A comienzos de junio de 1999, cerca de una docena de adolescentes en un colegio en Bélgica cayeron enfermos con síntomas similares: dolores de cabeza, mareos y molestias estomacales.
La enfermera de la escuela, intentando encontrar la causa del malestar, les preguntó qué habían ingerido. Hubo una sola cosa que todos tenían en común: habían bebido latas de Coca-Cola.
Los jóvenes, además, reportaron que la bebida tenía un olor raro.
Unos días más tarde ya eran cerca de un centenar los adolescentes enfermos en el norte del país, e incluso hubo algunos casos del otro lado de la frontera, en Francia. Todos habían enfermado después de tomar Coca-Cola.
La compañía inmediatamente retiró algunos de sus productos.
El gobierno belga, por su parte, abrió una línea telefónica para denunciar casos y comenzó una investigación. De forma preventiva, prohibió la venta de bebidas de Coca-Cola, incluyendo no solo esa gaseosa sino otras de la popular marca.
En Europa, Francia, Países Bajos y Luxemburgo también comenzaron a retirar esos refrescos de los estantes de supermercados.
Las autoridades belgas convocaron a un grupo de diez expertos para evaluar la situación. Ben Nemery, un toxicólogo de la Universidad de Lovaina, fue uno de ellos.
«Las evidencias no mostraban que hubiera un verdadero envenenamiento. Tras una reunión con los otros expertos concluimos que no se trataba de un caso serio de intoxicación«, le contó a Claire Bowes del programa Witness de la BBC.
Raro desorden
¿Qué estaba enfermando a los jóvenes entonces?
El diagnóstico de los expertos es que padecían un desorden inusual y alarmante llamado enfermedad sociogénica masiva.
«Se trata de una condición en la que las personas tienen síntomas de forma colectiva, que sugieren una enfermedad, pero que en realidad no tienen una causa médica. Sin embargo esas personas creen que hay una causa en común», explicó Nemery.
Según el científico, la clave del desorden está en la creencia de que algo te está enfermando. Eso genera síntomas que son reales.
Muchas veces los síntomas son leves: malestar, dolor de cabeza, reacciones similares a una alergia.
«A veces son más espectaculares, con gente que hiperventila e incluso se desmaya», cuenta el toxicólogo.
Por su parte, la doctora Farhana Haque, del Instituto para la Salud Global de la University College de Londres, le contó a la BBC que a lo largo de la historia ha habido varios episodios de esta forma de histeria epidémica.
«Hay casos reportados en Europa desde el siglo XIV. Uno de los más famosos fue el brote de baile compulsivo, en el que la gente bailaba de forma errática, a veces en grupos de miles de personas», señaló sobre el fenómeno que abarcó a varios países y ocurrió en distintos períodos.
«Hay dos variantes de este tipo de enfermedad: una se relaciona con la ansiedad y suele generar dolores de cabeza, mareos, calambres abdominales, tos y a veces dolor de pecho y dificultades para respirar», explicó.
«La otra variante se relaciona con la motricidad y puede llevar a brotes de baile histérico, convulsiones o risas».
Las causas
En Bélgica, los casos de presunta contaminación por Coca-Cola siguieron apareciendo, aunque todos con síntomas leves.
¿A qué se debía esta histeria colectiva?
Nemery cree saber qué pudo haber generado esta reacción masiva, desencadenada por una gaseosa que olía un poco diferente a lo normal.
Un mes antes de este curioso episodio con la Coca-Cola, Bélgica había atravesado por una verdadera emergencia de salud pública: una contaminación masiva con una sustancia química altamente tóxica llamada dioxina.
La dioxina, que puede causar cáncer y defectos de nacimiento, estaba en aceite de motor que de alguna forma se mezcló con alimento para animales.
Miles de vacas, cerdos y pollos, y la leche y huevos que producen, pudieron haber sido contaminados. Ante la imposibilidad de rastrear todos los casos de contaminación las autoridades europeas prohibieron toda la carne y los productos lácteos originados en Bélgica.
Fue uno de los mayores escándalos alimentarios en la historia de la pequeña nación europea.
Por unas semanas los supermercados belgas se quedaron sin carne, huevos, pollos, leche o cualquier productos de origen ganadero.
El impacto para la población fue grande y la contaminación causó gran alarma e incluso pánico.
«Todos los productos que pudieran contener algo de carne o productos lácteos fueron removidos. Incluso el chocolate, que en Bélgica es muy importante», recuerda Nemery.
«Todo el país estaba en shock: las autoridades, el público, los profesionales médicos, todos».
El escándalo generó desconfianza en los alimentos y también en las autoridades, luego de que se revelara que algunos ministros supieron de la contaminación tres meses antes de que se hiciera pública.
Fue en ese contexto que un grupo de jóvenes en una escuela cerca de Amberes abrieron una coca que tenía un olor diferente al habitual y cayeron enfermos.
Ansiedad
«No hubiera sido algo tan masivo o intenso si no hubiera ocurrido antes esa crisis con la dioxina», asegura Nemery.
«Durante muchos días estos jóvenes habían escuchado que nuestros alimentos modernos podían estar contaminados por dioxina en cantidades que no pueden ser percibidos, pero que podían causar cáncer, así que la ansiedad sobre lo que comemos era mucho más alta que lo habitual«.
Pero ¿qué era ese olor raro que sintieron los estudiantes cuando abrieron las Coca-Colas? ¿Fue un invento?
Según la empresa, seguramente se debió a que su fábrica en Amberes utilizó el tipo incorrecto de dióxido de carbono para darle a la bebida su efecto gaseoso, algo que no tuvo impacto para la salud.
El escándalo golpeó a Coca-Cola, aunque la compañía se recuperó rápidamente una vez que se aclaró que sus bebidas eran seguras.
La confianza del público también retorno de forma veloz gracias a una efectiva campaña de marketing: cada familia belga recibió un cupón que podía intercambiar por una botella de Coca-Cola. En poco tiempo las ventas volvieron a la normalidad.
Sin embargo el que no se recuperó fue el gobierno belga.
Semanas después del escándalo de la dioxina, y en medio de imágenes de jóvenes enfermos, los demócratas cristianos sufrieron un fuertísimo revés en las elecciones federales del 13 de junio.
La debacle puso fin al gobierno de ocho años del primer ministro, Jean-Luc Dehaene, quien decidió renunciar.
Así concluyó el dominio de casi medio siglo de los demócratas cristianos en Bélgica.
Un año después, el gobernante partido verde -que nunca había estado en el poder- creó la Agencia Federal para la Seguridad de la Cadena Alimentaria (Fasfc).
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