De acuerdo con la Policía Metropolitana de Cali, cada día ingresan cerca de 400 venezolanos a la ciudad. Si bien no se sabe cuántos de ellos la usan como un punto intermedio para seguir su camino hacia otros lugares de Suramérica, es claro que una gran cantidad se queda. Verlos en los semáforos pidiendo ayuda económica con carteles que cuentan sus historias se ha convertido en una escena común.
Ahora, las medidas que contemplan países como Perú, Ecuador y Brasil para regular el ingreso de venezolanos y la sobrepoblación en las ciudades fronterizas convierten a Colombia en una de las mejores opciones para aquellos que quieren escapar del gobierno de Nicolás Maduro. Una vez entran al país, la capital vallecaucana es una de las ciudades más atractivas.
“La situación es grave, en Cali ya no tenemos cómo responder ante la oleada de migración venezolana. En este momento la ciudad cuenta con casi 220.000 desplazados y 5000 habitantes de calle. Los albergues y comedores para habitantes de calle están copados por venezolanos. Si ya de por sí tenemos dificultades para atender a nuestra población, es más difícil hacerlo con el flujo de venezolanos”, dijo el secretario de Seguridad y Justicia, Andrés Villamizar.
El pasado 31 de julio, cerca de 400 inmigrantes que habían armado un ‘campamento’ en un corredor verde contiguo a la Terminal de Transportes fueron enviados en buses hacia Ecuador y Perú de manera gratuita, según los planes que tenían desde que abandonaron su país. Otros optaron por quedarse en Colombia y durante esa jornada pudieron tramitar sus permisos especiales, además de recibir alojamiento temporal en un albergue habilitado por Pastoral Social.
No obstante, cada día surgen nuevos intentos por invadir espacios públicos con cambuches que resultan ser la única opción para quienes no tienen siquiera dónde pasar la noche. Para evitar estos asentamientos informales, las autoridades hacen recorridos periódicos y retiran a las personas que estén ocupando las zonas verdes, tal como lo avala el Código Nacional de Policía.
“El problema es que no hay una ruta clara para los venezolanos que quieran quedarse en el país. Algunos ingresan legalmente y pueden hacer trámites ante Migración Colombia, pero muchos otros no tienen pasaporte porque el gobierno no se los expide. Parte del desafío que tenemos es definir esa ruta con la ONU y otros países de la región”, agregó Villamizar.
La administración municipal les brinda una atención primaria a los ciudadanos del país vecino que llegan a la ciudad. Dicha atención incluye hidratación, alimentación, vacunación y otros servicios básicos. A esto, de manera frecuente, se le suma la generosidad de los caleños que les ofrecen ayudas como ropa, medicamentos, comida y empleo.
«Así como ningún colombiano tiene derecho a invadir las zonas verdes, tampoco lo pueden hacer personas provenientes de otro país»: Andrés Villamizar, secretario de Seguridad de Cali.
Rubén Vargas, un venezolano que hace un año y medio abandonó su país por la escasez de alimentos y la inseguridad, asegura que Cali es un buen punto de llegada: “Todos quieren salir de Venezuela porque allá la vida es muy difícil. El destino más económico es Colombia, aunque este país ya está lleno de venezolanos. Llegué directamente a Cali y me parece que es una buena ciudad para vivir”.
Con él coincide Yeraldín Rodríguez, que llegó hace cinco meses por recomendación de una compatriota que ya estaba rehaciendo su vida en esta ciudad: “Me han recibido gratamente en Cali. La gente es muy amable, el clima es estupendo y hay oportunidades laborales. Sé que mis amigas en Venezuela quieren irse para Perú o Ecuador. Yo les recomiendo Colombia”.
Esto, sin embargo, no es visto con agrado por las autoridades que tienen relación directa con la llegada de venezolanos al territorio. “El caleño es muy solidario por naturaleza. Eso es bonito, pero también está agrandando el problema porque entre los venezolanos corre la voz de que Cali es la ciudad que mejor los acoge por su clima y su gente”, puntualizó Villamizar.
- 25.000 venezolanos viven en Cali.
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