Sucumbir ante la posibilidad de fallar en el intento es tan común. Le pasó el domingo a Millonarios en una jugada de esas en las que la cadena de errores se ve desde su inicio: Román, que decidió ir al ataque -que estaba bien porque el visitante trataba, sin generar mucho peligro, acercarse a predios del azul- fue hacia adentro y necesitaba un receptor del pase porque ya estaba siendo encimado por los defensas de Alianza Petrolera.
En teoría el receptor debía ser David McAllister Silva, que justamente en ese instante, estaba en el suelo quejándose de un golpe. Ese fue el segundo error. El primero fue ver que ningún azul se le mostró de manera eficiente al lateral para encontrar la descarga. Román trata de meter el pase pero los defensas del visitante ganan porque Silva está tendido en el césped. Entonces acá comienza a caerse ese castillo de naipes que habla sobre saber cerrar un partido de fútbol y del que nadie ha podido encontrar la teoría perfecta.
La Copa America del 2004 enfrentó a Brasil y Argentina, los mejores de ese torneo por lejos; Argentina se fue arriba 2-1 y cuando el reloj ya marcaba los 44 y monedas y los dirigidos por Marcelo Bielsa lo hicieron todo bien: desde el 44 hasta el 47 se pusieron en un lugar de poco riesgo para su arco, provocaron tres faltas, un tiro de esquina a su favor y un offside. Cómo si fuera poco, en los estertores hubo tiempo para una modificación como para consumir algunos segundos más: Carlos Tévez salió del campo reemplazado por Facundo Quiroga. Hasta aquí el manual era perfecto. Los aplausos de la fanaticada argentina fueron rabiosos y pletóricos porque por fin, después de 11 años, la Copa América, el torneo más antiguo de selecciones volviera a reposar en sus vitrinas.
Debió ser Renato el que cobró el fuera de lugar con un bombazo al área argentina. Ya los jugadores albicelestes se sentían ganadores y cómo no: en el instante en el que el perdedor quiere botar todas sus armas, ellos habían tenido la cabeza fría como para controlar el tiempo y volcarlo a su favor, que es tan difícil como agarrar una barra de uranio sin miedo a las consecuencias. La pelota surcó los aires limeños y encontró a Sorín, impecable en el rechazo. La pelota se fue hacia una zona sin deudores, luego de que el chiquitín Andrés D’Alessandro no consiguió despejarla aún más lejos con su cabeza. Entonces Diego Ribas la agarró, entendiendo que solo le quedaba a él y a su equipo, máximo cinco segundos de lucha. Arrancó como interior por derecha y D’Alessandro lo persiguió un pequeño tramo, sin convicción, creyendo que ya el final era un hecho. Ese diminuto exceso de confianza determinó el centro del volante brasileño hacia el área: Roberto Ayala falló en el rechazo y la pelota picó tras pegar en la espalda de un brasileño. El recién ingresado Quiroga no podía estar más frío y distraído y eso lo aprovechó Adriano, un goleador con el que nadie puede distraerse. Ya sabemos qué ocurrió después: gol brasileño, penales y triunfo de los de Parreira. Es que lo importante está en los detalles: una falta táctica de D’Alessandro a Diego; un salto con timming de Ayala o un Quiroga concentrado habrían modificado la historia.
Entonces volvamos al principio: Silva caído y Román sin pase seguro pierde dividiendo la jugada y pierde por acoso de la zaga de Petrolera que en dos toques atraviesa el campo derecha a izquierda. Llinás debe salir al sector de Román y allí lo espera Arango que con una gambeta lo saca, mete el centro y aparece Acosta para empatar 1-1 cuando los de Barrancabermeja no veían cómo empatar.Lo difícil que es cerrar partidos. Millonarios no pudo, pero nadie lo logra tan fácil: Fernando Santos, el DT de Portugal y un tipo que sabe bastante de esa materia -así supieron ganar la Eurocopa 2016- hoy está en repesca por cuenta de un centro que nadie atinó a detener y por cuenta de dejar solo a Mitrovic. Ni hablar del Bayern en el 99 contra Manchester United…