Barranquilla

“El periodismo es crucial en la lucha contra los flagelos ambientales”: Éel María Angulo, autora de “Un veneno llamado plomo”

La periodista y escritora ha estado durante diez años investigando las huellas grises de la fundación de metales en Colombia.

La autora Éel María Angulo sobre su libro Un veneno llamado plomo.
Suministrada La autora Éel María Angulo sobre su libro Un veneno llamado plomo.

La autora y periodista barranquillera, Éel María Angulo, ha publicado su primer libro titulado: ‘Un Veneno llamado Plomo’. Esta obra del periodismo de investigación indaga las huellas grises de la fundición de metal en Colombia. Angulo, ganadora del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, fue reconocida por su serie de reportajes que detallan los efectos devastadores del negocio de la fundición de plomo en poblaciones del norte del país, como las veredas El Carmen y La Bonga, en Malambo, Atlántico. Estos reportajes fueron publicados en el diario El Heraldo y muestran el impacto en la salud pública de estas comunidades. En conversación con PUBLIMETRO, la investigadora compartió detalles sobre su publicación y las graves consecuencias de esta problemática en Colombia.

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¿Qué te motivó a investigar y escribir sobre el impacto de la fundición de plomo en Colombia?

R/: Lo que me motivó a investigar y escribir sobre el impacto de la fundición de plomo en Colombia fueron, esencialmente, las historias de los niños afectados, debido a que una de las realidades más complejas en torno a este tema es que ellos resultan ser los más afectados, ya que la absorción de este metal en los menores es cinco veces mayor a la de los adultos y los daños que pueden provocarles a nivel cognitivo en buen número de los casos son irreversibles y están marcados por el registro de síntomas dolorosos que van desde dolores de cabeza insoportables hasta convulsiones y alteraciones en sus capacidades de aprendizaje.

¿Cuáles fueron los mayores desafíos a los que te enfrentaste durante los 10 años de investigación?

R/: Los mayores desafíos a los que me he enfrentado en estos diez años de investigación sobre el tema han sido de corte de seguridad, dado el secretismo que rodea a esta industria y los riesgos que representa seguir las huellas, así como los vacíos de información y la desestimación de la importancia de poner sobre la mesa el tipo de contaminación que produce este negocio como un asunto de salud pública.

Mencionas que el negocio de la fundición de plomo se ha expandido hacia lo clandestino. ¿Cómo afecta esta ilegalidad a las comunidades afectadas?

R/: Al expandirse hacia las fronteras de lo clandestino, a través del establecimiento de pequeñas fundidoras de plomo ubicadas en poblaciones apartadas a las que los monitoreos ambientales muchas veces no llegan, las comunidades se ven afectadas principalmente por la invisibilización de los problemas de salud que sufren a raíz del funcionamiento de estos negocios, lo que da origen a que la impunidad reine en los casos en los que las denuncias de las familias no solo no son escuchadas, sino también sumergidas en una atmósfera de descrédito basada en su posición social, que hacen referencia a que nadie les creerá por no tener los recursos económicos para contratar abogados que realmente den la pelea por sus causas.

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En el libro, hablas sobre la corrupción en el sistema de otorgamiento de licencias ambientales. ¿Qué evidencias encontraste al respecto?

R/: A lo largo de la investigación fue posible constatar que incluso funcionarios públicos fueron blanco de ofrecimientos de sobornos para permitir que varias fundidoras de plomo siguieran en funcionamiento, pese a las órdenes dadas por las entidades de control ambiental de que debían cerrar. Uno de los testimonios centrales corresponde al de un ex alcalde de Malambo que detalló cómo le ofrecieron dinero a cambio de hacer posible que las empresas cerradas retomaran labores.

¿Cómo crees que este libro puede influir en la implementación de políticas más estrictas en torno a la fundición de plomo en Colombia?

R/: Sueño con una Colombia en la que las voces de los afectados por los flagelos ambientales que enferman en silencio puedan ser escuchadas, por eso espero que este libro pueda influir en la implementación de una política nacional que estipule labores específicas de mayor control y regulación de la fundición de metales pesados como el plomo, mediante el establecimiento de equipos dedicados al rastreo de los vectores que más identifican a esta actividad, tales como el humo que sale de las chimeneas de los negocios que reprocesan este material, así como el endurecimiento de las sanciones.

Has mencionado que la fundición de plomo es un negocio necesario, pero debe ser más sostenible. ¿Cuáles serían las medidas clave para lograr un equilibrio entre la industria y el medioambiente?

R/: Dado el uso del plomo para acciones cotidianas tan necesarias como la instalación de placas de este metal en las baterías de los automóviles, considero que las medidas clave para lograr un equilibrio entre esta industria y el medioambiente van de la mano de la implementación de acciones que disminuyan el impacto directo en las poblaciones, al no permitir que estas labores se den en cercanías de comunidades, al garantizar que no se contaminen fuentes de agua con los desechos tóxicos y al suministrar a los operarios la mayor cantidad de herramientas de protección, para disminuir el impacto en su salud y la de sus familias de manera paraocupacional.

¿Puedes contarnos más sobre el proceso de investigación en las veredas El Carmen y La Bonga? ¿Qué fue lo más impactante que descubriste? El plomo es una amenaza invisible pero muy dañina.

R/: El proceso de investigación sobre este tema inició en el año 2014 en la vereda La Bonga, que hace parte del municipio de Malambo, Atlántico. Lo más impactante con lo que me encontré al inicio de las indagaciones hechas en su momento para el diario El Heraldo de Barranquilla, fue el escenario de una estela de escoria de plomo en el suelo de arena y polvo, que dibujaba una suerte de camino invadido por curiosas y pequeñas piedritas azuladas con las que los niños jugaban sin temor alguno a las consecuencias del contacto con el material. En ese momento, entrar a esa especie de mundo paralelo en el que un conjunto de casitas rodeaba a una fundidora de plomo de la que se tenía información de que su funcionamiento incidía en la contaminación de fuentes de agua y cuyas quejas de los vecinos eran por el humo tóxico que escapaba de sus chimeneas, me llevó a sumergirme en el estudio de esta amenaza invisible.

¿Cómo crees que se puede generar más conciencia pública sobre los peligros del plomo en la salud humana?

R/: Creo que la manera en la que se puede generar más conciencia pública sobre los riesgos que la contaminación con plomo genera en la salud humana, los cuales se remontan incluso a los tiempos del Imperio Romano, van necesariamente de la mano de la socialización del tema y de que espacios como este nos permitan llevar el mensaje a la ciudadanía que muchas veces desconoce el impacto de esta situación.

Como periodista ganadora del Premio Simón Bolívar, ¿cómo crees que el periodismo de investigación puede seguir desempeñando un papel crucial en la lucha contra problemas ambientales como este?

R/: Tengo la certeza de que el periodismo de investigación es crucial en la lucha contra flagelos ambientales que ponen en riesgo la salud pública, por ello creo que, hoy más que nunca, el ejercicio de este oficio cobra un valor de gran importancia para gestar un panorama que intoxique menos a las futuras generaciones y que abone el camino para que el derecho a gozar de un ambiente sano sea más que solo un postulado idílico y se traduzca en una realidad.

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¿Qué mensaje final te gustaría enviar a las autoridades y a los ciudadanos respecto a la situación ambiental que describes en tu libro?

R/: El mensaje final que quiero enviarle tanto a las autoridades como a los ciudadanos respecto a la situación que expone mi libro es que el origen del uso del plomo tiene una historia más antigua de la que imaginamos, que se remonta a los tiempos de las primeras tribus, que incluso el uso de este metal está tan pegado a la historia viva del planeta que sería absurdo intentar ignorarlo, que lo que se busca no es de ninguna manera satanizar un negocio que jamás acabará, sino intentar que regulen la forma en la que se hace, para que los afectados no sean siempre los más vulnerables y que los intereses de unos no enfermen a otros.

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