Buen clima, buen ambiente y buen rock. Desde las once de la mañana, miles de aficionados empezaron a llenar las graderías del Campín para vivir lo que sería un festival de nostalgia y de algunos de los mejores capítulos del rock.
Angra dio el pitazo inicial en el Nemesio. Impecable, conectado con su público latino, dejó la chispa puesta para que Helloween diera muestra de uno de los mejores shows del heavy metal mundial. Los alemanes llenaron de calabazas el estadio y dejaron a sus asistentes listos para lo que sería para muchos el show de la jornada: Deep Purple.
Los británicos, liderados por Ian Gillan, dieron cátedra de lo que es ser un monstruo del rock: su show estuvo abarrotado de clásicos y lleno de virtuosismo. A punta de la magistral guitarra de Simon McBride y del increíble teclado de Don Airey llevaron al público bogotano a un éxtasis psicodélico y clásico al mejor estilo de los Purple.
Klaus Meine puso a corear a los bogotanos con un show impecable, sólo manchado por algunos inconvenientes de sonido para los Scorpions. El punto final lo puso Kiss. Y no hay mucho que decir, lo hizo al estilo Kiss. Con fuego, juegos pirotécnicos, clásicos que han marcado la música de generaciones y un Paul Stanley volando sobre más de 40.000 rockeros que dejaron claro en el mundo de la música, que nada vencerá al monstruo del rock.