Puedo ponerle fecha al inicio de mi ansiedad: tenía solo ocho años.
Mi tío tuvo una muerte bastante trágica y mis padres lo pasaron mal con el duelo, así que yo tuve que arreglármelas sola para entender y lidiar con lo que había pasado.
En esa misma época me empezaron a acosar en el colegio. Y eso hizo que me aislara mucho.
Tuve mi primer ataque de pánico a los 10 años y desde entonces la ansiedad ha tenido una presencia constante en mi vida.
Ahora tengo 22 años. No puedo recordar los detalles de mi primer ataque de pánico pero sé que tuve que faltar al colegio durante varias semanas.
Y así es como empezó mi vida tal y como la conozco.
Cuando fui a la escuela secundaria la ansiedad hizo que no pasara los exámenes. Lo impactó todo.
Si había algo planeado que quería hacer, como una excursión con amigos, me pasaba dos días tirada sobe el sofá, para no cansarme.
Viviendo con emetofobia
Cada persona siente los ataques de pánico de distinta manera y los míos han cambiado a lo largo de los años, pero en aquel entonces sentía como si me fuera a tragar la lengua.
Me la mordía para asegurarme de que no lo hacía. Sentía que me iba a morir y que mi cuerpo estaba tirando la toalla.
Después de un ataque, tenía tanto miedo de tener otro que hacía cualquier cosa para evitarlo.
Quedarme quieta y calmada en el sofá formaba parte de ese mecanismo de defensa.