Cádiz-Barcelona fue la noticia del fin de semana. Las imágenes angustiosas del ex Rosario Central Jeremías Ledesma yendo desde el campo a buscar un desfibrilador para lanzarlo a la tribuna en la que una aficionada había sufrido una crisis cardíaca, el silencio que corta el alma mientras la situación estaba sobrepasando a los que asistieron al estadio y a los que veían a través del mundo el partido por TV… el sinfín del dolor empezó a escucharse sin que emitiera un solo sonido.
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Luego surgió otra emergencia similar, como para que el panorama tuviera aún más tintes de desolación. Y de nuevo las imágenes lejanas de las transmisión para respetar el momento límite. Y la preocupación que tapó la posibilidad de que aquellos aficionados en las graderías enfocados por las cámaras no fueran capaces de esbozar una sonrisa. El instante vivido daba como para una mueca de tristeza, no para el show personal y entre Jose Mari y Ledesma, así como el cuerpo médico del Barcelona que cedió el desfibrilador, con su aporte valioso fueron determinantes para tratar de salvar un par de vidas. Un mérito y una historia digna de aplausos.
Los futbolistas se fueron al foso junto con el árbitro Del Cerro Grande. Allí esperaron un tiempo prudencial hasta que, de repente, cuando incluso varios asistentes al juego habían abandonado las tribunas del estadio Nueva Mirandilla, se ordenó que las acciones volvieran. Que la pelota continuara rodando, así nomás. El score dictaba un 0-2 para el visitante, que se amplió con los minutos que restaban en un 0-4 a favor de Barcelona.
No es la primera vez: durante un Newcastle-Tottenham el protagonista fue el español Sergio Reguilón que, en plena disputa de un córner, se dio cuenta de que un aficionado se iba al suelo. Entendió que algo grave ocurría y así fue como decidió avisarle al árbitro. De no ser por el ojo aguzado del lateral, seguramente la situación habría sido distinta, entonces se le ofreció ayuda oportuna al hincha que vio la muerte muy de cerca, pero pasada la urgencia, se siguió disputando el encuentro.
Pasó dentro del campo con Christian Eriksen, cayendo fulminado en la Eurocopa en el recordado Finlandia-Dinamarca o con Marc Vivien Foe, desvanecido definitivamente en la semifinal de la Confederaciones 2003 contra Colombia. El partido continuó.
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En esta clase de situaciones ¿No sería ideal suspender el partido? ¿Vale más la pena seguir jugando en medio de un ambiente que es desolador? ¿No es más preocupante el destino de un ser humano que la disputa de una pelota? Parece que, de acuerdo a las autoridades que manejan el fútbol, no es tan importante.
De hecho, para ellos, salvo el dinero, nada es lo suficiente.