Murió como Lana Peters. Pero antes de eso fue Svetlana Alliluyeva. Y antes, Svetlana Iosifovna Stalin.
Fue la única hija de José Stalin, quien gobernó la Unión Soviética desde mediados de 1920 hasta su muerte en 1953. Stalin también tenía dos hijos varones, pero ella era su preferida. También fue la que desertó a Estados Unidos.
Su vida fue una paradoja, entre la obediencia y la rebeldía. Y como consecuencia, nada fue fácil para Svetlana.
Hasta para cambiar su nombre tuvo que pedir permiso al Kremlin, donde muchos la criticaron por violar la memoria de Stalin.
"Ella vivió a la sombra del nombre de su padre toda la vida", dice Rosemary Sullivan, autora de la biografía La hija de Stalin: la extraordinaria y tumultuosa vida de Svetlana Alliluyeva, galardonada entre otras con el Premio Plutarch de Biografía 2016 y nombrado libro del año por el diario Daily Mail de Reino Unido.
Según Sullivan, quien investigó la vida de Svetlana durante cuatro años en varios países y entrevistó a decenas de familiares, amigos y conocidos, la hija de Stalin era, pese a todo, una luchadora.
"Era una mujer con imaginación, apasionada de la escritura, frustrada, y prisionera de la proyección del nombre de su padre. Pero nunca dejó de luchar contra eso. Su determinación fue impresionante", le cuenta a BBC Mundo, quien la entrevista por su participación en el Hay Festival Cartagena, que se celebra esta semana en la ciudad colombiana.
"Pequeña mariposa"
En medio de su inestabilidad emocional, empezó a escribir sus memorias que más tarde enviaría al extranjero para protegerlas de la confiscación del gobierno soviético.
En 1963 conoció al político indio Brajesh Singh en Moscú. Una vez más, Svetlana se aferró a la idea del matrimonio. Pero el gobierno no le dio el permiso para registrar la unión.
Singh murió ese año. Entonces, Svetlana recibió un permiso extraordinario para llevar las cenizas de su difunto (aunque no oficial) esposo a India.
Fue en diciembre de 1966 cuando vio a sus hijos por última vez. José tenía 18 años y Katya, 16.