Imagine que va a un concierto en la Plaza de Toros de Cali. Todas las localidades están llenas excepto el costado en el que se ubica la tarima y que permanece inhabilitado para el público. Ahora imagine que las personas que están ahí no fueron a ver artistas sino que son mujeres embarazadas. Niñas y adolescentes entre los 10 y 19 años que en los próximos meses van a tener un bebé. ¿Cuántas hay? Unas 13.000.
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Esta cantidad no es exagerada. Es el número de jóvenes que entre el 1 de enero del 2015 y el 31 de diciembre del 2017 fueron madres en Cali, según la Secretaría de Salud Pública. Exactamente 12.852. Aunque los casos presentaron una leve disminución entre ese lapso (431 menos en el 2016 con respecto al 2015 y 50 menos en el 2017 con respecto al 2016) y el promedio de Cali está por debajo de la media nacional, sigue siendo un tema de debate.
Cuando estaba en el último grado del bachillerato, Sonia Ospino conoció al que unos meses después sería su novio y su primera pareja sexual. Ella tenía 17 años y, aunque en el colegio le habían hablado sobre los métodos anticonceptivos y las infecciones de transmisión sexual, planificar no estaba entre sus prioridades.
“Usábamos preservativos, pero una vez no fue así y ahora mi bebé tiene tres años. Durante el embarazo tuve problemas con mi mamá y me echó de la casa, por fortuna encontré mucho apoyo en la familia del papá del niño. Ahora, él y yo no estamos juntos pero es responsable con su hijo. Yo regresé a la casa materna”, cuenta la joven, habitante del nororiente de la ciudad y quien estudió en un colegio público.
Del listado de la Secretaría de Salud se concluye que casi la mitad de embarazos adolescentes entre el 2015 y el 2017 se reportaron en las comunas 13, 14, 15 y 21, que conforman en Distrito de Aguablanca. Expertos como la doctora Ana Sofía Sinisterra, directora de la Fundación de Investigaciones de Ecología Humana, aseguran que esto se relaciona con una búsqueda de reconocimiento social.
“Lo que muchas de esas jovencitas están buscando es quién las reconozca. Es que siendo mamás no les pegan, no las violan, las respetan. El embarazo es buscado para protegerse porque la inexistencia social de los adolescentes en las comunidades vulnerables es infame… Lo que pasa es que en la búsqueda de ese reconocimiento se estrellan con una realidad muy difícil.”, dice la doctora Sinisterra.
Victoria Soto, docente de Salud Pública de la Universidad Icesi, coincide en que ser madre en las comunidades vulnerables es un rol que muchas adolescentes quieren ejercer a falta de oportunidades laborales o de acceso a la educación superior. Además, comenta que si bien las tasas de fecundidad de madres adolescentes primerizas han disminuido en Cali y en el resto del país, los segundos o terceros embarazos en niñas entre los 10 y 19 años van en aumento.
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“A los jóvenes no solamente hay que enseñarles la parte biológica ni cómo usar un condón. Más del 90% reciben algún tipo de información, pero falta un acercamiento, un acompañamiento psicológico y social. Las chicas no conocen sus periodos fértiles y algunas están usando el aborto como método de planificación familiar.”, cuenta Soto.
Los colegios se ‘rajan’ en educación sexual
Aunque desde el año 2007 es obligatorio que en todos los colegios y escuelas se hable de educación para la sexualidad, algunas instituciones se ‘rajan’ en este tema. Nathalia Henao, graduada en el 2016 de uno de los colegios privados más reconocidos de la ciudad, recuerda que la encargada de hablar con las niñas y adolescentes de sexualidad era la maestra de Religión y, en ocasiones, la de Biología.
“Mi colegio es del Opus Dei, entonces el sexo es un tabú. Lo consideraban algo malo. La profesora de Religión nos decía que el sexo antes del matrimonio era inadecuado y que todas debíamos ser vírgenes hasta que llegara la persona indicada para casarnos. La profesora de Biología nos repetía que no debíamos sentarnos en las piernas de los hombres porque ellos eran impulsivos. Nunca nos hablaron de métodos anticonceptivos”, dice la joven.
Juan Camilo Henao, quien a sus 15 años cursa grado noveno en un colegio privado de estrato 3 en Cali, asegura que ha recibido poca información a pesar de que los temas sobre sexualidad y relaciones sexuales son frecuentes entre los compañeros. Solo una vez, dice, la psicóloga fue a su salón para hablar de infecciones de transmisión sexual y de los cambios que tenían los niños cuando entraban a la adolescencia.
Intervención de Salud Pública
En los colegios públicos de la ciudad, la Secretaría de Salud adelanta estrategias para que los docentes conozcan cuáles son los derechos sexuales y reproductivos de los jóvenes con el fin de que se vuelvan multiplicadores entre sus estudiantes. También se ofrece la toma de pruebas gratuitas y voluntarias para los mayores de 14 años que hayan iniciado actividad sexual. Por medio de las ESE, el sistema de salud ofrece asesoría en planificación familiar para los jóvenes.
No obstante, son pocos los que aprovechan esta oferta. Paula Rojas, líder del grupo VIH e ITS de la Secretaría de salud, explica que la problemática social se ve reflejada en que los adolescentes, sobre todo en comunidades vulnerables, tienen toda la información pero no la utilizan. A esto se le suma que entre los jóvenes se expande la creencia de que lo malo les pasa a los demás y nunca a ellos.
“Hay problemáticas en todos los sectores, con la diferencia de que si alguien tiene una enfermedad de transmisión sexual y cuenta con medicina prepagada, recibe todo el tratamiento. En otros estratos, muchos jóvenes optan por ir a la droguería a que les recomienden algo. A pesar de tener asesoría gratuita en métodos de planificación familiar, las niñas prefieren usar el mismo de las amigas y no tienen en cuenta que son cuerpos distintos”, dice Paula.
Otro de los inconvenientes que ha identificado la Secretaría de Salud es la falsa concepción de estabilidad de pareja que tienen los jóvenes y que los hace más vulnerables de contraer enfermedades o quedar en embarazo. “Piensan que si duran tres meses con una pareja sexual ya es estable… para otros es suficiente estar juntos 15 días o un mes para no usar más preservativos, por ejemplo”, añade la funcionaria.
“Cuando todos empecemos a pensar que el preservativo, más que para cuidar al otro, es para cuidarme a mí, tendremos una barrera para las enfermedades. A muchas chicas les da pena exigir el condón porque piensan que las van a dejar. Pedirle exámenes a la pareja para comprobar que no tiene ninguna enfermedad es inútil porque hay un tiempo de ‘ventana inmunológica’ en el que el virus está ahí, pero no se ha desarrollado”, puntualiza Rojas.
Kelly* es una jovencita de 18 años que hace unos meses entró en depresión porque el papá del bebé que está esperando la dejó por otra mujer. Esa condición le hizo perder el interés por su hijo y entonces dejó de comer y de consumir los suplementos necesarios para que su pequeño se formara de manera saludable. Hoy, ella es una de las 12 madres gestantes que asisten cada miércoles a la Fundación de Investigaciones Ecología Humana.
Esta organización, que funciona en el Centro de Desarrollo Comunitario San Francisco de Asis, comuna 20, atiende a embarazadas adolescentes y adultas y a otras mujeres que tienen hijos menores de tres años. Aunque en diferentes espacios y con distintas actividades, con todas se trabaja el reconocimiento personal, el fortalecimiento del vínculo con ellas mismas y con sus bebés y la apropiación del conocimiento para cada etapa de desarrollo.
“Nuestra misión con las mujeres embarazadas es compartir con ellas y decirles lo valiosas que son, enseñarles el valor del afecto… eso ni siquiera se enseña, se vive. Aquí creemos que el amor todo lo puede y que es sanador. Muchas llegan golpeadas y maltratadas, pero vemos que se va tejiendo una red de afecto y entre ellas mismas se apoyan y se consuelan. Esto es hacer tejido social.”, comenta Lucía Estrada, coordinadora de la fase de madres gestantes.
En los 35 años que lleva la fundación, ninguna de las embarazadas ha optado por interrumpir voluntariamente el embarazo a pesar de que esta opción se les comenta cuando se comprueba alguna de las situaciones permitidas por la ley. Ana Sofía Sinisterra, la directora, recuerda que solo una madre dijo que quería dar a su hijo en adopción, pero al final creó un vínculo tan fuerte que se quedó con él.
Además del acompañamiento psicosocial, la fundación sirve de enlace con el sistema de salud para que las mujeres estén al día con los controles prenatales y sepan las características de cada momento del embarazo, qué exámenes deben tomarse, cuáles son las señales de alerta, entre otras cosas que les permiten empoderarse, identificarse con sus cuerpos y crear una relación más fuerte con sus bebés.
De acuerdo a la edad de los niños, las madres y ellos pasan a diferentes espacios o fases que la organización ha establecido para estimular su desarrollo. Cuando completan tres años se vinculan al Centro de Desarrollo Infantil, que funciona en la misma sede. Y cuando cumplen los cinco, pasan a la escuela. Así, esta estrategia garantiza que reciban toda la atención y los cuidados necesarios.
“El niño no falla, los que fallamos somos los adultos. Ellos son perfectos si les damos un entorno con amor donde puedan desarrollarse. Lo que necesitan no son los mejores juguetes sino el amor de sus padres. Por eso es importante empezar el proceso desde la gestación: las madres son el punto de quiebre para el cambio. Todo el mundo pinta la protección en libritos, pero en hechos hay poco. Poca ternura, poco acompañamiento, poca escucha.”, concluye la doctora Sinisterra.
Como Sonia, caso que se contó al principio de este texto, hay muchas niñas en Cali: madres en la adolescencia, sin un hogar estable en el que pueda crecer el bebé y con un poco conocimiento en temas de sexualidad más allá de cómo prevenir enfermedades y embarazos. También abundan casos como los de Nathalia y Juan Camilo, en cuyos colegios pareciera ser que la educación sexual no fuera un asunto importante.
PUBLIMETRO habló con siete jóvenes entre los 12 y 28 años para saber qué educación sexual reciben o recibieron durante la adolescencia. Tres de las entrevistadas fueron madres entre los 15 y 19 años. (Dé clic en cada una de las fotografías para leer los relatos).
*Nombres cambiados por petición de las fuentes.