¿Cuánto dinero recibe mensualmente un universitario, dónde lo obtiene, en qué se lo gasta y qué tan importante es para él? Estas fueron las preguntas que motivaron a María Fernanda Rebellón, graduada de la Maestría en Educación de La Sabana, a publicar el estudio, que a través de una encuesta a 700 estudiantes de jornada diurna de nueve instituciones de Bogotá obtuvo cifras aproximadas que ubican a esta comunidad como un gran dinamizador de la economía local.
El informe académico se concentró en tres universidades públicas y seis privadas que concentran una cantidad representativa de alumnos de toda la ciudad y todos los estratos: la Nacional (16,8% de las encuestas), la Javeriana (16,2%), los Andes (15,1%), el Rosario (11,5%), La Salle (10,1%), la Distrital (8,8%), Externado (8,5%), la Sabana (8,4%) y la Minuto de Dios (4,6%).
Como conclusión, dependiendo del nivel socieconómico, un universitario en la ciudad recibe mensualmente recursos que oscilan entre $200.000 y $1 millón. Con ese dinero debe pagar su transporte, su alimentación, elementos académicos y también la diversión. Al menos tres de cada diez estudiantes reciben un poco más de un salario mínimo ($689.000), con el cual, en algunos casos, un trabajador debe sostener a toda una familia.
Al analizar en detalle los datos, hay varias categorías. Al menos el 21% de los universitarios debe sortear todos sus gastos con menos de $200.000 al mes, algo complejo si se tiene en cuenta que poco menos de la mitad lo debe invertir en transporte, y una sola fotocopia puede costar hasta $100. Estos estudiantes son los que menos lujos se pueden dar y los que, en su mayoría, buscan una fuente alternativa de ingresos.
Después de ellos hay una amplia franja media: al menos el 60% recibe entre $200.000 y $600.000 mensuales, monto que les permite un mayor margen de maniobra en su vida universitaria. Finalmente, hay un pequeño porcentaje que vive sin afugias, al recibir mesadas que en algunos casos superan $1 millón.
Al consultar a varios universitarios se encontró que, contrario a lo que creen sus padres, gran parte de esos recursos la gastan en diversión, como rumba, trago, videojuegos y viajes. Luego, en su orden, invierten en recursos básicos (comida, transporte, ropa, etc.) y, por último, en herramientas académicas (fotocopias, libros, cuadernos y demás).
Al comparar los usos del dinero entre estudiantes de universidades privadas y públicas, el panorama cambia. Mientras a los primeros, el tener mayores ingresos mensuales les permite gastar en diversión casi el 56%, tienen la posibilidad de ahorrar hasta el 10% de sus ingresos y el resto lo usan en gastos básicos o elementos académicos; los segundos, al mantener el cinturón más ajustado, gastan en diversión el 30%, ahorran el 1% y el resto lo invierten en necesidades puntuales.
Por género, la investigación encontró que las mujeres son un poco más juiciosas e invierten más en materiales de estudio y menos en rumba. Por ejemplo, “mientras ellas gastan el 22% en útiles escolares, ellos destinan el 15%. De otra parte, los hombres gastan la mitad de sus ingresos en diversión y las mujeres, el 46%”, precisa la investigadora María Fernanda Rebellón.
Al hacer cálculos con los datos de estudio, se encuentra que esta comunidad de al menos 500.000 alumnos mueve en Bogotá, como mínimo, recursos del orden de los $200.000 millones al mes, contando sólo necesidades de su día a día. Al consultar el origen de esta cuantiosa suma, los investigadores encontraron que en la mayoría de los casos tiene una fuente común: los padres de familia. La encuesta señala que al menos nueve de cada diez jóvenes que llegan a la educación superior reciben mesada familiar; dos de cada diez estudiantes tienen algún empleo con el cual contribuyen con sus ingresos, y una porción muy mínima (2 de cada 100) cuenta con una beca de manutención.
Según precisó Rebellón, quienes lideraron el estudio, de los pocos que trabajan, “el 8% tiene un empleo formal los fines de semana en bares, discotecas o restaurantes; el 7% tiene un trabajo parcial; el 2,5% trabaja como monitor o asistente en la universidad, y el 2% vende productos en clase o hace trabajos a otros compañeros”.