El asesinato del comerciante de esmeraldas Jesús Hernando Sánchez, ocurrido este domingo en un conjunto residencial de Bogotá, ha encendido las alarmas de las autoridades por las similitudes con otro crimen perpetrado en la misma zona: la muerte del esmeraldero Juan Sebastián Aguilar, conocido como ‘Pedro Pechuga’, ocurrida el 7 de agosto del año pasado, también en un día festivo.
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En ambos casos, las víctimas fueron atacadas por un francotirador en conjuntos residenciales del área de Bosques del Márquez, una zona boscosa al occidente de la ciudad. Según el general Giovanni Cristancho, comandante de la Policía de Bogotá, el crimen más reciente ocurrió a las 3:40 p.m., cuando Sánchez fue alcanzado por un proyectil mientras se encontraba en su vivienda, ubicada en el límite del condominio. Desde una zona de bosque denso, el asesino disparó y escapó sin dejar rastro.
“Fue un tirador experto, con amplio conocimiento del terreno”, afirmó el oficial, quien añadió que se están realizando labores de barrido técnico en el lugar desde donde se habría ejecutado el disparo.
Crímenes que se repiten: conexión entre la muerte de ‘Pedro Pechuga’ y la del esmeraldero Jesús Hernando Sánchez
La escena guarda una inquietante similitud con el caso de Pedro Aguilar, quien también fue asesinado por un tirador profesional, desde una distancia de 90 metros, con un arma de alto calibre. En ese entonces, una investigación de la revista Semana reveló que se utilizó un arma de calibre 7,62, prohibida por el Derecho Internacional Humanitario debido a su capacidad de destrucción y letalidad.
En el lugar del asesinato de Aguilar se encontraron indicios de una planificación meticulosa: una estera militar y un trípode improvisado con ramas, lo que indica que el francotirador esperó el momento preciso para disparar, operando desde una posición estratégica con línea de visión clara sobre su objetivo.
Ambos homicidios fueron ejecutados con extrema precisión y frialdad, lo que hace pensar en un patrón criminal cuidadosamente calculado. Las autoridades no descartan que se trate de una serie de asesinatos selectivos vinculados al negocio de las esmeraldas en Colombia, un sector históricamente afectado por disputas violentas, ajustes de cuentas y luchas por el control territorial.
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Mientras avanza la investigación, crece la presión sobre los entes judiciales para esclarecer si existe una conexión directa entre los dos casos. La opinión pública también exige resultados concretos ante lo que parece ser una nueva escalada de violencia sofisticada en un sector económico tradicionalmente asociado con el conflicto armado y el crimen organizado.