En la avenida Las Américas hay un puente. En la parte inferior de ese puente hay seis hendiduras. En una de esas hendiduras vive una persona. Se llama Julio César, lleva tres décadas en la calle y se dedica a reciclar durante los días en los que pasan los camiones de basura por su sector. Es decir, martes, jueves y sábado.
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Julio César es uno de los 11.260 habitantes de calle que fueron encuestados en los 15 días que duró el censo a esa población realizado por la Secretaría de Integración Social. PUBLIMETRO acompañó al Distrito en uno de los recorridos que realizó durante estas jornadas en el sur de la ciudad.
Cuando los encuestadores llegaron al puente saludaron en voz alta. “Buenos días”, dijeron. Sus voces se perdían en el ruido de los carros, los buses y las motos que pasaban una y otra vez. Dos de los censistas se subieron en uno de los pilares del puente y repitieron el saludo. De la oscuridad salió Julio César. Como un niño en un rodadero, se deslizó por el pilar del puente. Los encuestadores le contaron que estaban haciendo un censo, que necesitaban realizarle unas preguntas, 42 para ser exactos.
En las respuestas de Julio César y de los miles de habitantes de calle de Bogotá se palpa el desamparo en el que permanecen. Uno de los encuestadores lo reconoció porque lo había visto antes en uno de los centros que tiene el Distrito para acoger a los habitantes de calle. La conversación fue fluida la mayoría del tiempo y triste en algunos momentos. “¿Recibe apoyo de su familia?”, le preguntó el funcionario. “No”, respondió Julio César.
-¿Y de amigos? -volvió a preguntar el censista.
-No. -¿De la comunidad?
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-No.
-¿De alguien más?
-No.
Sus respuestas son también una evidencia de la soledad, de que ser habitante de calle en ocasiones también es ser un huérfano de hogar. Son como una nación sin patria ni educación ni cultura ni comida. A veces sin familia y sin amigos. Otras veces sin un lugar donde permanecer sanos y salvos.
Un aparte de la encuesta indaga por su seguridad. Entre otras cosas, les preguntan si han sido víctimas de golpes, disparos, agresiones con arma blanca, amenazas o insultos. También les piden contestar si en los últimos 30 días han temido por su vida.
Estas preguntas no son gratuitas. Una de las últimas recopilaciones de datos sobre violencia contra habitantes de calle la hizo la ONG Temblores en 2018 (lo cual muestra la falta de información actualizada sobre esta población). El informe indicó que, según los datos de Medicina Legal, entre 2007 y 2017 fueron asesinados 658 habitantes de calle en Bogotá y se registraron 7.868 agresiones contra esa población en el mismo período.
Julio César, sin embargo, dijo que no ha sido víctima de este tipo de ataques mientras realiza las dos actividades que ejerce para vivir: el reciclaje y la vigilancia de carros. Estas labores son muy comunes entre los habitantes de calle de Bogotá. Logran conseguir dinero en las chatarrerías o con los conductores de carros que les regalan unas monedas. Ese dinero les sirve para comprar comida. Por lo general, no la suficiente.
“La encuesta tiene un ítem sobre eso. (Comen alimentos) bajos en nutrientes. Si se alimentan una vez al día es difícil encontrar que se alimentan dos veces”, explicó Emilio Merchán Díaz, profesional de la Subdirección de Adultez de la Secretaría de Integración Social.
Ellos son quienes también engrosan las encuestas de inseguridad alimentaria del Dane: el año pasado esa entidad encontró que en Colombia el 26,1 % de las personas se encuentran en inseguridad alimentaria. Merchán sostuvo que esta encuesta era una “deuda” que tenía la Alcaldía de Bogotá con la población habitante de calle en la ciudad, pues ya habían pasado siete años desde que se realizó la última medición.
“Todo esto es un levantamiento de información para que nosotros podamos definir cuáles son las decisiones que debemos tomar para tenerlas presente en la oferta institucional que tenemos para ellos”, explicó Carlos Cardozo, el subdirector de Adultez de la Secretaría de Integración Social.
La manilla amarilla
En estos años se ha hecho evidente que ha incrementado la cantidad de habitantes de calle que duermen en los andenes, los parques y bajo los puentes. John, cuyo nombre fue cambiado para proteger su identidad, fue otro de los encuestados. Se encontraba debajo de un puente peatonal y, cuando llegaron los funcionarios de la Secretaría de Integración Social, dijo sentirse avergonzado por la basura que había junto a su cambuche. En el piso se veían empaques de medicamentos, bolsas y folletos.
La encuestadora puso una planilla negra sobre el suelo y se sentó en ella para hablar con John. Su cambuche, hecho de cobijas desvaídas, parecía hermético y estaba hecho para aguantar los vientos helados de las noches bogotanas. Para atender la visita, Jhon asomó su cabeza. Escuchaba las preguntas de la funcionaria y las contestaba con atención.
Cuando le preguntaron qué comía respondió que gaseosa con pan o sopa, porque dijo que era “muy sopero”. Después, contó que había empezado a fumar marihuana a los 12 años y que había probado el bazuco a los 18. Como John, muchos de los habitantes de calle padecen problemas con las drogas.
En la encuesta que hizo el Distrito en 2017, se encontró que el 38,3 por ciento de ellos aseguraron que la razón por la cual permanecían en las calles era el consumo de sustancias psicoactivas.
Estos problemas de adicción también minan su salud, más allá de lo que comenta la gente. John, por ejemplo, confesó que se enferma seguido. “La gripa lo agarra cada ratico a uno por el frío y la lluvia”, contó. También dijo que un día se le rompió el brazo, pero que se recuperó. Como evidencia, sacó su brazo del cambuche y mostró una cicatriz que le surcaba la piel.
Antes de acabar la visita, la encuestadora le puso una manilla amarilla y le pidió que no se la quitara durante los próximos días. Esa fue una de las estrategias que usó el Distrito para evitar contar a los habitantes de calle dos veces.
Los resultados de las encuestas serán depurados en lo que queda de octubre. En noviembre el Distrito estará preparando un informe de análisis y se espera que en diciembre próximo estos datos sean publicados. Entonces, la ciudad sabrá a cuántos de sus habitantes no les pudo ofrecer un hogar.