Son las siete de la noche del domingo, llueve en Bogotá y en un conocido restaurante del norte de la ciudad solo hay una persona.
Sin embargo, el movimiento del personal del lugar no cesa y desde la cocina salen órdenes cada cinco o diez minutos.
¿La razón? Motociclistas y ciclistas con enormes mochilas naranjas con forma de caja llegan hasta allí para recoger esos pedidos y llevarlos a su destino final.
Son los repartidores de Rappi, una compañía dedicada al negocio de los envíos (o "domicilios", como les dicen en Colombia) que en sus pocos años de vida ha crecido a niveles insospechados.
La empresa fundada a mediados de 2015 en Bogotá ya opera en 27 ciudades de 6 países de América Latina.
Por si fuera poco, en septiembre de este año, Rappi logró convertirse en el segundo "Unicornio" de Colombia (después de Lifemiles, de Avianca), al hacerse merecedora de la mitológica denominación de Silicon Valley para los emprendimientos tecnológicos que logran una valoración de al menos US$1.000 millones.