El salto del Tequendama más que una cascada natural se ha convertido en el epicentro de los suicidas, tanto así que se ha ganado el nombre de “El Lago de los Muertos”.
De acuerdo con los relatos de la historia, desde los años 30 y hasta en la actualidad (aunque ya no ocurre con frecuencia), llegaban personas de Bogotá y otras regiones para ascender a la orilla y dejarse caer de sus 156 metros.
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Los pobladores del lugar han asegurado en repetidas ocasiones que la razón por la que los suicidas llegaban era porque allí aseguraban su muerte y, asimismo, de que se cuerpo desapareciera por completo.
Otros, por su parte, creen que el lugar tiene una extraña energía que hace que salten, ya que, explican, vieron casos de personas que se encontraban tranquilas en el lugar y sin aparente razón corrieron y se lanzaron.
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Una crónica del diario El Tiempo cuenta la historia del primer cuerpo que pudo ser recuperado. Un grupo de taxistas realizaron nueve intentos para hallar el cuerpo de su compañero Eduardo Umaña, quien días atrás se había lanzado.
“Se encontraba totalmente desnudo; únicamente conservaba una media y un pedazo de zapato (… ) la corbata la tenía fuertemente anudada a los ojos y estaba adherida a la piel”, relata la crónica.
En el libro 20 crónicas policiacas, del cual se encuentran ejemplares en la biblioteca Luis Ángel Arango, recopila historias del más allá, entre ellas la de un empleado de una ferretería que en 1952 se arrojó del Salto del Tequendama.
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«Hoy me despido de esta vida miserable. Yo soy un desgraciado. De todo mundo vivo despreciado, vivo en una batalla solo, vivo y puedo seguir mi suerte», dejó escrito en una carta.
Una pareja, Roberto y Gloria, son unas de las historias más recordadas del lugar. Ambos se lanzaron al vacío y, en un Jeep que tenía asignado el hombre, quien prestaba sus servicios como cabo al Ejército, encontraron las siguientes letras:
“Para aquellas personas que les interese mi muerte: A nadie más que al destino puedo culpar de lo que me pasa. Quisiera vivir, pero el destino quiere que al empezar mi vida la termine. Amo y el amor me obliga a despedirme de este mundo ingrato. A todos los que mi decisión les cause pena, les ruego me perdonen. Gloria.”
“Señores de la prensa y Policía: El que la hace la paga. Yo la hice, luego debo pagarla. Pero debo afrontar el Más Allá para evitarle a la sociedad el trabajo de juzgarme. Para los que sufran por mi muerte, mil perdones. Qué puede hacer el hombre cuando todos los caminos se le cierran? A los señores de la prensa les suplico que no sean muy duros en sus críticas. Adiós. Roberto”.
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Sin embargo, días después empezaron las sospechas de la verdadera historia, ya que el centro de atención de la prensa y los habitantes de Bogotá estaba en el caso. Resultó que por bigamia, se encontraban realizando trámites en Cúcuta para huir a Venezuela.
De hecho, la tradición viene de años atrás. El Hotel del Salto del Tequendama se inauguró en 1927 y solo duró hasta 1990. Quienes lo conocen aseguran que se siente la energía del más allá, pues muchos de sus huéspedes decidieron quitarse la vida. Muchas de ellas también quedaron documentadas
Hubo varias estrategias con las que se buscaba evitar el gran número de suicidas. Desde policía que inspeccionaba el lugar, hasta una placa con un mensaje que decía: “tus problemas tienen solución. El señor Jesucristo te dice: yo soy el camino, la verdad y la vida”.