“Mi hijo nació con eso del boxeo», recuerda Carmen. La resolución que el niño le dio a esa amenaza no solo fue la manera de esquivar el problema sino una respuesta clara para los cuestionamientos que hasta ese punto le había hecho su madre, angustiada al pensar que Óscar se iba a ganar la vida dándose golpes con otros.
Rivas nació en Buenaventura y allá, como sucede en otras regiones, los niños se ilusionan más con un saco de boxeo que con un balón de fútbol o con una bicicleta. Aunque su mamá se mudó con él a Cali cuando estaba muy pequeño, en las visitas a sus familiares en el puerto conoció al ‘profe’ Rafael Sanclemente y comenzó a dar los primeros puños.
Entrenó con él hasta el 2004, cuando pudo ingresar a Indervalle, en Cali. En el 2005 logró su primer campeonato nacional y su carrera continuó con victorias que le permitieron ser titular en la selección Colombia y representar al país en Pekín como amateur, que es la única modalidad de boxeo permitida en los Juegos Olímpicos. Aunque se perfilaba como un buen candidato para las mismas competencias en Londres 2012, quería dar el salto al profesionalismo.
La de Óscar puede ser la historia repetida de todos esos deportistas colombianos que se parten, literal y metafóricamente, para alcanzar triunfos que reivindican lo que la vida parecía esconderles. Todos, de familias humildes y sueños enormes. Todos, obstinados en transformar sus carencias en motivación. Quintana, Urán, Cuadrado, Ibargüen, Rivas. La lista podría ser interminable.
“Siempre decía que quería ayudar a mi mamá y construirle una casa. Ganaba un poco de medallas pero no recibía dinero”, recuerda Marlon, el hermano menor del campeón. «Mi casita era de plástico. La tenía toda forrada con chuspas de La 14. Luego la fui levantando en esterilla y Óscar me construyó los muros cuando llegó de Pekín», apunta Carmen.
Después de esos Olímpicos, la Gobernación del Valle le regaló una vivienda y una moto que, si bien solventaban algunas necesidades, no encaminaban su futuro en el deporte. Para ese entonces ya habían nacido Óscar Fabián y Mike Jhoer, dos de los cuatro hijos de Rivas.
Eléider Álvarez, el boxeador antioqueño con quien estuvo en los Juegos Olímpicos de Pekín, le propuso probar suerte en Canadá. Allá ganó tres peleas y volvió a Colombia luego de nueve meses. Cuando quiso regresar a Canadá, le negaron la visa en tres ocasiones porque había excedido el tiempo permitido durante el primer viaje.
Un año después, la ruta comenzaba a aclararse para ambos cuando por fin lograron viajar. Con todo listo para que Rivas brillara, un desprendimiento de retina lo dejó por fuera del ring durante varios meses. Quienes saben de boxeo aseguran que el vallecaucano hubiera podido alcanzar mucho antes la victoria que obtuvo la semana pasada, a sus 31 años.
En el 2016, cuando se suponía que ‘Kaboom’ iba a regresar al ring para enfrentarse al estadounidense Gerald Washington en Los Ángeles, los encargados del chequeo médico le impidieron pelear por la cirugía que tenía en el ojo. «Me llamó y lo escuché llorando. Mi hijo duró casi un año sin poder dormir por la depresión que le dio en Canadá después de que le negaran esa pelea», recuerda Carmen.
La profecía
Rafael Sanclemente, el primer entrenador de Óscar, recuerda que lo inició cuando tenía 10 años y pesaba 31,2 kilogramos. “¡Se le está cumpliendo todo! Siempre me decía “profesor, verá que yo algún día voy a ser campeón mundial para sacar adelante a mi mamá. Voy a ganar todos los torneos nacionales, después voy a ser campeón panamericano, luego voy a estar en los Juegos Olímpicos y después voy a pelear profesionalmente””.
En Colombia, la mayoría de los triunfos internacionales en este deporte vienen colgados de boxeadores de la costa caribe o de Antioquia, casi nunca del Valle del Cauca y nunca antes de Buenaventura.
El amor por el boxeo se le sale a Óscar por todas partes. No es coincidencia que uno de sus ídolos sea Mike Tyson y que su segundo hijo, de nueve años, se llame Mike Jhoer. “Llevo bastante tiempo entrenando, desde que tenía siete años. Quiero ser igual a mi papá y pego fuerte como él. Lo admiro mucho”, dice el niño. Hace cinco años, cuando su hermana Jenny iba a ser madre, le pidió que el pequeñito se llamara Nolan, como el boxeador Leo Nolan.
En Cali, Jorge Aguirre fue uno de los entrenadores que tuvo Rivas en Indervalle. Por las manos del ‘profe’ Aguirre también pasaron los caleños Ingrit Valencia, que se quedó con el oro de los ‘peso mosca’ en los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2018, y Jhonatan ‘Momo’ Romero, campeón mundial de la Federación Internacional de Boxeo en el 2013, en la categoría ‘supergallo’.
“Ni yo sé por qué llego a descubrir figuras como ellos. Dios me los manda para formarlos. En los entrenamientos hago énfasis en repetir los trabajos porque las repeticiones hacen al maestro. No tengo dinero, pero uno de mis grandes orgullos es haber entrenado a estos muchachos”, asegura Jorge, que ahora es el entrenador de Mike Jhoer Rivas.
Compañeros de lucha
En los años en los que el desempeño de su hijo en Pekín todavía era atractivo para algunos noticieros que subían hasta Pampas del Mirador para entrevistarlo, Carmen vio un documental sobre Michael Phelps que pasaron por la televisión. No sabía muy bien quién era ese chico, pero encontró en su historia similitudes con la de su hijo.
Por eso una vez aprovechó la visita de una periodista y le despachó una frase que la familia nunca olvida: “La mamá de Phelps lo crio sola y con dificultades, pero ahora recibe muchas ayudas por ser deportista. Él se come ocho huevos al desayuno mientras acá nos comemos un huevito entre ocho personas”, le dijo. Hoy recuerda su ocurrencia con una carcajada. Igual, de nada sirvió: Rivas no fue profeta en su tierra.
Cada que el boxeador ha estado decaído, su mamá ha sido la encargada de darle ánimo a través del contacto que les permite WhatsApp. Ella en Cali y él en Canadá, con frío, lejos de su familia y, durante un tiempo, sin posibilidades visibles de pelear. Después de que le negaron la pelea con Washington pensó incluso en retirarse del boxeo. “Pana, si no sale nada me retiro, ya no doy más”, le dijo entonces a Marlon, su hermano.
Óscar Rivas viajará a Cali en febrero y empezará a construirle, por fin, la casa a su mamá: ella la sueña con cinco habitaciones, cada una con su closet, y tres baños. Que no se vea tan lujosa, pero que sea bonita.
De concretarse, la pelea con Anthony Joshua podría ser a finales de este año. Lo más seguro, anticipa Carmen, es que ese día tampoco sea capaz de ver la transmisión. Lo único que ella sabe es que su hijo va a ser el campeón mundial.