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Bajo nivel de embalses: la punta del iceberg

La crisis de los embalses nos recuerda la urgencia de repensar nuestra relación con el planeta.

Una fuerte preocupación se ha extendido en Colombia desde que se informó sobre los bajos niveles de los embalses en diferentes departamentos del país donde también se tomaron medidas de racionamiento de agua e incluso de energía. El fenómeno “El Niño” es considerado como una de las principales causas de esta situación, y en efecto, las sequías que el país vivió desde diciembre redujeron hasta en un 30% la capacidad de los embalses poniendo en riesgo la producción de la energía que abastece a los colombianos.

Esta situación nos abre las puertas para reflexionar acerca de otras problemáticas que están interconectadas y que nos invitan a tomar acciones sobre las causas más profundas de la crisis ambiental.

Vamos por partes. En la punta de este iceberg sobresalen los racionamientos de agua y energía que alertan a los ciudadanos. Líderes políticos y ambientales han emitido mensajes sobre el adecuado uso del agua y la necesidad de que todos asumamos el compromiso de cuidar el recurso hídrico. Los racionamientos se han presentado debido a los bajos niveles en los 23 embalses existentes en el país. Y aunque en los primeros días de abril las lluvias, que preceden el fenómeno “La Niña”, han humedecido el territorio colombiano, esto no ha sido suficiente para aumentar los niveles del agua que han llegado a mínimos históricos en los últimos 20 años.

Según cifras del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), con base en registros de la plataforma XM, 10 de los 26 embalses del país presentan niveles por debajo del 30% de su capacidad, mientras que solo tres cuentan con volúmenes por encima del 70%. Por ejemplo, los embalses Guavio en Cundinamarca, Riogrande II en Antioquia y El Quimbo en el Huila, disminuyeron a 7.95%, 8.79% y 20.66%, respectivamente (XM).

A pesar del panorama, directivos del Grupo EPM y ENEL (empresas que administran la mayoría de embalses en Colombia) han dicho que se cuenta con reservas para atender las necesidades de agua y energía de la población, aún así esta situación nos pone en alerta sobre los asuntos que hay detrás de las sequías.

La crisis climática

La causa más visible de los racionamientos de agua y el bajo nivel de los embalses es el Fenómeno “El Niño”. Las fuertes sequías que vivimos en los meses de diciembre, enero y febrero provocaron cerca de 860 incendios que afectaron 392 municipios y 42 316 hectáreas de bosques y páramos, según cifras de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo de Desastres (UNGRD).

La siguiente gráfica muestra la evolución de las anomalías de la temperatura global de la Tierra por décadas observadas y previstas:

Si vamos un poco más a fondo del iceberg, encontramos que, a su vez, la variabilidad e intensidad en las temporadas de sequías y lluvias tiene directa relación con la crisis climática. Según datos del medio Mongabay, en entrevista con el meteorólogo Max Henríquez: “la huella del cambio climático se refleja en ese tipo de comportamientos que están alterando la variabilidad climática de los países. Con esto se altera también el régimen de lluvias y se alteran las siembras en los campos. Toda la naturaleza sufre un proceso de cambio y hay una extinción mayor de especies que no se adaptan a estos cambios. Esto se está dando de manera muy rápida y ahí está la mano del hombre en el cambio climático”.

La tierra se está calentando más rápido de lo que debería. El aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero, GEI, generadas por actividades humanas como la quema de combustibles fósiles - petróleo, gas y carbón - la deforestación y el crecimiento acelerado de la población, ha generado que, los últimos seis años, sean los más cálidos registrados desde 1880 (UNEP).

El portal Climate Trade realiza un ranking de los países que más emisiones de CO2 generan, estos son los primeros cinco que figuran en la lista:

1. China, con más de 10.065 millones de toneladas de CO2 emitido

2. Estados Unidos, con 5.416 millones de toneladas de CO2

3. India, con 2.654 millones de toneladas de CO2

4. Rusia, con 1.711 millones de toneladas de CO2

5. Japón, 1.162 millones de toneladas de CO2

En este punto, podemos decir que sí, el fenómeno El Niño es la causa más mediática del bajo nivel de los embalses, sin embargo, la intensidad de dicho fenómeno radica en la aceleración del cambio climático, es decir, la continuidad en las dinámicas humanas que generan el calentamiento precipitado de nuestro planeta… pero si vamos más a profundidad encontramos otros elementos que nos permiten continuar esta reflexión.

El fondo del iceberg

En el año 2023, los niveles de dióxido de carbono superaron las 421 partes por millón, ahora volvamos en el tiempo a la era preindustrial, antes de finalizar el siglo XVIII, para entonces, los niveles de CO2 eran de 228 partes por millón o ppm. Es inequívoco que el aumento de CO2, metano y óxido nitroso en la atmósfera durante la era industrial es el resultado de las actividades humanas y que la influencia humana es el principal impulsor de muchos cambios observados en la atmósfera, el océano, la criosfera y la biosfera (IPCC)

La era del antropoceno: el daño de la actividad humana

La forma como los seres humanos nos relacionamos con nuestro entorno es una de las causas que encontramos en lo profundo de este iceberg. Uno de los puntos de referencia del comienzo de la crisis ambiental es la Revolución Industrial, iniciada en el siglo XVIII en Gran Bretaña. Con ella llegaron nuevas herramientas (máquinas de vapor y otras tecnologías) que transformaron los métodos de producción, podemos decir que, en este momento de la historia, el capitalismo se convirtió en el sistema económico predominante.

Ver a la naturaleza como una fuente inagotable de recursos, riqueza y beneficios para las necesidades de consumo empezó a generar una explotación intensiva de los recursos naturales sin considerar adecuadamente su regeneración o los efectos negativos sobre el ambiente. Esto ha tenido consecuencias devastadoras para el planeta, contribuyendo a la crisis climática que hoy enfrentamos.

La disminución de los niveles de los embalses en Colombia es una manifestación de una crisis amplia, que incluye el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad, la desertificación y la acidificación de los océanos, entre otros efectos.

La relación entre el capitalismo y la crisis ambiental no es casual sino intrínseca a la lógica del sistema, que prioriza el corto plazo y la acumulación de capital por encima de la sostenibilidad ambiental y el bienestar a largo plazo de la humanidad y del planeta. La búsqueda insaciable de crecimiento económico ha llevado a una sobreexplotación de los recursos naturales, a menudo ignorando los límites ecológicos y comprometiendo la capacidad de regeneración de la Tierra.

Un ejemplo de lo anterior es la contaminación por plásticos. Desde productos para el hogar y juguetes hasta envases, botellas, bolsas desechables o incluso ropa, el plástico ha inundado nuestras vidas, lo que ha aumentado el uso de combustibles fósiles para su producción y, con ello, la alta contaminación que generan (Greenpeace). Si la tendencia continúa, el Plastic Atlas 2019 señala que para 2050 la producción de plásticos liberará 56 mil millones de toneladas de emisiones de CO2.

Este modelo de desarrollo ha promovido una cultura de consumo excesivo, donde la producción masiva de bienes y el consumismo han exacerbado la huella ecológica de la humanidad. Situación que no solo es insostenible, sino que también contribuye a la desigualdad social, ya que los beneficios del crecimiento económico no se distribuyen equitativamente.

La crisis de los embalses en Colombia, y la crisis ambiental global que esta situación refleja, exigen una reflexión profunda sobre nuestro modelo de desarrollo y nuestra relación con el planeta. Es imperativo adoptar un enfoque más holístico y sostenible, que reconozca los límites ecológicos y busque el equilibrio entre el desarrollo económico, la equidad social y la protección ambiental.

Para enfrentar esta crisis, es necesario un cambio de paradigma que promueva la sostenibilidad, la resiliencia y la adaptación a los nuevos desafíos climáticos. Esto implica transitar hacia energías renovables, implementar prácticas de producción y consumo sostenibles, proteger y restaurar los ecosistemas y promover la equidad social. También necesitamos que haya una mayor conciencia y acción por parte de todos los actores de la sociedad, incluidos gobiernos, empresas y ciudadanos, para construir un futuro más sostenible y justo para las próximas generaciones.

La crisis de los embalses nos recuerda la urgencia de repensar nuestra relación con el planeta. No se trata solo de una cuestión ambiental, sino de una cuestión de supervivencia y justicia intergeneracional. Siempre hay algo que se puede hacer, de manera personal y colectiva, con amigos, familiares y colegas, para disminuir y mejorar la forma en la que consumimos. Desde nuestro manejo cotidiano de desperdicios hasta la manera en que nos desplazamos (Greenpeace).

Finalmente, la profundidad de este iceberg nos llama a actuar con responsabilidad y visión de futuro, reconociendo que la salud de nuestro planeta es inseparable de nuestro propio bienestar y el de las futuras generaciones.

Si quieres saber más sobre cómo avanza la descarbonización en los distintos sectores de la sociedad, te invitamos a que visites el sitio de Camino Hacia Carbono Neutral. Allí encontrarás todo lo que necesitas saber sobre acción climática y descarbonización en Colombia y el mundo.

Camino Hacia Carbono Neutral es un proyecto financiado por UK Pact y liderado por las organizaciones OpEPA y Climate Reality América Latina en alianza con la Procuraduría General de la Nación.

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