Con frecuencia escuchamos que las bebidas gaseosas tienen alto contenido calórico. Una Coca-Cola en lata, por ejemplo, contiene el equivalente a siete cucharaditas de azúcar.
Pero ¿es solo el azúcar de estas bebidas lo que está contribuyendo a esos kilos de más o hay otra cosa?
En un estudio reciente de la Universidad de Birzeit, en los territorios palestinos, los investigadores le dieron a un grupo de ratas bebidas gaseosas, bebidas con azúcar pero sin gas y agua del grifo.
Y encontraron que las ratas a las que le dieron bebidas gaseosas ganaron mucho más peso que aquellas a las que les dieron las otras opciones.
Cuando tomaron muestras de sangre se dieron cuenta de que las ratas a las que les dieron bebidas gaseosas tenían un nivel mucho más alto de grelina, la hormona del hambre, y que esto puede explicar por qué ganaron peso.
Experimento en humanos
Inspirado en esta investigación, el programa de la BBC Trust Me I’m a Doctor (Créeme, soy médico) decidió hacer su propio experimento, esta vez en humanos.
Con la ayuda del doctor James Brown, de la Universidad Aston, en Birmingham, el equipo de la BBC reclutó a un grupo de voluntarios, todos en buen estado de salud.
Decidimos no decirle a los voluntarios en qué consistía específicamente la investigación, para impedir que esa información afectara los resultados.
En vez de explicarles que se trataba principalmente de ver qué impacto tiene el gas de las bebidas, les dijimos que estábamos midiendo el impacto de las bebidas azucaradas en el apetito, que en parte era verdad.
Los voluntarios llegaron al laboratorio tras 10 horas de ayuno y cada uno recibió un sándwich de queso, con nivel controlado de calorías.
La idea era garantizar que todos los voluntarios comenzaran la prueba con un nivel similar de grelina en la sangre.