Puede ser que el daño ya esté hecho: por mucho que la devaluación del peso argentino logre ser controlada, sus consecuencias en el corto plazo serán más inflación, pobreza y desempleo.
Y la súbita crisis también reconfiguró el tablero político de Argentina. Y no precisamente a favor del presidente, Mauricio Macri, elegido con la bandera del cambio y de la estabilidad económica.
El mandatario, que hace un año parecía destinado a la reelección, ahora está seriamente tocado, a 14 meses de las elecciones presidenciales.
Su popularidad en las encuestas ya venía en picada antes de la devaluación del peso, que perdió 30% de su valoren dos semanas. Y lo más probable es que en los próximos sondeos su imagen esté por debajo del 25% de aceptación.
El mayor reto de Macri, por tanto, será gestionar la crisis sin sufrir más desgaste político, dos tareas que parecen antagónicas para un gobierno que busca "traer normalidad" al país y "atacar la raíz del problema" económico.