“Guarden provisiones y manténganse en sus casas durante estos días”, sugieren las autoridades. Esto es lo correcto y lo más responsable para afrontar una causa que pone en riesgo la salud colectiva. Además, es una responsabilidad personal que afecta a seres queridos y compañeros cercanos.
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Aún así, este anuncio es inverosímil para la mayoría de colombianos y habitantes del país. El 48% de la fuerza laboral colombiana trabaja en la informalidad, según datos del DANE para enero de este año. Informalidad equivale a trabajar en el escenario del rebuscador: la calle. ¿Qué harán entonces para sobrevivir durante estos días si las autoridades recomiendan recluirse? Para ellos no es una cuestión de salud. Ellos tienen una prioridad anterior: la supervivencia física.
Muchos de esos que usted ve en las calles pagan arriendo todos los días, no mensualmente. Les cobran 5 mil pesos por dormir todos los días en una pieza con cama y baño. Asimismo, les cobran las deudas todos los días, no cada 30 días. Al estar por fuera del sistema financiero, se las tienen que ver con los famosos “pagadiarios”. Tienen que comprar la bolsita de champú para el día, así como el pan y la leche. No tienen almacenado nada. Viven de lo que se hacen a diario. Esa es la realidad de millones de colombianos y de inmigrantes, aunque nosotros no seamos testigos de ese día a día.
¿Cuál debe ser el enfoque de una sociedad solidaria hacia esto? Olvidar la mezquindad y dar una mano. Si ve alguien en la calle vendiendo y no le quiere comprar por miedo a un contagio, bríndele la moneda/billete que le iba a dar sin importar no recibir un producto a cambio.
La solidaridad es un atributo del ser humano grande y es en estos momentos donde podemos sacar la cara más brillante de nuestro ser y revalidar el significado de sociedad, un contrato donde todos nos comprometemos con el cuidado del otro, más aún en situaciones de emergencia.