Al momento de escribir esta columna, parece que el presidente está planteando remodelar su gabinete. Parece también que varios de los actuales ministros presentaron renuncia protocolaria a su jefe, pero el mismo presidente, o mejor, la oficina de comunicaciones de la presidencia, dijo que sí pero que no. En este gobierno que parece dirigido por Chespirito y sus chifladitos, Chaparrón dice una cosa, Lucas contesta otra y, al final, gracias, muchas gracias.
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Los ministerios y los ministros en teoría son los despachos y funcionarios más importantes del gobierno pues son ellos quienes diseñan e implementan las políticas para el país. Personalmente me parece que muchos ministerios, y por supuesto muchos ministros, son puestos politiqueros que poco hacen. Se trata de repartir el ponqué de la burocracia de la manera más adecuada para los intereses del presidente y conseguir votos para sus reformas, por absurdas que estas sean.
En la actualidad hay 19 ministerios muchos de los cuales me parece que son innecesarios o simplemente inútiles, sirven, repito, para darle puesto a alguien que no saben dónde ubicar pero que toca contratar. En Colombia se guardan un poco más las formas que en otros lados, pues a quien se le da trabajo en un ministerio debe ir a calentar su escritorio y no hacer nada, aunque debe parecer que algo útil realiza. Se llaman “las corbatas”.
Son varios los ministerios inútiles que no deberían existir, nombro los que me parece que se deberían eliminar. El primero y más evidente es el Ministerio del Deporte: al gobierno no le interesa el deporte, perdimos los Panamericanos por pura desidia, los deportistas que quieren competir para ir a los Olímpicos se encuentran solos y sin recursos. Funciona tan mal, o no funciona, que el Consejo de Estado le obligó a ese ministerio a trabajar y revisar lo que las federaciones deportivas hacen.
Ministerio de Cultura: la cultura en Colombia brilla por su ausencia, un país que lee poco, que escribe menos y ve por quinta vez Betty la Fea y Café con Aroma de Mujer, no requiere un ministerio. Al final lo poco que hacen es montar danzas folclóricas dignas de la sesión solemne de un colegio.
Ministerio de Justicia y Derecho: nombre rimbombástico para una entidad que no sirve, la impunidad en este país es enorme, la justicia ni cojea y mucho menos llega, las huelgas, paros y suspensiones de labores por cualquier cosa en los juzgados es permanente, no hay justicia. Derecho, eso sí hay mucho, gran cantidad de tinterillos y abogaduchos que por aguantar cinco años en un pupitre les dan una tarjeta profesional para que ejerzan de juristas.
Ministerio de Relaciones Exteriores: con este presidente que no tiene el mayor problema en hablar y comparar a Hitler o a Pinochet con uno de los gobiernos que no está entre sus amigos, donde se nombra personal en embajadas para premiar amigotes, compañeros de campaña o conocidos de la familia, no creo que sea necesario contar con un ministerio. Basta que un cercano al presidente le consulte a quién quiere premiar o qué país o gobernante le es antipático y ejercer de ministro.
Ministerio de Minas y Energía: el actual gobierno está empeñado en no producir energía de ninguna forma y mucho menos de explotar recursos mineros. Si la idea del gobierno es no explotar nada de eso, ¿para qué un ministerio? Comprar gas a Venezuela y cerrar la actividad petrolera no me parece que exija un ministro y toda su burocracia.
Ministerio de educación: la educación acá tampoco interesa, ya lo escribí en otra columna, a nuestros políticos le interesa un pueblo ignorante o, mejor, bruto para poder hacer lo que le de la gana y sus seguidores digan orgullosamente “tenemos presidente”. ¿Vale la pena tener semejante corte de funcionarios para tratar de hacer cada vez menos por la educación?
Puede parecer broma pero no lo es, el presidente actual hace lo que le da la gana y si alguno de sus ministros o altos funcionarios hace o dice algo con lo que no está de acuerdo, rápidamente será cesado. Por el contrario, aquellas personas que son retiradas por su incompetencia o errores pero le son incondicionales, rápidamente vuelven al gobierno con otro cargo y eso sí con burocracia y dinero para repartir.